Capitulo 5

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Rafael cerró la puerta después de entrar y se dirigió a la enorme biblioteca del sótano, oculta bajo la elegante belleza de una cabaña situada en Martha’s Vineyard. El fuego que ardía en la chimenea era la única fuente de iluminación aparte de los candelabros de las paredes, que creaban más sombras que luz. El lugar irradiaba una sensación de antigüedad, de sosegada sabiduría, que indicaba que había estado allí mucho antes de que la casa actual se construyera encima.
—Está hecho —dijo mientras se sentaba en el semicírculo de sillones que había frente al fuego. Hacía demasiado calor para él, pero algunos de sus hermanos llegaban de climas más cálidos y sentían la inminencia del otoño en los huesos.
—Cuéntanos —dijo Charisemnon—. Háblanos sobre el cazador.
Tras reclinarse en el sillón, Rafael echó un vistazo a los que estaban acomodados en la estancia. Era una sesión del Grupo de los Diez, aunque incompleta.
—Habrá que sustituir a Uram.
—Todavía no. No hasta después de... —susurró Michaela con una expresión azorada—. ¿Es realmente necesario darle caza?
Neha colocó la mano sobre el hombro de la arcángel.
—Sabes que no tenemos elección. No podemos dejar que satisfaga sus nuevos apetitos. Si los humanos llegan a descubrirlo... —Sacudió la cabeza, y sus ojos almendrados estaban cargados de oscuros conocimientos—. Nos tomarían por monstruos.
—Ya lo hacen —dijo Elijah—. Para ostentar el poder, todos debemos convertirnos en algo parecido a monstruos.
Rafael estaba de acuerdo. Elijah era uno de los más longevos. Había gobernado de un modo u otro durante milenios, y sus ojos aún no mostraban la menor señal de tedio. Quizá fuera porque Elijah tenía algo que los demás no poseían: una amante cuya lealtad era incuestionable. Elijah y Hannah llevaban juntos novecientos años.
—No obstante —observó Zhou Lijuan—, es diferente ser temido y respetado que ser totalmente aborrecido.
Rafael no tenía claro que existiera aquella diferencia, pero Lijuan era una arcángel de otra época. Gobernaba en Asia a través de una red de matriarcados que inculcaban en sus hijos el respeto hacia ella, y así había sido durante eones. Si Elijah era viejo, Lijuan era toda una anciana: se había fundido con el tejido de su patria, China, y el de las tierras que la rodeaban. Se narraban historias sobre Lijuan entre susurros, y era considerada una semidiosa. En cambio, Rafael solo había gobernado durante quinientos años, un brevísimo lapso de tiempo. Aunque aquello podía resultar una ventaja.
A diferencia de Lijuan, Rafael no había ascendido tanto como para dejar de comprender a los mortales. Incluso antes de su transformación de ángel a arcángel, había elegido el caos de la vida y no la elegante paz de sus hermanos. Ahora vivía en una de las ciudades más ajetreadas del mundo y vigilaba a sus ciudadanos sin que estos se dieran cuenta. Igual que había vigilado a Elena Deveraux aquel mismo día.
—No es necesario que discutamos sobre la discreción —dijo, interrumpiendo los suaves sollozos de Michaela—. Nadie puede saber en qué se ha convertido Uram. Ha sido así desde que existimos.
El comentario fue seguido por una ronda de asentimientos. Incluso Michaela se enjugó las lágrimas y se apoyó en el respaldo, con los ojos despejados y las mejillas sonrojadas. Su belleza no tenía parangón. Incluso entre los ángeles, siempre había sido la más brillante de las estrellas, y nunca había carecido de amantes o de atenciones. En aquel momento, sus miradas se encontraron y en los ojos de Michaela apareció un interrogante sensual que Rafael decidió no responder. Así que era eso... No lo sentía por Uram; lo sentía por ella. Aquello encajaba mucho mejor con su personalidad.
—El cazador es una mujer —dijo ella un segundo después, con un tono algo molesto—. ¿La has elegido por eso?
—No. —Rafael se preguntó si debía avisar a Elena de aquella nueva amenaza. A Michaela no le gustaba la competencia, y había sido la amante de Uram durante casi medio siglo, un compromiso sorprendente para alguien de una naturaleza tan voluble—. La elegí porque puede detectar una esencia que nadie más puede percibir.
—Vaya, en ese caso, ¿por qué esperar? —preguntó Titus, con un tono suave que no encajaba con su musculoso cuerpo. Parecía un hombre esculpido en azabache, tan tosco como el baluarte de la montaña que él consideraba su hogar.
—Porque... —respondió Rafael—... Uram aún no ha atravesado la última frontera.
Silencio.
—¿Estás seguro? —inquirió Favashi en tono afable. Era la más joven de todos, y sus ideas se parecían más a las de los mortales que la de cualquiera de ellos. Su corazón y su alma habían salido ilesos del inexorable paso del tiempo—. Si todavía no ha...
—Tienes demasiadas esperanzas —la interrumpió Astaad con su característico tono brusco—. Mató a todos sus sirvientes y criados la noche que se marchó de Europa.
—En ese caso, ¿cómo es que no ha atravesado el límite... que jamás debemos atravesar? —preguntó Favashi, que no estaba dispuesta a echarse atrás. Aquella era la razón por la que, a pesar de su juventud, gobernaba Persia. Se doblaba, pero no se rompía. Jamás—. ¿Seguro que no puede recuperarse?
—Sí, seguro —replicó Neha, que era tan fría como Favashi amable. En su hogar, en la India, las serpientes eran consideradas diosas, y a Neha la adoraban como la Reina de las Serpientes—. Les he hecho unas discretas preguntas a nuestros doctores. Es demasiado tarde. Su sangre es veneno.
—¿No pueden haberse equivocado? —preguntó Michaela, y quizá su tono mostró una leve pizca de preocupación.
—No. —Los ojos de Neha recorrieron la estancia—. También le envié una muestra a Elijah.
—Hice que Hannah le echara un vistazo —dijo Elijah—. Neha tiene razón. Es demasiado tarde para Uram.
—Es un arcángel. La cazadora no podrá matarlo, ni aun en el caso de que lo encuentre —aseguró Lijuan, y su resplandeciente pelo blanco ondeó sin el menor atisbo de brisa. La edad proporcionaba unos poderes tan extraordinarios que parecer «humano» en algún sentido rozaba lo imposible. Los ojos de Lijuan tenían un extraño color gris perla que tampoco existía en la tierra—. Uno de nosotros debe encargarse de eso.
—¡Tú solo lo quieres muerto porque puso en peligro tu poder! —exclamó Michaela.
Lijuan pasó por alto su comentario, tal como Rafael habría hecho con el de un humano. Lijuan había visto cómo los arcángeles iban y venían. Solo ella permanecía. Uram había sido uno de sus más próximos contemporáneos.
—¿Rafael?
—A la cazadora se le ha encargado el trabajo de localizar a Uram —respondió mientras recordaba el terror que había asomado a los ojos de Elena cuando le habló de su tarea—. Yo lo ejecutaré. ¿Cuento con el beneplácito del Grupo?
Uno por uno, todos dijeron: «Sí». Incluso Michaela. La arcángel valoraba su vida mucho más que la de Uram. Hasta donde ellos sabían, Uram estaba en Nueva York por Michaela. Si cruzaba la frontera final, su antigua amante se convertiría en su principal objetivo.
Así que ya estaba hecho.
Rafael se quedó en la sala mientras el resto del Grupo se marchaba. Era insólito que todos los miembros se reunieran en un mismo lugar. Sus poderes eran inconmensurables, pero era mejor no tentar a los jóvenes. Algunos aspiraban a ocupar una vacante tras una muerte. Siempre eran los jóvenes los que albergaban semejantes ilusiones. Los mayores eran lo bastante sabios para saber que la condición para convertirse en arcángel era renunciar a una parte del alma.
Poco después, solo Elijah estaba con él en la habitación, en la parte opuesta del semicírculo.
—¿No vas a volver a casa con Hannah?
Las alas blancas de Elijah se removieron durante unos instantes cuando estiró las piernas y se apoyó en el respaldo del asiento.
—Ella está siempre conmigo, da igual adónde vaya.
Rafael no sabía si hablaba de forma literal. Se rumoreaba que algunas de las parejas angelicales más antiguas compartían un vínculo mental libre de los límites del tiempo o la distancia, pero si era cierto, ninguno hablaba sobre ello.
—En ese caso, sin duda estás bendecido.
—Así es. —Elijah se inclinó hacia delante para apoyar los codos sobre las rodillas—. ¿Cómo es posible que le haya ocurrido algo así a Uram? ¿Por qué nadie se dio cuenta?
Rafael comprendió que el otro hombre no sabía realmente nada.
—No estaba emparejado, y a Michaela no le importa nadie salvo ella misma.
—Eso es cruel. —Sin embargo, no discutió la afirmación.
—Tú tienes a Hannah, que te advierte si te acercas al límite. Uram estaba solo.
—Tenía sirvientes, ayudantes, otros ángeles...
—Uram nunca fue compasivo —dijo Rafael—. Recompensaba cualquier pequeño agravio con la tortura. Como resultado, su castillo estaba lleno de gente que lo odiaba o lo temía. Gente a la que le daba igual si él vivía o moría.
Elijah levantó la vista. Sus ojos claros parecían casi humanos.
—Harías bien en aprender esa lección, Rafael.
—Te comportas como si fueras mi hermano mayor.
Elijah se echó a reír; era el único arcángel aparte de Favashi capaz de reírse de verdad.
—No, solo veo un líder en ti. Ahora que Uram se ha marchado, es posible que el Grupo se fragmente... y ya sabes lo que ocurrió la última vez que nos separamos.
La Edad Oscura de los hombres y los ángeles, una época en que los vampiros se bañaban en sangre y los ángeles estaban demasiado ocupados peleando entre ellos como para impedirlo.
—¿Por qué yo? Soy más joven que tú, y más que Lijuan.
—Lijuan... ya no pertenece a este mundo. —Su frente se llenó de arrugas de preocupación—. Según creo, ella es la arcángel de mayor edad que existe. Está más allá de las insignificancias.
—Esto no es ninguna insignificancia. —No obstante, comprendía lo que Elijah quería decir. Lijuan ya no tenía los ojos puestos en el mundo. Su mirada estaba orientada en algún punto lejano de la distancia—. Si no es Lijuan, ¿por qué no tú? Eres el más estable de todos nosotros.
Elijah sacudió las alas mientras reflexionaba.
—Mi reino en Sudamérica jamás se ha visto amenazado. Es cierto que me encargo de los disidentes con mano de hierro, pero... —negó con la cabeza—... no siento ningún deseo de matar ni de derramar sangre. Para mantener el Grupo unido, el líder debe ser más peligroso que cualquiera de los demás.
—¿Me estás llamando déspota a la cara? —señaló Rafael con voz amable.
Elijah encogió los hombros.
—Tú inspiras miedo sin necesidad de ser tan cruel como Astaad, ni tan caprichoso como Michaela. Por esa razón chocaste con Uram: estabas demasiado cerca de apoderarte de lo que era suyo. El liderazgo ya es tuyo, lo sepas o no.
—Y ahora ha empezado la caza de Uram. —De repente, Rafael vio su futuro. Ser rastreado como un animal. Por una mujer con el cabello del color del amanecer y los ojos plateados como los de un gato—. Vuelve a casa con Hannah, Elijah. Me encargaré de hacer lo que sea necesario. —Derramar sangre, acabar con la vida de un inmortal. Aunque, por supuesto, aquel era un término equivocado. Un arcángel podía morir... aunque solo a manos de otro arcángel.
—¿Descansarás esta noche? —preguntó Elijah cuando ambos se pusieron en pie.
—No. Debo hablar con la cazadora.
Con Elena.

El Angel Caído ( Libro I )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora