ᵃᵘᵍᵘˢᵗ - Pablo Gavi

349 11 1
                                    

— Narrador Omnisciente

Juli negaba mirando a todos lados menos los ojos de aquel muchacho.

Pablo Gavira. Ese muchacho que la había hecho sentir tanto. Y ahora era nada.

— Te juro que no me lo creo - si, se negaba a creer que quien ella pensaba que era el amor de su vida, le hubiese traicionado de esa manera —. Me has dicho que me amabas hace tres días. ¿Que se supone que ha pasado?

Se sentía tan confundida.
Los sollozos de Julieta eran imposibles de retener, y las lágrimas estaban por salir.

— Ni siquiera estábamos saliendo, déjalo ir - dijo el, tratando de evitar su mirada.

Se sentía tan impotente. Ese no era aquel Pablo que le había pedido exclusividad. Ese no era aquel Pablo que dijo que la amaba. Ese no era su Pablo.

O tal vez nunca fue suyo.

Finalmente dejó salir aquellas lágrimas que trató con todas sus fuerzas de retener.
Lloraba de la impotencia. Se sentía tan confundida por los repentinos cambios del Sevillano.

— Eres un egoísta - se acercó a el —.  Un egoísta porque incluso cuando sabías que Javi quería conmigo, dijiste que sería tuya, tuya para siempre. ¿Y ahora encuentras a alguien más y me dejas tirada?

— Lo qué pasa es que no te amo. Fue solo el momento - sus palabras sonaban como un cuchillo al corazón de Juli. Dejándola destrozada.

Sus piernas flaquearon y no pudo mantenerse de pie. Así que acabó derrumbándose en el suelo.

Pablo solo quería abrazarla, peinar su cabello con sus dedos y decirle que no era así. Que el padre de la contraria lo había obligado pero que no le importaba perder su carrera de futbolista.

Pero no lo hizo. No lo hizo porque sabía que ese señor que aquella llamaba "padre", también sería capaz de dañar a su propia hija.

Le causaba tanta pena y tanto dolor el hecho de que la persona que el amaba se estuviese sintiendo así por el. Y hacia un esfuerzo infernal por no derramar lágrimas acumuladas en sus ojos.

Pero, en ese momento, Juli sintió que a el no le importo. Al verlo evitar su mirada, al verlo hacer como si no fuese nada. Sintió que el realmente jugó con ella.

Y ese dormitorio que ambos compartían en La Masía, se sintió vacío.
Juli sintió como si en ese lugar, en el cual habían creado tantas memorias, estuviese vacío. Incluso si ellos habían compartido tantas emociones allí.

Ese lugar que llamaba "hogar", aquel que se sentía como casa.

Una casa que estaba apunto de abandonar.

Los dos se consumían en los sollozos de la castaña, tan exasperantes y esas lágrimas que salían sin cesar.

Pablo soltó una lágrima y Juli vio eso. No fue de su agrado.

— No - se levantó del suelo enojada —. No llores como si te doliera. No trates de transmitir dolor alguno, Pablo. Porque eres tú quien tomo esta decisión.

El no decía nada. Limpió su lágrima y la miraba a los ojos.

La mirada de Julieta siempre había sido diferente a las de las demás personas. La de ella brillaba. Su mirada transmitía cosas. Y también era hermosa. Sus ojos color caramelo lo eran.

Pero en este momento, su mirada no decía nada. Y sus ojos color miel parecían haber tomado un color mucho más oscuro.

— Me arrepiento de todo tipo de momento que compartí contigo - dijo ella tomando una maleta para recoger sus cosas.

Pablo negó inmediatamente — No tienes que irte, Julieta. Me voy yo.

Que sin-vergüenza, pensó al escucharlo decir su nombre.

Ella asintió con una idea en mente — ¿Puedes darme un poco de privacidad?, o, ¿también te falta amor para eso?

Pablo asintió ignorando el último comentario de la chica.
Quiso dejar un último beso en su mejilla, pero sabría que está lo empujaría y lo insultaría en mil idiomas.

Apenas el se fue, Julieta empezó a meter toda y cada una de sus cosas en la maleta.
No las acomodó, solo las arrojó haciendo espacio para todas.

Pero acomodó la cama. Limpio las cosas de su antigua mesa de noche, y barrió el piso también.
No quería que Pablo tuviese ningún recuerdo de ella, porque no quería que el tuviese el recuerdo de aquella chica indefensa a la cual el rompió el corazón.

Finalmente apagó todas las luces y se quedó en la puerta por unos minutos. Recorriendo toda la habitación con su mirada.

Después de todo, no podía quejarse.

Porque el nunca fue suyo como para perderlo.

𝐎𝐧𝐞 𝐒𝐡𝐨𝐭𝐬 - FutbolistasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora