Prólogo

34 7 2
                                    

—Hace frío —siseó, manifestando su odio contra la nieve con suaves patadas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Hace frío —siseó, manifestando su odio contra la nieve con suaves patadas.

El mayor envolvió delicadamente a su hermana con una corta manta alrededor de sus hombros.

—Y lo que falta —musitó con un hilo de voz—. Ven, vamos.

Nerviosismo fue la siguiente emoción en sentir. No creyó que llegaría a ser tan poco empático. Paró en seco al escuchar aquellas crudas palabras y miró  al mayor con perplejidad.

—¿Los dejarás morir? —susurró ella, su voz apenas audible—. No creo que tengas el corazón tan frío como para ello.

Se miraron fijamente con desafío. Normalmente, ella no solía acatar órdenes de su hermano; siempre le seguía al ser quien tiene la cabeza para la mayoría de objetivos y misiones. Este momento pareció ser la excepción. No pudo creer eso: su expresión determinada indicaba que estaba lista para el enfrentamiento. El albino intentó hacerla reaccionar con una mirada penetrante, buscando que reflexionara sobre la situación.

En aquel fallo de intimidación, el joven guerrero apartó la mirada de su hermana, rendido.

—No hagas tantas preguntas —pidió con cansancio.

—Lo haré cuando respondas —atacó de vuelta cruzando los brazos—. ¿Con qué derecho debemos huir? ¿Dejarlos atrás?

Ignoró por completo el comentario. La tomó de la mano para llevarla consigo; hacerla caminar. Pero ella tenía otros planes, no podía dejarse huir como una cobarde. No lo es, nunca lo fue.

Volteó y cayó en sus rojizos ojos cristalinos. Cristal, cristal... ¿La hizo llorar?

Tomó un respiro para intentar formular su próxima oración sin caer en llanto. Con la voz quebrada, logró murmurar:

—El mundo se cae a pedazos y actúas con el mínimo interés.

¿Cómo responder a eso?

El mundo se había podrido hace mucho tiempo, sin duda alguna. Él lo sabía. La experiencia fácilmente le gritaba a su conciencia lo peligroso que se había vuelto todo luego de la caída de sus padres y el apoderamiento humano.

—El mundo se jodió hace rato —respondió desinteresado.

La oscura no creyó que la respuesta sería tan cruel. Pero, no pudo esperar más: Cabeza de soldado. Cuadrada, firme. Sólo matar o morir.

¿Ese es el propósito de tantos habitantes? Sobrevivir. Sí, intentar sobrevivir en una población corrupta con psicópatas que han perdido la cabeza con el pasar de los años.

Agachó la cabeza tristemente ante el evidente desdén de su hermano.

—Gran justificación, y supongo que por eso su vida vale menos —volvió a hablar ella, cada vez más callada—. Si todo está perdido es por nuestra misma culpa. ¿Sabes? Nunca hacemos nada.

La terquedad siempre fue una de sus mayores cualidades.

—Escucha, Darcy. No puedes permitirte sentir emociones tan grandes por ellos, sólo están aquí para cumplir órdenes. Nacen para eso, es su objetivo.

—Dudo que alguien ame el objetivo de matar en una fría guerra esperando no morir en cada una de ellas —profirió—. No es su decisión ser así... Los criaron de esa manera. Son roles asignados, ya sólo es cuestión de suerte lo que te ha tocado al nacer.

El albino no entendía su punto. No solía funcionar sacar temas de manera aleatoria. Frunció el ceño y finalmente preguntó:

—No entiendo qué tiene que ver eso con lo que dije antes.

—Cada quién debería decidir su destino —susurró nuevamente—. Estaríamos felices si no existieran las guerras, peleas o contratos. Si comenzaran a confiar unos a otros. ¿Por qué te cuesta tanto confiar en los humanos?

Pronto el mayor comenzó a frustrarse. Su paciencia jamás fue algo que le durara mucho, y fácilmente se enojaba con cualquier opinión "no válida". Su voz pronto salió con más irritación y visible enojo:

—Porque si estamos como estamos, es por su culpa —el cambio de voz asustó a la menor, quien observó fijamente al halcón—. Porque son unos miserables seres prepotentes que creen tenerlo todo, unos ingratos ignorantes que en lo único que piensan es en ellos mismos.

Casi sin asombro, pero con poca habilidad a la hora de responder, logró hablar finalmente con la llave:

—¿Estás seguro que te referías solamente a los humanos?

The Falcon KingdomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora