Lo siento

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A la mañana siguiente Onceler despertó de un sueño bastante extraño, había pasado el día en la habitación de su versión unos meses mayor, y este le había dicho que tendría que encontrarse con su madre haciéndose pasar por él mismo, que ridículo. 

Se limpió los ojos mientras intentaba enforcar la vista en una mancha verde que tenía en frente, cuando logro darse cuenta de lo que estaba viendo la realización le cayó encima, lo de ayer no había sido un sueño, y ahí estaba Greedler tendiéndole un traje verde.

—Ten, justo estaba por despertarte, tenemos mucho que preparar.

Onceler cogió el traje y se dirigió hacia el baño que había en la habitación.

—¿Aún sigues con la idea de hacer esto?—dijo antes de entrar.

—Claro, es divertido.

—¿Divertido?¿En serio?

—Sólo apresúrate.

Tiempo después Onceler estaba de vuelta, aún no se había colocado la corbata y estaba algo despeinado, Greedler se le acercó.

—Eres un inútil—agarró la corbata y empezó a arreglársela.

—Ey, puedo hacerlo solo...—un leve sonrojo en sus mejillas, esto era raro.

—Es más rápido si lo hago yo.

—Tienes un espejo de cuerpo complejo?

—Me tienes a mi ¿Para que necesitas uno?

—¿Lo tienes o no?

—Allí—señaló en dirección al armario.

Onceler vió su reflejo y quedó sorprendido, ciertamente se parecía a Greedler ahora. Este último se le acercó y no dijo nada, con él allí no había forma de decir quién era quién, ni siquiera el mismo Onceler estaba seguro de cuál era su reflejo ahora,

—Bien, la apariencia no será un problema, y apuesto a que la personalidad tampoco.

—No lo sé, es mamá sabes...¿En serio crees que no se daría cuenta?

—No seré yo quién lo averigüe—rió.

Onceler aún tenía sus dudas, pero decidió simplemente hacer caso a Greedler, hablaron sobre cosas que ella podría mencionar, sólo por si acaso, y cuando terminaron de comer -nuevamente en la habitación- vinieron a tocar la puerta.

—Ese debe ser uno de los empleados, pedí que venga uno a buscarme, bueno, a buscarte.

—Dime que aún puedo cambiar de opinión.

—No, no puedes, nos vemos luego—se despidió mientras empujaba a Onceler hacía la puerta.

Onceler abrió la puerta tímidamente y Greedler quedó lejos de la vista del empleado.

—Buenas tardes Sr. Greedler, su madre lo espera.

—Sí...

—Por aquí.

Greedler vio como Onceler seguía al joven que había venido a buscarlo mientras cerraba la puerta. Lo siento—pensó.

En los pasillos Onceler miraba fascinado la decoración y los cuadros que habían, esto no pasó desapercibido por el joven que lo guiaba pero decidió no darle importancia, caminaron en silencio hasta llegar a una puerta.

—Hágame saber si necesita algo más Sr.

—Claro... Gracias...

Por un segundo el joven lo miró desconcertado, aunque rápidamente cambió su expresión. Abrió la gran puerta y se puso a un lado para que su jefe pudiera pasar.

Dos caras de la misma monedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora