Capítulo 37

112 8 3
                                    

-¡No!- me levanté estrepitosamente de la cama. Mi pecho subía y bajaba violentamente, cerré los ojos y me volví a acostar. Tomé la playera que me dió en mi cumpleaños y la llevé a mi pecho para abrazarla. Su olor se ha ido desvaneciendo así que mi mente ha ayudado un poco a sentirlo como el primer día. Sólo necesito cerrar los ojos para sentirla a mi lado y sólo necesito abrirlos para regresar a la realidad en la cual ella no está.

Hoy se cumplen dos meses desde la última vez que le hablé y casi cinco de que nos separaron. Me duele no hacerlo pero es más difícil para mí. Después de que cuelgo el teléfono siento que mi corazón se rompe un poco más y ya no puedo. Ya estoy harta de esa sensación de vacío. Estoy harta de conformarme sólo con su voz, de no poder tocarla o al menos verla. He estado enojada, he estado resentida, he llorado tanto por ella, por lo que nos hicieron. Como dice mi ángel, es una mierda.

E Irene no ayuda, trato de ignorarla pero la mujer sabe por dónde herir y no se cansa de hacerlo. Incluso con las amenazas de Jessie no ha parado de hacerlo pero al menos ya no es tan obvia. La profe Chaerin también ha adoptado un papel protector conmigo; constantemente me vigila y vigila a Irene. Aunque ya no tiene a sus secuaces, eso no la hace menos peligrosa, todo lo contrario. He aprendido a ver sobre mi hombro en estos meses, a ser más precavida, a ser más consciente de todo a mi alrededor. Lo que Lisa hacía he aprendido a hacerlo por mi cuenta: cuidar de mí.

Ahora entiendo a mi Lisa y el porqué de su necesidad de darle una lección a Irene pero ni eso la detuvo. Primero lo que supuestamente pasó con Albert y mi relación con Lisa no ha ayudado a que sea muy fan mía. El que la escuela o al menos el equipo de voley esté de mi lado tampoco le cae muy en gracia. La gente ha estado un poco menos tolerante ante sus abusos y con orgullo puedo decir que en eso tiene mucho que ver mi novia. Estoy llegando a un punto donde todo me está rebasando y ya no puedo más. Siento que en cualquier momento voy a explotar y lo más seguro es que lo haga con Irene; una parte de mí espera que lo haga con ella.

Vi el reloj en mi buró marcaba pasadas de las seis de la mañana; fui por algo de café. Me levanté descalza, al llegar a la mesa vi una pequeña nota con la letra de papá: Voy al otro pueblo. Regreso antes del anochecer. Te amo. Las salidas al otro pueblo eran cada vez más constantes y él cada vez estaba más estresado al igual que la profe Chaerin. Sé que tiene que ver con mi Lisa. La única que ha permanecido como siempre ha sido Jessie quien se ha convertido en mi sombra. Ha estado tan pegada a mí como ha podido y lo agradezco. Es maravillo sentirse protegida y querida.

El amanecer me encontró entre pensamientos y café. Desde la última vez con Lisa los días eran más malos que buenos. La ansiedad y las pesadillas comenzaban a tomar control otra vez. Cerré los ojos, solté el aire que no sabía que contenía y me recliné sobre la silla. Le estoy fallando; no estoy cumpliendo con nuestra promesa; no estoy siendo la persona que era como cuando estaba con ella. Corrí a mi habitación, me puse lo primero que encontré, tomé la llave que estaba en el cajón de mi buró y salí de la iglesia.

Recuerdo esta sensación de hacer las cosas de manera mecánica, sin emociones, sin importarme nada, sin motivación, sin ánimos. Recuerdo este amargo sabor a soledad. Sólo quería esconderme de la gente y esperar a la noche para que él apareciera. Luego ella llegó e iluminó mi vida y luego se fue de nuevo. Dios, mi único consuelo hasta ahora también era un conspirador y todavía no decido si está a favor o en contra de nosotras y si no está a favor de nosotras haré todo lo que pueda para hacerlo cambiar de opinión. No quiero motivos para enojarme con Él.

Me mantuve frente a la puerta de la otra casa de papá. Agradecí que fuera sábado y que no había posibilidades de encontrarme con alguien tan temprano en la mañana, no quiero dar explicaciones.

Estoy harta de las miradas casi con lástima; estoy harta de las palmaditas en la espalda como si fueran a hacer que me sienta mejor. Tomé un largo respiro, puse la llave en la cerradura y la hice girar; abrí lentamente, el olor a humedad me pegó de inmediato. Mi Lisa estaría muriendo de alergia aquí.

La hija del Predicador "JENLISA"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora