𓅆ℭ𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝟹

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Narrador omnisciente

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Narrador omnisciente.

No era la primera vez que en la isla oscura llegaba por accidente algún ejército de las islas más lejanas para tratar de conquistar los territorios del gran tirano.
Se decía que era un mal ancestral, que vino del primer reino mitad Oni mitad dragón. Aunque tenía el poder y la destrucción de un oni, su verdad forma física era la de un dragón.
La isla oscura era del tamaño de un gran continente, en pocas palabras la otra mitad de Ninjago. Dónde el sol solo salía unas horas al día para que grandes nubes grises lo cubrieran, era por ello que su flora y fauna era totalmente distinta a todo lo que se había visto antes. Habían grandes ríos y mares, grandes valles, montañas nubladas y el setenta por ciento de toda esta isla era bosque. Y las criaturas que vivían ahí, eran bestias traídas desde el mismísimo infierno.

Mala suerte para aquel ejército de cientos que bajaron en sus barcos en las costas del este dónde las playas apenas y se ponía ver un alma divagando por ahí, ellos estaban decididos a tomar aquel lugar por la fuerza ignorando el peligro del que se les había advertido anteriormente. Su general, no creía en el cuento del gran tirano, ni de sus poderosos ejércitos, creía que solo eran una excusa para que el no fuera a tomar lo que es suyo y así podría convertir ese enorme continente en su nuevo hogar e imperio.
Apenas estaban por adentrarse a los bosques cuando uno de los soldados que iba al frente fue atravesado con lo que parecía ser una lanza, atravesando su corazón en un parpadeo, pero aquella lanza no se había quedado incrustada en el cuerpo del soldado si no que regreso al origen de la criatura que la había lanzado. Al levantar todos la vista a uno de los enormes abetos de la entrada del bosque, ahí en una de las ramas de ese árbol estaba aquella cosa que lanzo la lanza mirándolos fijamente desde la altura, mirándolos como si fueran simples hormigas que estaba a punto de aplastar.

— La isla oscura no es de otro ser que no sea el gran tirano. — dijo con seriedad pero lo suficientemente alto para que todo el ejército escuchará —. Ya di la primera advertencia, no daré una segunda.

— Mataste a uno de mis hombres, criatura. — respondió el gran general con una sinica sonrisa —. Eso, me llama a levantarme en armas en contra de tu amada isla. No haré caso, a alguien que se esconde bajo las sombras de un estúpido árbol.

No tuvo que decir dos veces tal insulto para sus oídos. De un solo salto llegó hasta estar frente a ese general. Y lo que vieron todos, les hizo temblar de miedo con la mera presencia de lo que estaban viendo sus ojos. Ahí había lo que parecía ser un joven a simple vista de tez pálida, casi tan alto como el general, profundos ojos grises, de su cabeza llena de cabellos negros y lacios salían dos cuernos como los de un demonio y de su espalda desnuda habían dos enormes alas negras como la misma noche y llenas de plumas. La criatura ladeó ligeramente la cabeza, mirando al general como si no entendiera que era eso.

— ¿Qué eres?. — pregunto el joven de ojos grises al hombre que tenía enfrente.

Algunos no podían moverse por el miedo que les producía aquella cosa, otros miraron con asombro eso que había caído del árbol, unos susurran entre ellos que era un demonio que venía del infierno y otros decían que parecía un ángel por sus alas tan grandes que incluso arrastraba por el frío suelo lleno de musgo o bien que era cría de ambas especies. Pues su forma androgina y aquellos ojos, si era de alguien con gran belleza.

— ¿Qué soy?. — cuestionó el general después de unos segundos de silencio —. Soy un humano criatura del infierno. Maldito, tu mataste a uno de mis soldados, pagarás con tu vida o bien podría dejarte con vida como advertencia y me llevaría estos cuernos para mí cuarto de trofeos.

El general estaba por tocar aquellas cuernos del joven, pero en un rápido movimiento la criatura le detuvo con fuerza, tanta que rompió su brazo y de ahí no lo soltó.

— Yo no he matado a nadie, aún. — respondió señalando a su soldado.

Estaban tan concentrados en el joven que no se dieron cuenta que aquel hombre estaba de pie. Con una piel oscura y grisácea, sus ojos de un violeta muy brillante y su raciocinio se había desvanecido, solo estaba esperando la señal y la orden de la criatura. 

— ¿¡Qué le hizo!?. — cuestionó otro soldado que estaba a su lado.

— La materia oscura puede transformar muchas cosas en lo que realmente son. — explico sin soltar el brazo del general —. Ataca y envenena el corazón de quién la toque o la consuma. Y cuando has logrado soportar por meses y años aquella sustancia tan dolorosa como todas las torturas inimaginables, entonces podrán comprender lo que todos guardamos en el corazón ... Una oscuridad profunda que los hace humanos.

Y de un movimiento aún más rápido con su otro brazos decapitó al general dejando caer su cuerpo sin vida sobre el musgo causando que todos lo miraran aterrados, sin saber si atacar o no. Tenían miedo, miedo de aquella cosa, se los había advertido pero no hicieron caso y todo por culpa de su incompetente general ahora todos morirían en las manos de esa criatura.
Pero ante sus ojos presenciaron como el joven se transformaba en un simple humano como ellos, ya no tenía las alas y los cuernos pero la lanza había aparecido de nuevo en su mano izquierda.
Llevaba un traje completamente oscuro con detalles grises hechos de metal, en el pecho, codos, muñecas, rodillas y en sus botas. Además de que en su pecho tenía un circulo dónde había lo parecía ser el dibujo de una serpiente en color verde en espiral.
Su trabajo era sencillo, asesinar a todos aquellos que se atrevieran a poner un pie en la isla del gran tirano. Giro la lanza con su muñeca y la lanzo de nuevo atravesando a otros veinte soldados al mismo tiempo. Y de apoco se iban convirtiendo en zombies de piel oscura junto con esos brillantes ojos violetas.

— Dejen solo a uno. — dió la orden para después dar la vuelta e irse por donde había llegado.

Solo para escuchar detrás suyo, los gritos de agonía de todo el ejército mientras eran comidos vivos por los suyos, huesos triturados y sangre era lo único que había quedado a las afueras de aquel bosque.
Pero Gaizka tenía muchas más dudas, aquellos parecían ser como el. Según el gran tirano desde que era muy niño, le había dicho que el era diferente porque solo había uno como el, y que no debía seguir preguntando ni indagando más en el tema. Lo habían llamado demonio, el no era nada de eso, era un "humano" como ellos se hacían llamar, un humano con gran poder que había alcanzado casi la perfección de lo que podía causar la materia oscura.
Detuvo su paso cuando, en su camino se cruzó un pequeño jabalí muy curioso, aunque eran animales incomprendidos a el le gustaban mucho. No importa que tan pequeños eran, tenían una fuerza increíble, así como el.
Recordó que de niño quería tener uno de mascota, pero desde luego el gran tirano no lo dejo y termino por asesinar al pequeño jabalí frente a sus ojos y era por ello que muy dentro de su subconsciente prometió no hacerlo enojar de nuevo, después de todo lo debía a el su vida, sin el hubiera muerto desde que era un bebé.

  𝐌𝐎𝐂𝐊𝐈𝐍𝐆𝐁𝐈𝐑𝐃 [𝐆ɑ𝐢𝐳𝐤ɑ𝐗𝐋𝐞𝐜𝐭𝐨𝐫ɑ] (𝐍𝐢𝐧𝐣ɑ𝐠𝐨)𓅆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora