Capítulo 1 - El último día

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Alejandro se bajó del autobús escolar con la mochila al hombro y la cabeza gacha. Sabía que le esperaba otro día de burlas y humillaciones en el colegio. Desde que tenía memoria, era el blanco de las risas y los insultos de sus compañeros por su aspecto físico. Era muy flaco, casi desnutrido, con los huesos marcados y la piel pálida. Su cabello era lacio y negro, sus ojos eran marrones y tristes, y su nariz era larga y puntiaguda. Parecía un espantapájaros con ropa.

Su familia era muy pobre y vivía en un barrio marginal de la ciudad. Su padre los había abandonado cuando él era un bebé y su madre trabajaba como empleada doméstica en varias casas para poder mantenerlos. Alejandro era hijo único y no tenía amigos. Su única compañía era su madre, que lo quería mucho pero que no podía darle todo lo que necesitaba. Alejandro se sentía solo y desamparado en un mundo hostil.

Entró al aula y se dirigió a su asiento en la última fila, tratando de pasar desapercibido. Pero no lo logró. En cuanto lo vieron, sus compañeros empezaron a lanzarle apodos e insultos.

- ¡Miren quién llegó! ¡El Viernes Santo! -gritó uno.

- ¡Nada de carne! ¡Puro hueso! -se burló otro.

- ¡Qué asco! ¡Parece un cementerio de pueblo! -añadió una chica.

- ¡Oye, Lombriz de Dieta! ¿Qué tal el desayuno? ¿Un vaso de agua con aire? -preguntó otro con sarcasmo.

- ¡Jajaja! ¡Qué gracioso! -se rieron todos.

Alejandro no respondió. Estaba acostumbrado a ese tipo de trato. Se sentó en su pupitre y sacó un libro de su mochila. Era su refugio, su escape de la realidad. Le gustaba leer historias de fantasía, de aventuras, de héroes que vencían a los malos y salvaban el mundo. Se imaginaba que él era uno de ellos, que tenía poderes mágicos, que era fuerte y valiente, que tenía amigos y una novia que lo amaba.

Pero eso solo era en su mente. En la vida real, era un perdedor, un marginado, un don nadie.

La profesora entró al aula y dio inicio a la clase. Era el último día del año escolar y todos estaban ansiosos por salir de vacaciones. Menos Alejandro. Para él, las vacaciones eran una tortura. Significaban pasar más tiempo solo en su casa, sin nada que hacer, sin nadie con quien hablar. Su madre trabajaba todo el día y él no tenía dinero para salir o divertirse. Solo le quedaban sus libros y su imaginación.

La clase pasó lentamente para Alejandro. No prestaba atención a lo que decía la profesora ni a lo que escribía en el pizarrón. Solo miraba por la ventana y soñaba despierto. A veces se fijaba en una chica que le gustaba desde hacía tiempo. Se llamaba Sofía y era la más bonita del salón. Tenía el cabello rubio y rizado, los ojos azules y brillantes, y una sonrisa encantadora. Era inteligente, simpática y popular. Todo lo contrario a él.

Alejandro sabía que nunca tendría una oportunidad con ella. Ella ni siquiera sabía que existía. Y si lo sabía, seguro que lo despreciaba como todos los demás. Pero eso no le impedía admirarla desde lejos y fantasear con que algún día ella se fijara en él y se enamorara de él.

Pero eso solo era en su mente. En la vida real, ella estaba fuera de su alcance.

La campana sonó anunciando el final de la clase y el inicio del recreo. Todos los alumnos se levantaron de sus asientos y salieron corriendo del aula. Menos Alejandro. Él se quedó sentado, esperando a que se vaciara el salón. No le gustaba el recreo. Era el momento en que más sufría el acoso de sus compañeros. Sobre todo de uno: Enzo.

Enzo era el líder de la pandilla que se metía con Alejandro. Era el más grande y el más fuerte del salón. Tenía el cabello corto y negro, los ojos verdes y maliciosos, y una cicatriz en la mejilla izquierda. Era agresivo, arrogante y cruel. Le encantaba molestar a los más débiles y hacerlos sentir inferiores. Y su víctima favorita era Alejandro.

De Perdedor A GanadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora