Hasta hace unos pocos meses, mi autoestima no gozaba de gran solidez, consideraba ser un completo fracaso. Al despertar por las mañanas, me sentía exhausto y desprovisto de ánimo, sin ninguna motivación en absoluto. Aunque mi empleo cubría prácticamente todas mis necesidades económicas, había algo en mi interior que no se encontraba en paz consigo mismo. En aquel entonces, no tenía claro qué ocurría exactamente, no obstante, algo estaba sucediendo sin que yo lo percibiera. Intenté innumerables distracciones para evitar pensar en lo que me acontecía, pero solo lograba sentirme mejor por breves períodos de tiempo.
Algunos de esos momentos duraban un poco más, sin embargo, carecían de sostenibilidad a largo plazo; al final de cada jornada, siempre retornaba esa sensación de vacío. Durante un largo período, busqué algo que pudiera llenar ese vacío en amigos, relaciones sentimentales, consumo de alcohol, encuentros sexuales, drogas, ocio, dinero, incluso la religión, entre otros aspectos. Ninguno de estos elementos lograba satisfacer mi apetito, lo peor era que ni siquiera sabía qué lo estaba ocasionando.
Durante esos años de búsqueda, infligí mucho dolor, lastimé a numerosas personas, a mi familia y a mí mismo. Nutrí un sentimiento de rencor hacia mi madre e incluso llegué a odiar a mi padre (quien falleció cuando yo tenía 8 años). Me enfadé con ellos porque creía que todo lo que me sucedía era culpa suya. Detestaba a mi padre por haberme abandonado a una edad tan temprana, y si, aunque esto no dependiera de el, era algo que a esa edad no podia comprender. Pensaba que si hubiera estado presente, todo sería diferente. Desarrollé un profundo resentimiento hacia mi madre debido a la exigencia desmedida que ella imponía, lo cual generó en mí un sentimiento constante de insuficiencia.
Por otro lado, me convertí en un adversario del sistema, dado que aborrecía todo lo relacionado con él. Consideraba que la institución educativa, con sus normas y escasas expectativas hacia mi persona, había logrado su propósito de convertirme en un fracasado.
Asimismo, responsabilizaba a la sociedad, ya que suponía que esta me rechazaba; creía que existía una animadversión hacia mi persona y me sentía constantemente juzgado. Cada vez que tenía una interacción, adoptaba una postura defensiva, ya que durante toda mi vida había construido una barrera emocional para resguardarme de algo de lo cual ni siquiera era consciente.
También atribuía mis desgracias a Dios y al Diablo. Por un lado, no podía concebir que Dios me hubiera traído a este mundo para experimentar tal sufrimiento, y por otro lado, responsabilizaba al demonio, al creer que él se encargaba de hacerme sentir de esa manera.
Esta era mi realidad, había construido en mi mente un mundo lleno de quejas y lamentos. Percibía este mundo como un verdadero infierno, por lo cual me quejaba constantemente de absolutamente todo; nada me parecía satisfactorio y siempre sentía que algo me faltaba.
Durante aquel periodo, se presentaban momentos de lucidez en los cuales solía reflexionar. Contemplaba la posibilidad de transformar aquello que me resultaba incómodo, de asumir el control de mi propia existencia y todas las implicancias que ello conllevaba. No obstante, carecía de una idea clara sobre cómo dar comienzo a ese proceso y, de manera inconsciente, buscaba constantemente una vía de escape para evitar confrontar la realidad que, en última instancia, yo mismo había configurado. Prefería, entonces, sumergirme en distracciones, encontrar refugio en sustancias adictivas, en el consumo de alcohol, en la indulgencia sexual y en el ocio desmedido. Sin advertirlo, me había convertido en un mártir, empleando esta actitud para justificar mi falta de responsabilidad y aprecio por mí mismo. Me resultaba más cómodo buscar culpables en el exterior, ya que si asumía el control de mi propia vida, debería renunciar a viejos hábitos, lo cual no sonaba del todo agradable.
De alguna manera, me había habituado a esa vida de excesos y había adoptado plenamente el papel que representaba, al punto de no considerar ninguna otra alternativa. Me encontraba completamente cegado y absorbido por el personaje que había construido.
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Yo soy el que soy
Spiritual¿Alguna vez te has preguntado quién eres? Si no lo has hecho aún, o no tienes muy clara la respuesta a tan significativa pregunta, este material puede ayudarte a descubrirlo. Para que de esa forma seas tú quien determine el rumbo de tu vida, y pueda...