Capítulo 3: Hazlo una vez más, cariño, hazlo una vez más

301 43 4
                                    

Pasados los días y sin alcohol como excusa de por medio, quedarse a solas con Chifuyu se vuelve intimidante. Sí, a él, Keisuke Baji, quien fuera el temido capitán de la primera división de la Tokyo Manji Gang, le aterra ir a ciegas en terreno inexplorado. Es evidente que después de aquella noche, en la que bailaron hasta entrada la madrugada y se permitieron uno que otro roce, se ha roto una barrera entre los dos.

La versión suya que tuvo la osadía de susurrarle cosas al oído —cosas que ha olvidado, para colmo—, mientras los brazos de Chifuyu se enroscaban en su cuello, desapareció a la mañana siguiente. Si no hubiera sido por Draken llamando la atención de todos para que se retiraran, porque Emma debía descansar, la historia sería completamente diferente. El simple hecho de concederse un instante para fantasear con ello le eleva la presión arterial.

Entre las conversaciones que mantiene en su celular, hay una fotografía tomada desde el mejor de los ángulos. Hanma es un imbécil en toda regla, pero inmortalizó esa noche el modo en el que Keisuke frotó su nariz contra la de Chifuyu, y no le hace falta ser un genio para tener la certeza de que fue un beso. Un beso cargado por la necesidad de atesorar al otro.

Dicha fotografía no será vista por nadie más, aunque Hanma le haya cobrado tanto como un estudio profesional.

Lo peor del caso es que él parece ser el único afectado. Chifuyu sigue con su vida normal; saluda y sonríe para los clientes desde el minuto uno hasta el último. Ha salido indemne del caos o solo lo sabe disimular muy bien.

Keisuke recuerda la cena prometida, y a la que al final terminó invitando de improviso a Kazutora. Así, los tres estuvieron en el local de ramen de los Kawata sorbiendo fideos todo el tiempo a falta de una conversación decente. Ni qué decir del golpe que recibió al llegar al edificio donde él y Kazutora viven, le dolió por horas.

—¡Eres un grandísimo estúpido! Cuando invitas a una persona a salir no debes llevar chaperón, pedazo de asno —había dicho Kazutora en cuanto le reclamó por golpearlo—. ¡Huele el ambiente, Baji!

En su defensa, podría argumentar que le han estado pidiendo demasiado en cualquier parte. Su capacidad sináptica se desgasta día a día en la universidad, durante el resto del día solo se dedica a improvisar.

Ahora mismo, al haber culminado la jornada laboral, se halla sentado junto a Chifuyu porque Kazutora eligió quedarse al otro lado de la mesa. Debe reconocer que su amigo está haciendo malabares para ayudarlo en lo que sea que esté intentando, tal vez le compre un pack de cervezas el fin de semana como muestra de gratitud. Mientras tanto, se limita a probar la comida que Chifuyu ha preparado con tanto esmero para cenar.

Cada platillo tiene ese toque a hogar que hasta hace algunos años Keisuke solo había encontrado en las preparaciones de su madre. No le cabe ni la menor duda de que Chifuyu es un paquete completo.

—Bien, tengo que retirarme. —Kazutora se levanta, pero cuando está por imitarlo, el manotazo que recibe de su parte sobre la espalda lo hace reconsiderarlo mejor. De acuerdo, ha entendido el mensaje, no hay necesidad de usar la fuerza bruta—. Gracias por la comida, jefe —dice aquel dirigiéndose a Chifuyu; luego, vuelve a mirar hacia él—. Nos vemos hasta mañana y solo hasta mañana.

Quiere arrojarle algo, pero lo único que tiene a la mano es un poco de arroz. La educación que recibió en casa lo obliga a tener presente que con la comida no se juega.

Es fin de semana de nuevo, y ellos se han quedado a solas, acompañados por los platos semivacíos y Excalibur —un gato pequeño que Peke J llevó al departamento meses antes— durmiendo sobre uno de los cojines. No hay nada que le impida quedarse un rato más, salvo el hecho de que todavía tiene que estudiar para un examen que está próximo; pero, a decir verdad, estar aquí le brinda una sensación de calma.

Blue hour | BajiFuyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora