Capítulo 5: Quiero quedarme atrapado en la magia de la hora azul

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El hecho de que su motocicleta haya recorrido tantos kilómetros a lo largo de los años, y que de cierta manera una parte del salario que percibe lo invierta en retrasar su deterioro, no la convierte en una chatarra sin propósito. Gracias a ella circulan por las calles de la ciudad a una velocidad promedio, ya que el tráfico es lento pasado el mediodía. Chifuyu viaja aferrado a él, igual que en los años donde la vida giraba en torno a las pandillas y las peleas callejeras; la principal diferencia es que justo ahora ninguno de los dos lleva rasguños de importancia en el cuerpo.

El itinerario que ha designado para la cita incluye una visita al acuario, tal como se lo dijo en el instante en el que lo invitó. Posteriormente, dejará que sea Chifuyu el que decida hacia dónde quiere ir. Tienen toda la tarde y parte de la noche por delante.

Finge no darse cuenta de que el chico parece querer fundirse en su espalda, pasa por alto la presión suave que le dejan aquellos dedos en el abdomen. Sin embargo, cada latido es un indicador del efecto que Chifuyu surte en él. Estaba tan acostumbrado a atravesar por esta situación que perdió de vista los pequeños detalles, señales inequívocas de que Chifuyu moría un poquito cada que se encontraban tan cerca. Lo hace incluso ahora, cuando piensa que no puede verlo por el espejo retrovisor.

Quiere hacerle notar que ha puesto atención en su atuendo, aunque todavía no ha logrado encontrar las palabras adecuadas. Reconoce que lindo se queda corto y guapísimo podría sonar exagerado, pero es que el estilo casual con el que viste siempre le ha gustado. Piensa que la sudadera azul turquesa que lleva encima le sienta de maravilla, no importa que limite las posibilidades de que su chamarra nueva acabe en el guardarropa de Chifuyu.

Caminan uno al lado del otro para comenzar el recorrido ya al interior del acuario, sus dedos se rozan una y otra vez hasta que es Keisuke es el que toma la iniciativa de entrelazar los dedos a los de Chifuyu. No hay un gesto de incomodidad que le indique que debe reconsiderarlo, sino todo lo contrario.

—Pueden tomar todas las fotografías que gusten siempre y cuando sean sin flash. De esta manera evitamos lastimar a las especies —indica un guía hacia un grupo de niños vestidos de exploradores—. Vengan conmigo, por favor, y no se separen de sus compañeros.

Es verdad que no cuenta con una cámara profesional a la mano, pero su teléfono toma fotografías decentes. Tiene muchas fotos con Chifuyu, de los años como pandilleros y compañeros de clases, fotos donde Peke J aparece entre ellos. Las circunstancias actuales son distintas, las intenciones también.

Quizá todo lo que le falta es una foto en la que sean solo ellos dos, tan juntos, que quede claro que fue tomada durante una cita. Ir construyendo recuerdos sin la etiqueta de amigos en el aire.

—Baji-san, mira esto. —En el interior de la pecera de la izquierda, hay un pez payaso que nada hacia adelante y hacia atrás, entre los tentáculos de una anémona—. Es tan pequeño.

Chifuyu apoya el dedo índice sobre el cristal para poder apuntar hacia el pez en cuestión. La superficie transparente refleja lo maravillado que está.

—Lo veo —se limita a contestar, mientras enfoca la cámara del celular. El resultado le saca una sonrisa, porque a Chifuyu le brillan los ojos como si acabara de descubrir un tesoro.

El resto del recorrido está basado en la unión de sus manos, punto del que Chifuyu se vale para guiarlos hacia un lado y que luego Keisuke sea el que quiera llevarlo hacia el otro. Estar rodeado de especies marinas es equiparable a haberse sacado la lotería, la experiencia es diez mil veces mejor que lo que había podido ver en las fotos de la página web del sitio. Sin embargo, es ver a Chifuyu disfrutar a su lado lo que le permite comprobar que hizo una buena elección.

Blue hour | BajiFuyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora