Capítulo 4: Quiero dejar un rastro de nosotros

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La desesperación puede llevar a las personas a los peores lugares, Keisuke lo confirma en cuanto la puerta se abre y no lo recibe la persona que esperaba encontrar, sino una mujer con la cara empapada en llanto, la máscara de pestañas corrida y una barriga de seis meses.

—Edward, ¿qué carajo haces aquí, eh? Esperaba que fueras el repartidor de pizzas.

Pudo haberse dado la vuelta y regresar, es más, pudo no haber bajado del elevador, pero lo hizo y ahora no hay vuelta atrás.

—Mierda, Emma. ¿Estás bien? —averigua, preocupado al inferir que su amiga de la infancia se encuentra sola en esas condiciones.

—Todo bien, es solo que estuve viendo una película y me destrozó el alma, además de que hace una hora que pedí una pizza y no la han traído. —Emma se suena la nariz con un pañuelo—. Como sea, no te quedes ahí parado mirándome como si estuviera recién fugada del manicomio. Entra.

El departamento de Emma y Draken es espacioso, tiene ese olor característico de un hogar. Justo un piso abajo se encuentra el de Hina y Takemichi. Habría considerado entre sus opciones a este último si no se tratara del mejor amigo de Chifuyu.

—¿Qué película viste esta vez? —Porque sí, ya ha escuchado a Draken hablar sobre los maratones de películas que dejan a la chica en un mar de lágrimas incontenibles, por suerte, ha llegado cuando lo peor parece haber quedado atrás.

—Hachiko.

—Oh.

Keisuke no tiene nada qué decir al respecto; Chifuyu y él también lloraron las primeras tres veces que la vieron, pero esa es información que se reserva para sí mismo.

Con el correr de los minutos, se entera de que Draken ya viene en camino, solo que debido a un accidente vial está un poco retrasado. También, que tres horas antes Emma echó a Mikey por comerse la última dona glaseada que compró en su panadería favorita, y que lo más probable es que esté en casa de Hina y Takemichi robando algo de comida hasta que a ella se le pase el enojo. Lo compadece, sí, aunque eso no quiere decir que vaya a desaprovechar la oportunidad de burlarse la próxima vez que se lo encuentre.

Nada ha cambiado en realidad.

—Todavía no me has dicho a qué has venido. —dice Emma, atrayendo su atención al subir los pies sobre la mesita.

—Pasaba por aquí y...

—No, cariño. No vengas a mentirme a mí. —Keisuke le sostiene la mirada. Dios, ¿quién se cree? ¿Su madre?—. Traes mal de amores, ¿verdad? Tienes cara de cachorro perdido.

Y lo está, aunque no de manera literal. Si ha venido es porque le urge el consejo de una persona con experiencia en relaciones románticas, o al menos con la que la vida en matrimonio puede brindar. Draken era la primera opción debido a su discreción; la mejor, de hecho. Le queda claro que las cosas no van a desarrollarse según sus planes.

—Promete que mantendrás la boca cerrada. —Keisuke la apunta con el dedo índice derecho. Emma puede ser confiable siempre y cuando la emoción por el romance no la rebase—. Ni una sola palabra a nadie, Emma. Promételo.

—Ya entiendo todo. Es Chifuyu de quién estamos hablando. —Su amiga eleva las cejas y se ríe con picardía. El bochorno brota hasta hacerle sentir la cara ardiendo. ¿Cómo es posible que lo haya adivinado así de fácil?—. Vamos, Baji. Lo que ustedes sienten es un secreto a voces.

—¿De qué estás hablando?

Emma suspira largamente, casi derrotada.

—Sigo preguntándome cómo carajo le hiciste para entrar a la universidad.

Blue hour | BajiFuyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora