Cediendo

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Tic, tac, tic, tac...

Si se designa el radio normal de la tráquea como R, expresado en centímetros...

Tic, tac.

Y el radio de la tráquea durante la tos como r, expresado en centímetros, donde R es una constante...

Tac, tic, tac.

Maldición, esta clase apesta.

Pero eso no tiene importancia, tiene que enfocarse, ser el mejor, sobresalir como todo un...

- Ps, ps ¡Desmond!

Hizo un chasquido, jamás podría concentrarse.

- ¿Qué pasa Blackbell?

- ¿Cómo está Anya?, ¿no va a volver a clase?

- Lo dudo -aún no le habían contado sobre el incidente del otro día- la dejé en mi cuarto para que se sintiera mejor, nadie entrará ahí hasta que salgamos de clase, luego la acompañaré hasta su casa.

Becky lo miró suavemente, agradeciéndolo en silencio, luego se inclinó a su lado.

- Jamás imaginé eso de tu parte, es muy arriesgado meter a una chica en los dormitorios de los chicos.

- Sí, pero es más arriesgado dejarla por ahí en los pasillos -no volvería a cometer ese error, estando en su espacio personal era la mejor manera de tenerla protegida- nadie se dará cuenta mientras lo mantengamos entre nosotros.

- Por supuesto, aunque me quedaría más tranquila si la acompañarás -inclino la cabeza- lo haría yo misma, pero sería mucho trabajo infiltrarme en tu cuarto y tampoco creo que quieras -sonrió ante mi ceño fruncido, quitándome la hoja- vamos, yo junto con Emilie y Ewen terminaremos los ejercicios y luego pondremos sus nombres.

La miro, considerando su propuesta era muy tentativa, aunque ella raramente era tan considerada con su persona a menos que tuviera otras intenciones.

Decidiendo confiar, les hizo una señal a su dúo de despedida, siendo respondida de inmediato con los pulgares arriba, ¿qué tramaban?

Dirigiéndose a su maestro, inventó una excusa rápida para salir sin titubear, obteniéndola con éxito. Fue hacia la cafetería antes de ir a su edifico, a Anya le vendría bien un poco de comida, por lo que considero llevarle su típico estofado junto con sus manís. Ya con el pedido listo, se encaminó a su habitación, avanzando en pasos rápidos llegó a su pasillo donde inhaló lo más que pudo, intentando encontrar algo que pudiera delatar la presencia de Anya cerca, pero no hubo nada.

Bien, los supresores están funcionando de maravilla.

Tocó la puerta disimuladamente y verificando que nadie lo haya visto, procedió a entrar.

Mierda Santa.

Su aroma... ¡Su aroma estaba regado por toda la habitación! Aquella esencia exquisita del que estaba condenado, lo estaba embriagando en ese momento, ¡¿cómo es que no se nota desde afuera?!

- ¿Anya?, ¿estás bien?

Saliendo de su trance, se enfocó en busca de la pelirosa, notando como ahora su cama era un revoltijo de cobijas enrollas entre sí, amontonadas en la esquina como una especie de nudo.

No, eso era...

Su rostro se puso acalorado ante lo que presenciaba, la omega había usado su cama como su refugio, su lugar seguro para hacer su propio nido.

- ¿Anya...? -su voz se volvió aguda por unos segundos, ese acto lo había removido algo por dentro, algo acalorado gritaba en su pecho, necesitaba verla, necesitaba protegerla a ella y su nido.

Dulce ManíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora