Capítulo 3 ~La estafadora~

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Mientras cerraba la puerta de golpe pude escucharlo maldecir mil veces mientras tosía. Las ganas de regresar y matarlo de una vez por todas eran muy grandes, pero él era una de las personas en mi lista de todas aquellas a las que no les puedo hacer nada hasta que me traicionen, con la información que me dio fue suficiente para poder investigar más sobre su estúpido hijo, sabía que podía incluso hasta matarlo esta misma noche pero opte por esperarme, tenía que resolver los problemas de la empresa y luego me haría cargo de él, me importa un carajo si a su padre le urgía que lo hiciera de una vez, yo lo haría hasta que se me diera la gana. Y Javier no podría hacer nada contra eso, tendría que tener suficiente calma para esperar a que llegara ese momento.

La noche había pasado demasiado lenta toda la noche no pude dormir gracias al maldito insomnio que no me dejaba cerrar al menos unos minutos los ojos, ese tiempo sin poder dormir no lo iba a desperdiciar pues tenía tantas cosas que hacer y aproveche ese tiempo para investigar todo sobre lo que estaba pasando en la empresa me llevo un par de horas investigar más a fondo y era claro mis sospechas eran ciertas esa maldita perra había hecho un desfalco muy grande incluso me causaba gracia el hecho que lo haya hecho pensando que nadie la podría descubrir y estaba mal.

-Zorra de mierda, te has metido tu sola en el maldito matadero- murmuré mientras sonreía de forma maliciosa.- ten paciencia tu día final llegara muy pronto- dije mientras empezaba a hackear sus cuentas bancarias, sociales y metiéndome en absolutamente todas sus cosas, era tan fácil.

Se sentía como una gran estafadora y su vida no era tan privada o es que para mi saber sobre alguien me era lo más fácil del mundo solo necesitaba un par de minutos u horas para saber incluso el más mínimo detalle de sus patéticas vidas. Cada movimiento que hacía eran tan sigilosos que incluso podría arruinar su vida en par de segundo con solamente visitarla a través de una computadora después visitarlas en persona y acabar con sus miserables vidas.

Después de estar viendo su información me fijé en la esquina de la computadora y pude ver que ya eran las 05:00 am y el sueño empezaba a aparecer, solo tenía cuatro horas para dormir, siempre entraba a la empresa después de las once, odia que todos llegarán tarde al trabajo pero yo era la que iba mucho más tarde que todos, realmente no tenía hora de entrada si llegaba temprano era por juntas urgentes y si no lo eran no llegaba, mandaba a mi secretaria o a la subdirectora...

-¿Si?- hable adormilada en cuanto colgué al teléfono.

- Buenos días, señorita Anya, perdón por molestarla- se escuchó al otro lado de la línea.

-Jmm- fue el único sonido que salió de mi boca.

-La señorita Alice ha presentado su carta de renuncia- habló sin esperar otra respuesta de mi parte.

-Recházala- dije estando más despierta- por ningún motivo acepten su renuncia, hablaré con ella en cuanto llegue la oficina.

-Entendido, nos vemos más tarde- dijo al otro lado de la línea, cosa que no preste atención y solo termine la llamada.

Eran tan solo las 9 de la mañana era justo la hora en que tenía que levantarme, maldije pero igual agradecí que llamara pues la alarma no la había activado, sin prisa alguna me dirigí a la ducha a tomar una tranquila ducha, afuera hacía frío pero era tolerante. Después de la ducha baje a desayunar sin ninguna prisa tome un poco de jugo de naranja natural, pan tostado con mermelada de fresa y antes de irme me cepille los dientes y puse mi abrigo lista para ir a la oficina.

El recorrido que hacía entre mi casa y la oficina era de casi cuarenta minutos, algo retirado pero me gustaba hacer siempre eres recorrido.

-Buenos días, señorita Anya- saludaron los empleados que pasaban cerca del elevador y me vieron al abrirse las puertas.

En la oscuridad del deseo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora