Capítulo 6

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-No tenías que traerme a casa -dijo Camila mientras Lauren aparcaba el BMW frente a su apartamento.

-No voy a dejar que tomes el autobús a estas horas.

-Siempre voy en autobús.

-Ya no. Mi prometida no puede viajar en transporte público.

Prometida. Camila tragó saliva. Su último matrimonio había sido un terrible error. ¿Aquél sería mejor o peor, ya que el amor no entraba en la ecuación?

-Tu prometida no puede permitirse pagar un dólar la hora en un aparcamiento.

-Con el dinero que estás a punto de recibir, sí -contestó ella.

Camila se mordió los labios. Tenía que marcharse. Tenía que pensarlo bien y descubrir si había alguna otra manera de conseguir su objetivo.

«Admítelo», pensó. «No hay otra manera. Esta es tu única oportunidad de descubrir la verdad».

Apretando el bolso y la carpeta con los documentos del acuerdo, bajó del coche.

-No tienes que acompañarme a la puerta. La zona está bien iluminada y es muy segura.

Pero Lauren salió del coche y la tomó del brazo. Y, aunque la había tocado una docena de veces esa noche, Camila tuvo que contener el aliento.

-¿Dónde están los ascensores?

-No hay ascensor. Yo vivo en el tercer piso.

Y no la quería en su diminuto apartamento. Después de ver el lujo al que estaba acostumbrada, su piso le parecía vulgar e inadecuado. El edificio Art Decó había sido renovado recientemente para inquilinos de clase trabajadora y era poco más que un pasillo con un par de habitaciones.

Nada más entrar echó un rápido vistazo para ver si había dejado algo inconveniente a la vista... como el archivo que había reunido sobre su madre. O el otro, sobre Lauren, con su nombre escrito en letras grandes.

-Bueno, gracias por llevarme al cóctel de los Ainsley y por enseñarme tu casa.

Pero Lauren dio un paso adelante, obligándola a apartarse. Mientras miraba alrededor, la diminuta cocina a la izquierda, el cuarto de estar frente a ella, la puerta que llevaba al dormitorio y al minúsculo cuarto de baño, se quitó la chaqueta y la colgó en el respaldo de una silla.

-¿Qué haces?

-Ponerme cómoda.

-No tienes que quedarte. Voy a echarle un vistazo a estos papeles y hablaremos mañana -Camila se quedó en la puerta, esperando que entendiese la poco sutil indirecta.

Pero en lugar de eso Lauren desabrochó los puños de su camisa, revelando unos antebrazos delgados, pálidos y delicados.

-Prefiero repasar los documentos contigo.

-No hace falta. Si tengo alguna duda, te lo diré mañana.

-¿Estás intentando librarte de mí, Camila? -sonrió ella, cerrando la puerta.

Su pulso se aceleró.

-Es que tengo que levantarme temprano.

-Sólo son las once y a tu jefa no le importará que llegues un poquito tarde.

-No puedo llegar tarde. Tengo que pagar al repartidor de cerveza...

-El camión de la cerveza no llega hasta las diez. Venga, tenemos que revisar un par de detalles -la interrumpió ella.

-¿Qué detalles?

-Por ejemplo, la forma de pago. Dinah lo ha puesto por escrito en el contrato, pero prefiero contrastarlo ahora contigo. Recibirás cuarenta y un mil dólares al mes. El primer pago será transferido a tu cuenta corriente después de la boda.

The ProposalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora