Capítulo uno.

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Mientras se reproducía la corta melodía de menos de casi un minuto y le mostraba a los participantes aquel gran lugar por medio de pequeñas pantallas, Aquino sólo podía atinar a prestar la mayor atención, analizando el lugar.

Conter le miró curioso, pues no era tan normal ver al castaño concentrado de esa forma.

Una vez le prestaron atención a las imágenes, pronto volvieron a escuchar aquella voz.

"Les presentamos las Islas de Hopeland, las cuales están divididas por sus características, cada uno de ustedes deberán sobrevivir con los materiales que les proporcionen las islas, hasta que haya un total de cuarenta jugadores, no podrán entrar a la Isla Madre hasta entonces.

Ahora, algunas reglas que deben saber.

No están permitidos los grupos, solamente pueden ayudar a sus compañeros asignados. No pueden ir a la Isla Madre antes del tiempo asignado. Pueden hacer las preguntas que quieran, pero no rompan los sistemas. Está prohibido que escapen de sus islas a otras si los puentes están cerrados. El pvp esta activado todo el tiempo menos los primeros dos días. No pueden revivir. Solamente podrán cruzar y matar a otros jugadores cuando los puentes se abran, es importante que regresen a sus islas antes de que se cierren los puentes. Está permitido el tradeo. Pueden tomar las cosas de participantes muertos. No rompan las cuevas sagradas.

¡Y eso es todo participantes! Si tienen dudas pueden consultar a su servidora, Perial. Mucha suerte y que sus islas les ayuden a sobrevivir".

Fue lo último que se escuchó de aquella voz femenina.

Después de ello, Aquino y Conter intercambiaron miradas, sabiendo que el otro tenía dudas, tal vez distintas pero que ambos tenían, por lo que el castaño decidió llamar.

— ¿Perial? — Cuestionó el castaño al aire, esperando una respuesta.

— Pregunten, jugadores. — Respondió aquella voz femenina que dejó de sonar amigable, ahora solo escuchándose monótona y enigmática.

— ¿Quién creó Hopeland? — Cuestionó Conter con incertidumbre, esperando que la voz volviera a aparecer para obtener una respuesta.

— Es información confidencial, jugador veintitrés. —

Eso absolutamente no resolvía ninguna duda que pudieran tener respecto a ese tema, el castaño sólo atinó a suspirar de forma ruidosa, captando nuevamente la atención del peliblanco.

— ¿Pronto saldremos de aquí? — Cuestionó esta vez Aquino, mirando de reojo a su compañero.

— En unos minutos más, jugador veintidós. — Respondió.

Con ello dejaron a Perial y finalmente Aquino se quedaba a solas con Conter. 

El peliblanco volteó a ver al castaño, de inmediato notando algo extraño. Aquino inconscientemente estaba enterrando sus uñas en su antebrazo, sin llegar a lastimar su piel, pero notando que eso podría dejar unas marcas que tal vez se quitarían en cuestión de segundos. Conter decidió acercarse a posar su mano en el hombro ajeno, captando así la atención de su amigo.

— ¿Estás bien, Aquino? — Preguntó mientras sus ojos azules se fijaban en las acciones ajenas, notando que este bajó su brazo.

— Sí, no te preocupes. — Respondió en tono bajo, casi como un pequeño susurro.

Así volvió el silencio, siendo ciertamente incómodo por estar a la espera de nuevas indicaciones, dejando a cada quien con sus pensamientos. Los minutos pasaban lentamente y a pesar de que Aquino no era un gran conversador, pero definitivamente no quería iniciar de esa forma con su amigo, mucho menos cuando pronto estarían hablando cada tanto para ayudarse mutuamente.

— ¿Cómo llegaste aquí tu? — Cuestionó, dejando toda su atención sobre el ojiazul.

— Pues, me inscribí al evento, ¿tu? — 

— ¿Qué? Yo llegué aquí por un portal, no recuerdo haberme inscrito ni nada, ni siquiera sabía que existía este evento. — 

— ¿Cómo? ¿No llegaste aquí por el premio entonces? — 

— ¿Hay premio? —

Con ello, el silencio volvió a reinar, pero ya no era incómodo, sino llenaba de dudas a los dos amigos que estaban ahí. Conter no entendía cómo era posible que entonces Aquino llegara a ese lugar, mucho menos de aquella forma, siendo que el castaño se veía muy confundido, todo aquello le hizo saber que entonces cuando Aquino llegó, no estaba enojado, sino asustado porque su amigo, absolutamente, no sabía del evento.

El peliblanco sólo atinó a suspirar. 

— Entonces creo que debo explicarte de que va el evento. — Musitó.

Pero antes de siquiera poder explicarle al castaño, la, ya conocida, voz de Perial resonó nuevamente.

— ¡Es hora de que salgan jugadores! Esperamos se diviertan y les deseamos las mejores de las suertes. — 

Los habían jodido y en grande.

Anxiety. - Conterquino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora