Mi destino está en manos de mis errores
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Las peligrosas corrientes del rio nos hicieron remar con cuidado, por ello tardamos tres días hasta llegar a la orilla oeste. Una vez ahí los hombres del gobernador hicieron entrega de caballos, poneis y más provisiones; de inmediato huyeron despavoridos, nadie quería estar bajo la sombra de la montaña. No avanzamos mucho antes que el sol se ocultara. Pasamos una noche helada y solitaria; no hubo lugar para risas, cantos o historias con el destino de la misión pendiendo de un hilo. La mañana que le siguió fuimos al noroeste desviándonos por el rio rápido hasta la desolación del dragón. El final del viaje y mi pronto encuentro con Smaug se acercaban, pero lo único en lo que pensaba era en Kili, me preocupaba que el resfriado se hubiese convertido en algo peor y que los hombres del lago no tuvieran la medicina necesaria.
Aquella noche en que discutimos el plan en bolsón cerrado parecía ya muy lejana, pues desde entonces habíamos caminado incontables caminos, combatido a los siervos de Sauron y superado innumerables inconvenientes, para por fin encontrarnos en la puerta lateral de la montaña.
Era tiempo de cumplir con mi deber, mi reputación y miles de vidas dependían de la muerte del dragón. Aunque por primera vez en mi existir dudé; mi cuerpo desgastado no parecía el adecuado para acabar con la bestia. Presioné mi espíritu para al menos por una hora lograr ser fuerte. Todos mis miedos salieron a la luz, pero ya no era mi alma por la que temía. El rápido desvelo de una visión llego a mí: era Kili pereciendo sobre una mesa de madera en una casa descuidada. Iluvatar me había dado la oportunidad de salvarlo.
—No puedo —grité—, ahora que la puerta se ha abierto he de pedir que me esperen; he cometido un gran error y he puesto una vida en peligro.
—¿Qué vida puede valer más que todo nuestro viaje?
—¡La de su sobrino Kili! Le he dejado a propósito, sé que yo fui la primera en pedir que lo dejaran, pero mi rencor hablo por mí. Le amo y no estoy dispuesta perderlo.
Reclamos, gritos e incluso amenazas me lanzaron, a ninguna de ellas presté atención. Extendí mis alas para volar fuera de su vista, después abandoné mi forma corpórea dejando que la brisa otoñal me llevara a mi destino. Al llegar a la ciudad observé un puñado de orcos en las cercanías de un hogar, de este lugar salió Legolas que empezó a darles caza; su presencia me desconcertó, pero tenía que encontrar a Kili cuanto antes. Recobré mi forma y mi primer instinto fue entrar en la dichosa casa; en ella estaba Kili sobre una mesa de madera, a su lado Tauriel intentando torpemente curarlo:
—Debes traerme Athelas rápido.
—¿Athelas? Tendrías que ir hasta Gondor para conseguirlas y aunque lo hagas dudo que una elfa silvana como tu tenga la habilidad de curarle.
—¡Aldariel! —exclamó Kili.
—Quiero que todos salgan de aquí, ya no tengo tiempo, ni voy a dar explicaciones.
—Siento mi vida escapándose, ¡perdóname por todo lo que te dije! No me quiero ir sin antes decirte cuanto te amo.
—Cállate, no irás a ningún lado.
Abrí su camisa y me horroricé al ver el negro hematoma que abarcaba su pecho. Esa lesión era la causante de la dificultad por respirar y no el resfriado como erróneamente había creído. Si bien no tenía un don para las artes curativas, poseía algo más poderoso, la Elessar. Con la piedra élfica fui capaz de salvarlo.
Levantó con delicadeza su torso para quedar sentado. El color de la vida había regresado a su piel. Posé mi mano sobre su muslo y la otra en su mejilla, ¿podía vivir sin él?, si, sin dudarlo, pero eso no significaba que no lo amara; quería para él una larga y feliz vida.
—Esta es la segunda vez que casi te pierdo, tienes por delante una gran vida en la que yo ya no estaré para salvarte. Prométeme ser cuidadoso.
—Aun podemos arreglar las cosas.
—Sí, pero no es lo que deseo, este viaje ya ha culminado. Tu tío está ahora en la montaña, al dragón no me tomara mucho tiempo matarle.
—¿No has matado al dragón?
—Tenía que salvarte primero.
El violento estremecer de las paredes, cesó nuestra conversación. Escuchamos gritos de agonía provenir de las calles para después sentir un insufrible calor. Smaug había llegado.
—¡Oh Aldariel! —lamentó Kili.
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Mujer De Ninguna Parte
FanfictionNo tiene un punto de vista, no sabe hacia dónde va, ¿no es un poco como tú y como yo? Aldariel la hija prodiga de Valinor se encuentra en el peor punto de su vida. Se ha convertido en una mujer desgastada que se emborracha en bares de mala muerte...