the sex therapist next door | Samo

Capítulo Seis

"Soy una completa y absoluta idiota."

Jihyo resopló, luego se desplomó en el sofá junto a Sana. "Sip."

Molesta por la réplica predecible, Sana le dio un golpe a Jihyo con el hombro. "Tal
vez esperes hasta que te diga por qué?"

"Oh, cierto." La luminosa sonrisa de Jihyo desmentió su rostro cansado e iluminó
toda la habitación incluida a Sana. "Adelante. Especifícalo para mí.” Jihyo era su opuesto en casi todos los aspectos más alta unos quince centímetros, más rubia por al menos varios tonos, y el producto de una infancia sin lugar a dudas feliz, cortesía de dos padres que realmente se amaban. Su padre, Jimin, era el hermano mayor de la madre de Sana, un larguirucho, de mente brillante ingeniero cuya compasión por los demás lo había inspirado a unirse al Cuerpo de Paz justo después de la universidad. Allí fue donde conoció a Rosé la madre de Jihyo, una compañera de trabajo voluntario cuya pasión por enseñar a los niños de la escuela ghanesa se ganó a Jimin de inmediato, por lo que el cuenta. Se casaron en unos meses, dando a luz a su hija ese mismo año. Jihyo pasó los primeros cinco años de su vida en Ghana, hasta que Jimin y Rosé decidieron regresar al lugar donde nacieron en busca de más y mejores
oportunidades para Jihyo de las que probablemente encontrarían mientras luchaban para hacer del mundo un lugar menos terrible.

Aunque habían enfrentado su parte justa de luchas después de regresar al ‘país de la libertad’, Sana siempre había envidiado a la pequeña y feliz familia de su prima. Su devoción mutua era palpable, como nada que hubiera recibido de sus propios donantes inútiles de óvulos y espermatozoides. Sean cuales fueran los celos que Sana sintiera convivieron junto a una profunda fuente de gratitud. Todo ese amor, aceptación y estabilidad habían producido su apoyo emocional y la mejor amiga que había tenido nunca.

Teniendo en cuenta el preciado lugar de Jihyo dentro de su corazón, Sana resistió la tentación de darle otro empujón más duro. "Te encantará esta, estoy segura."
Riéndose, Jihyo cruzó los brazos sobre su pecho y giró la cabeza para encontrarse
con la mirada de Sana.

"Eso espero. Ha sido un día infernal, y realmente me vendría bien la distracción de mis propias miserias."

"¿Está todo bien?" Sana frunció el ceño. "Los cuentos de mis estupideces pueden
esperar si necesitas a alguien que te escuche."

"Estoy bien." Jihyo palmeó la rodilla de Sana. “Pasé la tarde con un paciente
masculino que sufre de demencia temprana y cada vez más manos errantes. Nada que no pueda manejar, pero ya está cansándome."

El ceño de Sana se intensificó. "No me gusta como suena eso."

"Y no me gusta que me agarren las tetas, pero un cheque de pago es un cheque de
pago." La sonrisa de Jihyo se volvió aún más alegre, como para alejar la fealdad de lo que había soportado. "De todos modos, no me tengas en suspenso. ¿Por qué eres una idiota? Esta vez, quiero decir.”

Saba refunfuñó. "Esta vez, ¿eh? Bonito."

"Cariño, esta no es la primera conversación que inicias al confesar que ya lo hiciste o que estabas a punto de hacer algo lamentable y/o imprudente. Por favor, no esperes que actúe sorprendida en cada movimiento.” Jihyo se mordió el labio inferior, como para evitar que su alegría creciente salga a borbotones. "Hemos sido amigas durante tanto tiempo que soy consciente de tu tendencia a hacer el tonto de vez en cuando."

Sana se rindió a la tentación y le pellizcó el codo a Jihyo, lo que provocó un estruendo contagioso de carcajadas. Incluso mientras intentaba fruncir el ceño con desaprobación, Sana no pudo evitar reírse.

"Venga. Eso no es cierto, y lo sabes. Tú misma lo has dicho: soy una persona
notablemente equilibrada y madura, dada mi edad y mi historia."

"Sí. Una que a veces hace tonterías para impresionar a las mujeres.” Jihyo alzó el
otro pie al sofá y se sentó con las piernas cruzadas frente a Sana. "A menos que lo que estés a punto de compartir no tenga que ver con una mujer a la que quieras
impresionar."