Capítulo 1.

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Piiiiip. Piiiiip. Piiiiip.

Llevo dos minutos escuchando ese pitido, y no entiendo de dónde viene. Por alguna razón soy incapaz de abrir los ojos. Intento moverme, y en seguida me doy cuenta de que no ha sido la mejor idea, cuando un gemido se escapa involuntariamente de mi boca.

"Auch. ¿me ha atropellado un camión o algo así?"

Aunque... es una muy buena pregunta. ¿Dónde estoy y qué me ha pasado? Cuando intento hacer memoria, me entran náuseas y me arde la cabeza. Decido dejarlo para más tarde y me centro en lo más importante: abrir los ojos. Tras un par de intentos fallidos, la intensa luz blanca va disminuyendo y las manchas se vuelven menos borrosas.

Echo un vistazo a mi alrededor, pero lo que veo, lejos de resolverme dudas, me genera más. Estoy en una sala completamente blanca, tumbada en una cama y con manos y pies atados. Observo la vía intravenosa que sale de mi brazo derecho, y el monitor al que estoy conectada, del que sale el molesto pitido que me despertó.

"Necesito... que venga alguien. Agua."

Al abrir, la boca, lo único que sale de ella es un graznido más propio de un cuervo que de una persona. Sin embargo, alguien se acerca a mi cama con un vaso de agua y me lo lleva a los labios. Doy un par de sorbos agradecida y trato de enfocar la vista en mi salvador, que resulta ser un chico jovencito, de entre 19 y... 22 años, por la cara de niño, aunque viste de una manera bastante anticuada para su edad y su mirada transmite algo extraño. Es como ver a un señor de 40 años encerrado en el cuerpo de un joven recién salido de la adolescencia.

Mi garganta no responde, así que solamente lo miro, esperando que sea él quien decida iniciar una conversación (más bien monólogo) y de paso recibir ciertas respuestas. Sin embargo, continúa mirándome sin hacer ningún ademán de hablar. Intento establecer comunicación, tarea bastante difícil en estos momentos.

-¿Dónde... estoy? ¿Quién eres?

A pesar de que mi voz es un susurro inaudible, abre los ojos con sorpresa y se acerca a mi cabecera. Comienza a hablar muy claro y despacio, y una parte de mi sabe que algo debe ir muy mal conmigo para que crea que tiene que hablarme como si fuera imbécil.

- ¿No te acuerdas de mi?

Tras decir eso, guarda silencio expectante, y tras ver que no va decirme siquiera su nombre, decido probar con otra pregunta que lleva molestándome desde que me desperté.

-¿Quién... cómo me llamo?

La cara del muchacho palidecer tres tonos es lo último que veo antes de que apriete un botón y todo se vuelva oscuro otra vez.

Amnesia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora