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Él, era un obsesivo con el canon.
Ella, una anomalía creada por él mismo.
Miguel quiere cazarla por no ser como los demás, pero la realidad es que su existencia tiene más sentido de lo que parece.
Será una caz...
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El sonido de unas respiraciones agitadas y las pisadas pesadas era lo único que se escuchaba en aquel extenso lugar. Una figura femenina corría lo más rápido que daban sus pies por aquella zona casi deshabitada, algunos ojos veían como corría con desesperación pero sólo se limitaban a seguir con lo suyo e ignorar.
—¡Detente ahora mismo!
Aquel grito solo hizo que los pocos presentes se mantuvieran mucho más alejados de la chica que huía.
Una gran figura azulada iba a toda velocidad, persiguiendo a su presa, destrozando todo lo que veía a su paso, bufidos y gruñidos llenos de odio puro.
—Lyla, buscala
—Lo siento, no puedo, le prometí que no te ayudaría
—¡Hazlo!
—¡No tienes porque gritarme! Estoy justo al lado tuyo -bufó y lo miró-, y ya te dije que no porque así no es la forma de pedir las cosas
—¡Bien! La buscaré yo
Una caza comenzaba, donde uno tenía más ventaja que el otro pero a pesar de ello la experiencia ganaba.
Colgando de uno de los techos, riendo, la fémina observaba la desesperación del contrario al intentar encontrarla y fallando rotundamente, hasta que por su pulsera apareció la figura de Lyla que se veía un poco molesta.
—Me debes mucho por estarte ocultando de Miguel, ¿ahora qué fue lo que le hiciste mientras yo no estaba? -cruzando sus brazos vió a la contraria con seriedad-
—Nada Lyla, tú tranquila, no fue tan grave como piensas
Un rugido lleno de coraje se oyó por todo el lugar, poniendo nerviosas a ambas chicas. Volteando a todos lados buscando con su mirada a la figura varonil, la chica al no verlo por ningún lado se comenzó a poner nerviosa e intentó buscarlo con su sentido arácnido pero reaccionó demasiado tarde. Aquel hombre la había encontrado y tirado desde el techo al suelo con un gran empujón acompañado de gritos de auxilio de la chica, algunas risas de Lyla y gruñidos de ira por parte del hombre.
—¡Migue! Fue un accidente ¡lo juro!
Una ola de ira cubrió al jefe de los Spidys, intentando darle algún puñetazo y fallando en todos y cada uno de ellos, la chica era rápida y no podía encestar un golpe preciso que la dejara aturdida o en el otro mundo. Solo creaba grietas en el suelo de concreto por la fuerza de sus puños. Tanto era el ruido por los golpes y gritos de auxilio que Jess apareció para calmar al mayor que se le notaba más que furioso y separarlo de la chica antes de que ocurriera una tragedia de la cual se lamentaran más tarde.
