Capítulo 1. El comienzo.

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La gente piensa que los cambios duelen y, personalmente, creo que es verdad. Pero, como he podido comprobar, no todos los cambios dejan esa marca de dolor en tu interior, sino que siempre hay una manera de afrontarlos y continuar tu vida con una sonrisa en la cara y una buena historia para contar, como estoy a punto de hacer. A veces cuesta tiempo adaptarse a ellos, pero si te centras en ver lo positivo, te darás cuenta de todas las cosas maravillosas que pueden ofrecerte. Y creedme, sé de lo que hablo.

Me llamo Mandy y tengo doce años. Soy americana y solía vivir en Pasadena, cerca de Los Ángeles, hasta que un cambio llegó a mi vida. Dos semanas antes de que terminara primaria, mis padres me dijeron que le habían ofrecido un trabajo muy bueno a mi madre en Logroño (España) y, que al ser la oportunidad de su vida, lo había aceptado. Eso significaba una cosa: mudanza. Digamos que me gustó la idea. A ver, seamos claros, iba a ir a vivir a un país totalmente nuevo para mí, sí, pero a decir verdad España siempre me ha atraído y no creo que vaya a tener dificultad con el idioma, porque lo he estado estudiando en el colegio desde que empecé primaria y siempre he sacado buenas notas. Puede que lo más difícil de todo fuera tener que despedirme de mis amigos, pero me consolé con que iba a poder hablar con ellos ya fuera por videollamada o por cartas y que iba a poder hacer nuevos amigos allí en el instituto. Aunque he de decir que una parte de mí tenía miedo ya que ser la nueva no suele resultar lo más agradable del mundo por lo que me han dicho. Además, estaba súper contenta por mi madre.

El lunes por la mañana me levanté muy rápido, no me apetecía nada quedarme en la cama. Quería aprovechar al máximo mis últimos diez días de colegio, así que me vestí y desayuné. Mientras lo hacía, mi madre me dijo que por la tarde íbamos a empezar a recoger alguna cosa y yo acepté.

Más tarde, cuando ya había acabado de hacer todo, caminé un rato hasta encontrarme enfrente de Sunshine School and High school y cuando entré por sus puertas abiertas no pude evitar sentir un nudo en mi estómago al pensar que al año siguiente no iba a poder estudiar ahí.

Al ver que mis amigas todavía no habían llegado porque yo había ido demasiado pronto, decidí sentarme en un banco del patio, sacar mi móvil (ya que estaba permitido en ese espacio) y mis cascos portátiles para poder escuchar algo de música antes de que empezaran las clases. Mientras el pelo acariciaba mi melena rubia y me refrescaba la cara, empecé a escuchar Heartlands y Four Moons de Mandy Moore, mi cantante preferida que encima se llama igual que yo. Al ritmo de esas canciones, todos los miedos que tenía desaparecieron y me mostraron que era más fuerte de lo que creía y que podía enfrentarme a cualquier cosa. Pasada una media hora, empezó a llegar un montón de gente al patio de la escuela, por lo que guardé mis cosas y me reuní con Lily, Daphne y su hermana Molly.

- Hey Mandy.- me llamó Lily.- ¿Qué tal?

- Muy bien.- le contesté.- Oye, chicas, tengo que contaros algo.

- ¿De qué se trata?- inquirió Daphne.

- Bueno...

- Vaya Mandy. No será que tienes un crush en Zach o Taylor ¿no?- se rio Molly en mi cara.

- ¿Qué? Venga ya Molly, no tengo ningún novio ya lo sabes, además esas cosas del romanticismo tan jóvenes no me van demasiado. Puede que Taylor y Zach sean mis amigos, pero no tengo nada más con ellos ¿vale?- dije un poco irritada.

Digamos que a mis amigas ya no les interesa nada más que los chicos (sobre todo a Molly) y lo peor es que solo tenemos doce años. Según ellas, es la edad en la que ya tienes que tener un novio, pero a mí eso solo me parece una tontería. Así que no es de extrañar que cuando les tienes que contar una cosa seria se piensen que lo que les vas a decir es que te gusta un chico. Puaj.

Equipo Mágico: El comienzo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora