PARTE 1

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HELENA MAZERATTI

D

iez años han pasado que no pisaba mi tierra y mis raíces que no me había dado cuenta cuánto extrañe las calles, el tráfico del que antes me quejaba incluso los edificios antiguos que rodean con extremada exquisitez antigua. La cultura e historia que abarca mi país es algo de lo que jamás tuve en cuenta, supongo que uno valora las cosas cuando se le es arrebatada y eso es exactamente lo que sucedió cuando mi padre decidió enviarme lejos de aquí, con la excusa de recibir una educación acordé a nuestro estatus. A los once años no sabía el motivo por el cuál, Gustavo Mazeratti, había tomado esa decisión pero con el correr de los años comprendí que era totalmente iluso enviarme a España a estudiar cuando aquí, en Roma, se encontraba unos de los mejores institutos para la alta sociedad. Llegue a la conclusión que mantenerme lejos de su vista era la mejor de sus opciones sino me equivoco, la única que existió. De todos modos, nunca quise tocar ese tema porque no quisiera escuchar una respuesta que no estaba segura de querer oír, entre tantas otras pero he encontrado alivio en lejanía porque no me interesaba en lo más mínimo formar parte de sus negocios. Para eso, estaba mi hermano.
Solo quiero disfrutar de las comodidades que me brinda el dinero y de vivir la vida. Eso es lo que deseo, y no pienso perder el tiempo en entender porque mi propia familia me quiso lejos durante tantos años, sin visitas ni mensajes, ahora prefiero dedicarme a reencontrarme con aquellos amigos que deje en mi infancia.
Emma De Angelis, seria la primera en la lista. Quedamos en encontrarnos en la Plaza Di Trevi para ir de compras, buscar el vestido ideal para que está noche luzcamos un modelito de infarto en el evento. Durante la mañana Emma me envió un mensaje y no tardamos ni dos segundos en ponernos de acuerdo en vernos, esa chica había sido mi mejor amiga durante mi niñez y según mi hermano ella seguía siendo igual de dulce como la recordaba.
Baje del auto en cuanto Franco, mi guardaespaldas, estacionó el vehículo. Saque mi celular del bolsillo de mi pantalón blanco de lino y busque el chat de Emma.
"Pantalón blanco."
Tecleé en mi celular y envié el mensaje.
De seguro Emma no iba a reconocerme después de diez años. Su último recuerdo debe ser de una niña que usaba coletas.
Observé la gente que paseaba por allí con sus cámaras, hablando y sonriendo pero ninguna resultaba ser a la chica que figuraba en la foto de perfil del chat.
Mi celular vibró y abrí el mensaje.
"Estoy que flipó. ¿Eres la morena que está apoyada en ese Audi?"
Comencé a reírme y levanté la mirada encontrándome con una infartante rubia parada frente a mi, se quitó las gafas negras que cubrían unos impresionantes ojos azules rasgados. Una sonrisa se extendió en su rostro provocando que su belleza se intensifique.
Quedé boquiabierta al reconocer a Emma Di Angelis. Mi hermano me comentó que se había convertido en una mujer muy bonita pero sus halagos quedaron muy cortos para ser sinceros.
Llevaba unos jeans anchos con roturas en las rodillas, una remera negra con la estampa de un auto tres talles más grandes, una cartera pequeña, aretes en forma circular grandes y unas zapatillas Nike blancas.
A pesar de su atuendo relajado y canchera lucia hermosa.
- Helena Mazeratti... - Se acercó coqueta. - Espero que me hayas extrañado tanto como yo a ti, bastarda. - Bromeó aún sin dejar de sonreír.
- Claro que si, terremoto. - Salte sobre ella prácticamente y nos hundimos en un abrazo sincero, cargado de cariño y nostalgia.
Sin dudas, eche de menos al terremoto de Emma. Supongo que perdimos el contacto porque mi padre se negó rotundamente a que tuviera celular o redes sociales para interactuar con mi gente porque de haber podido, mi relación con ella seguiría siendo la misma a pesar de la distancia.
- Nos debemos una vida de charla... - Dijo efusiva. - Pero antes, vayamos por un trago porque este calor me está matando, chica.
- ¿Y que estamos esperando? - Tire de ella para subirnos al Audi.

Durante el día con Emma se trató de ponernos al día, nos contamos acerca de nuestros cortos enamoramientos, de como habíamos terminamos el instituto y sobre todo el gusto por la moda. Note que la pequeña niña de once años que deje aquí cuando me marche seguía siendo igual de amorosa y alegre, como también descubrí que no quedó sola sino que curiosamente mi hermano se convirtió en su amigo e incluso protector al igual que nuestro grupito de amigos que tenía antes de irme, destacó en más de una ocasión a Alexander Salvatore e intui que es su mejor amigo porque cada vez que mencionaba su nombre en alguna anécdota sus ojos brillaban demostrando su adoración por el menor de aquella familia aunque sucedió lo mismo con Matteo.
Recuerdo aquel par, ambos traviesos y revoltosos. Al parecer no habían cambiado tanto desde la última vez que los ví pero sí mucho en lo físico. Ya son hombres, muy atractivos y famosos en la ciudad dado a sus exitosas empresas.
- Matteo está muy emocionado por verte. - Menciono Emma al mirar la imagen en la que se encontraban ellos tres sonriendo. Matteo se está abrazandola mientras le hace cuernos con los dedos a Alexander. Este mismo, tiene a Emma en sus piernas.
Sin dudas en una imagen muy dulce, captada desde lejos que el único que percata de ese momento en Matteo porque está mirando a la cámara mientras que los otros dos simplemente ríen sobre vaya uno a saber de qué.
El cambio de Alexander me dejó pasmada, siempre supe que llevaría lo que se le fue otorgado de nacimiento porque si de algo se destacaban los Salvatore, era por su elegancia y belleza. Sin dudas, él no sería la excepción.
- ¿De verdad? - Pregunto anonadada. Realmente me sorprende que desee verme después de tanto tiempo, además vivíamos peleando aunque la mayoría de la veces era porque Alexander se lo imponía.
- Obvio que si. - Me guiño un ojo antes de tomar el vestido que usaría está noche. -¿Qué dices?. - Preguntó sin quitarle la mirada.
- ¿Buscas impresionar a alguien?- Pregunto enarcando una ceja. En seguida sus mejillas se ruborizaran, me miró avergonzada pero sonriente.
- Tal vez. - Sentenció con algo de duda en su tono de voz. Fue débil e inestable.
Estuve tentada en preguntarle quién sería el afortunado pero me pareció pronto, no solo porque llevábamos unas cortas horas de reencontrarnos sino porque me pareció que ni ella misma estaba segura de que su plan de impresionar a ese hombre funcionaria.
- Definitivamente debes usarlo. - La animé.
Sea quien fuese esa persona, no tengo duda alguna que lo dejaría boquiabierto. Solo espero que sepa ver qué tiene luz verde para avanzar.
La ví sonreír por un instante hasta que se percató que la estaba observando, fue entonces que le entrego el vestido a la vendedora.
- Está noche debes usar un Dolce & Gabbana. - Me apuntó con el dedo antes de girar sus pies y dirigirse hacia los vestidos de alta costura de color negro. Paso cada prenda analizandola para buscar la perfecta para la ocasión y agradezco su ayuda ya que hace mucho tiempo no asisto a este tipo de eventos.
Durante mi estadía en España, no tuve la oportunidad de asistir a reuniones o fiestas de alta sociedad porque mis padres rechzaban las invitaciones, por ende, no podía ir. Jamás sentí la atención de la prensa de la que tanto hablaba Emma o de las constantes cámaras que se escondían entre los árboles para tomar una imagen y así publicarla en alguna revista.
- ¡Este!- Exclamó efusiva. Tendió la prenda frente a mi cuerpo como si estuviera visualizando el vestido. - Es perfecto. - Concluyó sonriente.
- Me encanta. - Sonreí.
Es atrevido pero elegante, discreto y a la vez llamativo y el color negro satinado con esos detalles en dorado realzan la prensa.
Es ideal para esta noche.



Emma Di Angelis 🩷

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