Capitulo 1

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Una linda y pequeña alfa de 10 años se encontraba jugando con varios niños en un orfanato mientras reían alegremente.

Sin duda algo que admiraban los padres de la alfa era el gran corazón puro y bondadoso de su hija.

Incluso la pequeña alfa les había pedido a ruegos frente a sus padres que de favor donarán ropa, comida y dinero a una fundación donde existían niños huérfanos que no tenían una figura paterna y materna, junto a ellos.

El corazón de la alfa se hablando al ver a los pequeños cachorros con sus huesos casi notandose o su ropa ya descolorida por el tiempo que llevaban usando la misma prenda.

Sus padres cedieron ante el noble gesto de su hija y días después llegó miles de despensa, mucha ropa y dinero para las instalaciones del lugar, creando así un nuevo y seguro refugio para los pequeños.

Por agradecimiento la institución brindó un reconocimiento a los Reyes de Venecia y a su hija por tal acción.

Desde aquella vez que la alfa visitó cada cuarto de el orfanato se encariño con los cachorros que varios de ellos tenían su edad.

Lisa los iba a visitar cada fin de semana ya que por el colegio se mantenía un poco ocupada, pero nada impedía su visita.

— Somi ya te vi — grito la alfa mientras la omega salia de su escondite y dejaba salir un suspiro en derrota.

— Siempre me encuentras— respondió la pelirubia quejándose.

— El olor a fresa en la habitación te delata— admitió mientras reía.

— Al final esconderme bajo la cama no sirvió de nada— realizó un puchero mientras cruzaba sus brazos.

— Anda, busquemos a los demás— sonrió mientras tomaba de la mano a la omega.

Ambas se dieron a la búsqueda de encontrar a sus otros amigos que estaban escondidos en cualquier lugar de las habitaciones.

Una pequeña cabellera castaña se asomaba  por detrás de una caja de cartón.

La alfa sonrió y se acercó a pasos lentos para ver quién estaba escondiendo.

— ¡Te encontré!— dijo con entusiasmo al encontrar a otro omega.

— ¡Demonios! Me asustaste Lisa— la alfa rio ante el comentario del omega.

— Perdón Sehun, debiste de buscar otro lugar de escondite— se justificó.

— Bueno te perdonó pero solo si me invitas un helado — el omega colocó sus ojos de cachorro regañado.

Sabía que la alfa no se podía resistir a sus peticiones.

— Está bien te compraré un helado — sintió unos brazos enredados en ella abrazándola.

— ¡Gracias!, eres la mejor — alago.

— Lo sé — respondió como su fuera lo más lógico en el mundo.

— La gran autoestima que tienes— mencionó la rubia detrás.

— No lo decía encerio— intentó arreglar su cometido.

Ambos omegas se miraron a los ojos y compartieron miradas entre si, haciendo que la alfa arqueara su ceja.

— No entiendo, ¿Qué es tan gracioso?— preguntó confundida.

— Que lindo beso— mencionó la rubia mientras veía su mejilla.

Ahí cayó en cuenta de que cuándo llegó una linda omega la recibió con un beso en la mejilla como bienvenida.

Su sonrojó no pasó desapercibido para los omegas que solo la miraban con picardía.

𝙴𝚗 𝚃𝚞 𝙼𝚒𝚛𝚊𝚍𝚊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora