Cap 6 | POV de María

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Había mucha gente, todos gritaban. Algunos corrían, otros se agachaban sobre cuerpos tirados en el piso. El llanto desgarrador de una señora sosteniendo a una nena se llevó toda mi atención, la nena parecía inconsciente y estaba cubierta de sangre.
"Nena, ¡hacé algo!" me gritó la señora desesperada.
Pero, aunque lo intentaba, yo no me podía mover. Quería gritar, tampoco podía. Entonces una fuerza me levantó del piso y me alejó de la señora, que me seguía gritando.
"Dale, María".
Y de repente la voz de la señora se me hizo conocida, y la persona agarrándome me estaba sacudiendo los brazos. Ahí fue cuando abrí los ojos: otra vez pesadillas. Desde Rosario, no había dejado de tenerlas. La situación se repetía todas las noches, pero yo nunca lograba ayudar.
Volviendo a la realidad, Paula, mi manager, me miraba con una expresión que decía "no de nuevo" y "pobre"al mismo tiempo.
"Perdón Pau, me quedé dormida".
"No, no" me calmó. "Vine más temprano, porque tu look de hoy finalmente requiere más preparación".
"Ah... Okey". Me levanté de un salto, olvidándome por completo de que no tenía pantalones.
"¿Querés hablar de eso?" preguntó, como quien desea que en realidad no le respondan.
"¿De que no tengo pantalones?" bromeé. "Llegué cansada ayer".
La expresión de Paula se mantenía sobria, no le había hecho gracia mi desvío del tema.
"No, posta que no. Lo mismo de siempre. Pero es el proceso, ¿viste?" agregué seria.
"Entiendo" replicó antes de salir del cuarto y cerrar la puerta. "15 minutos, Mari".
Y, como todos los días, entré al baño y trabé la puerta. Me saqué la ropa, me duché con mucho jabón. Como si eliminando la transpiración pudiera también borrar de mi mente el sueño, la secuencia, toda la desgracia.
Salí y me lavé los dientes. Tomé mi medicación y me quedé mirando a un punto fijo en la bacha blanca, enorme y despersonalizada de ese hotel. Quería estar en mi casa. Pero no en mi casa, en mi casa casa. Con mi mamá, con mis hermanos. Con los que me cuidaban y sabían que este viaje no iba a ser bueno para mí.
Pero, ¿cuánto tiempo más podía tomarme? Pronto ya iban a caer mis reproducciones, iba a dejar de sonar en la radio. Se me iba a pasar el cuarto de hora. Y había luchado tanto para llegar hasta ahí.
A veces caía en el típico pensamiento de "¿por qué a mí?". O sea, ¿por qué no a un artista más viejo? Alguien que pudiera sacar un tema tipo We Are The World y retirarse con honores. Yo tenía 23 años, toda una carrera por delante. Lo bueno acababa de empezar, y ya había sido interrumpido. Y me sentía egoísta, y lloraba y me dolía el pecho cada vez que lo pensaba. Porque si ya me sentía mala por no haber podido ayudar, imagínense por desear no haber estado yo ahí. Porque el problema cambiaba de foco, no era lo que había pasado, era que me había pasado a mí. Y ahí lloraba más.
Tibia, mala persona, ignorante, ególatra. ¿Quién me iba a querer así?
Me tomé otra pastilla para la ansiedad y salí a vestirme.

Girls like girls | María Becerra y EmiliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora