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Su corazón revoloteó cuando vió a Ivan sentarse a su lado. Se veía espectacular ese día, una sonrisa deslumbraba en su cara, y sus ojos brillaban.

La imagen de aquello fue tal para que Rodrigo se enamorara un poco más de Ivan.

¿Pero quién no?

Sabía dibujar, además de bailar, y cantar, hace reír a cualquiera, es alto, su voz es hermosa, es guapo; por dios, quién no caería ante los encantos de Ivan Buhajeruk.

───Estoy tan feliz, Ro ───se recostó en su asiento, viendo hacia el techo.

───Puedo verlo ───tenía una pequeña idea de lo que sería, pero aún así preguntó───, ¿qué pasó?

───Ayer, dios, Rodri, fue la mejor tarde de toda mi vida ───sus ojos cayeron en Rodrigo, quien al escuchar aquello, se confundió.

───... Ajá, pero, ¿qué pasó?

Ivan lo miró mal───Tuve una cita con-

Rodrigo lo calló, antes de que pronunciara aquel nombre───Sí, sí, ya recordé.

Su vista pasó de Ivan a su cuaderno, tratando de apartar su vista y que Ivan no notara su tristeza, y un poco de envidia.

Pero claramente el azabache no pasaría desapercibido, notó el bajón de su mejor amigo.

Aún así, no pudo decir mucho, su profesor había llegado.

. . .

───Sí, te veo en casa. Chau.

Rodrigo hablaba con su primo, diciéndole que llegaría tarde ya que Ivan lo había invitado a su casa a pasar la tarde.

Pero que no se preocupara, de todos modos llegaría a dormir, y no llegaría tarde.

No le gustaba cuando el chico estaba fuera de su casa a la noche.

───¿Qué dijo? ───preguntó comenzando a caminar a su casa.

───Que no hay drama, está bien ───sonrió a lo último───¿Por qué es que voy para tu casa?

───Porque quiero pasar tiempo con vos.

De no haber sido porque sus pies estaban tocando el suelo, podría haber jurado sentirse flotar en las nubes.

Él y Ivan pasaban juntos los siete días de la semana, básicamente, e ir a sus casas no era nada fuera de lo común.

Lo que lo hacía diferente, es que cuando iban a la casa de Rodrigo -que prácticamente era el punto de reunión-, siempre estaba su primo.

Pero en las pocas ocasiones que el castaño iba a la casa de Ivan, quedaban solos.

Y a Rodrigo se le venían a la cabeza tantas cosas que no podía hacer, que incluso llegaba a sentirse culpable.

Aunque el concepto de Ivan de "pasar tiempo con vos", era comer, jugar videojuegos y más que todo, hablar.

Sus zapatos quedaron en la entrada de su casa, y el gatito del azabache llegó a recibirlos, ese animalito amaba a Rodrigo.

───¿Tenes hambre? ───preguntó Ivan cuando Rodrigo se tiró en el sillón.

───No ───aunque...───Sabes, sí tengo hambre, ¿pedimos de comer?

Subiendo las escaleras, Ivan le respondió───El teléfono está en la cocina, pedí lo que quieras.

Caminar hasta la cocina, ¿y si mejor esperaba que Ivan bajara?

Por favor, su nivel de pereza no podía convencerlo cada que podía, entonces se levantó hasta la cocina.

Vió los diferentes números de restaurantes en comida que había en la biblioteca telefónica del teléfono de su casa.

Y entonces el teléfono de Ivan sonó, dejando ver un mensaje en su pantalla de bloqueo.

Valentina ♡︎:

"Ivan, olvidé devolverte tu suéter. Me lo puedo dejar?"

Rodrigo rodó sus ojos y suspiró.

De pronto se le quitó el hambre.

De verdad no soportaba a esa chica, y no es porque fuera básica y posiblemente la futura novia de su mejor amigo. Bueno, un poco sí.

Pero principalmente era porque tenía un leve y mal presentimiento de la pelinegra, algo no le cuadraba de ella.

Se devolvió hasta la sala, caminando con el celular en su mano para querer desviar su atención, pero en el transcurso, las pisadas en la escalera lo hicieron voltear hacía Ivan.

El pelinegro le extendió una de sus camisas a Rodrigo, y al castaño casi se le baja la presión.

───Toma, cámbiate ese aburrido uniforme.

Y ni siquiera pudo decir nada.

Ivan colgó la camisa en su hombro y se dirigió a tomar su teléfono.

Rodrigo lo siguió con la mirada, viendo que cuando lo encendió, una sonrisa rápida apareció en los labios de Ivan.

Había visto el mensaje de la chica.

Y fue ahí que despertó y caminó a cambiarse la parte de arriba de su uniforme.

La camisa de Ivan se le veía tan bien, por obvias razones de altura, le quedaban una o dos talles más grandes, y lo hacía sentir cómodo, y además, tenía el perfume del azabache.

Quizá se la llevaría puesta y le escribiría luego diciéndole "Ivan, me llevé tu camisa, ¿me la puedo dejar?", pero no, era ridículo.

Salió y vió a Buhajeruk aún en el teléfono, pero lo dejó cuando se dió cuenta de la presencia del castaño.

───¿Pediste comida? ───le preguntó dirigiéndose hasta él. El otro negó.

───No tengo hambre.

Ivan frunció su ceño, extrañado, pero igualmente él tampoco tenía tanta hambre.

───¿Control blanco o negro? ───preguntó encendiendo la pantalla de la sala───No, ni respondas, amas el blanco.

Rodrigo sonrió, su mejor amigo lo conocía tan bien.

𝗜 𝗪𝗜𝗦𝗛 𝗜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora