15 de marzo

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La primavera asomaba por cada esquina, con bellos colores y la calidez de días prometedores, para un futuro feliz y dichoso. Las aves cantaban, la calidez se sentía y la gente sonreía.

Hana desbordaba de la emoción, sonriendo sin parar, abrazando unos papeles contra su suéter crema. De a ratos corría y luego caminaba.

Se detuvo en la esquina de una plazoleta donde un señor anciano, de gorro carmesí y amable sonrisa, vendía caramelos en forma de rosa.

Estas eran de un rojo brillante, envueltos en papel celofán transparente y decorados con un simpático listón verde.

—Buenos días, señor ¿A cuánto están las rosas?

—1 euro señorita. Dígame ¿Qué la tiene tan contenta?

—Quiero dos, verá... Voy a sorprender a mi esposo, es que... ¡Estoy embarazada!

—¡Oh! Qué bella noticia, en ese caso, tome tres, uno para el bebé —contestó el hombre amablemente mientras le entregaba una bolsa con las tres rosas.

—Aquí tiene —quiso pagarle.

—No, señorita, es un regalo —le contestó amablemente sin recibir el dinero.

—¡Muchas gracias! —dijo mientras hacía una reverencia y se alejaba.

Mientras caminaba acercándose a su casa, recordaba todo aquello que había compartido con su pareja, sus momentos de alegría y dificultad, hasta que finalmente fueran una familia de más de dos.

Hana exhaló fuertemente al llegar a la puerta del edificio, estaba temblando de la emoción.

"Por fin tendré la familia que tanto quise" pensó al borde de las lágrimas por la fortuna que tenía.

Contó cada escalón hasta llegar al quinto piso, apartamento veintiuno, se detuvo en la puerta y dio saltitos, luego se limpió los zapatos en la alfombra e insertó la contraseña de la puerta para ingresar.

Quiso hacer el menor ruido posible pensando que su esposo estaría en alguna videollamada del trabajo. Pero distinto a lo que esperaba, sintió unos ruidos extraños, por un momento se quedó petrificada, pensando que alguien se había metido en su hogar.

Sin embargo, al dirigirse sigilosamente por el pasillo por el cual sintió los ruidos, encontró ropa tirada en el camino, Alonso no solía dejar sus pertenencias en el suelo. Aún más extrañada siguió avanzando hasta llegar a la puerta de su habitación, la cual estaba apenas abierta.

En su interior llegó a divisar a Alonso, haciendo el amor con otra mujer, a quien estaba ahogando con una almohada mientras la embestía violentamente.

Ante tal escenario, Hana empezó a llorar en silencio, sintiendo su rostro cada vez más húmedo. Sin tener las fuerzas de pronunciar una palabra, se alejó de la habitación. Al dirigirse al comedor encontró lo que parecían ser las pertenencias de aquella mujer en un bolso elegante y presuntamente costoso.

Se apoyó en la mesa, dejando sus pertenencias en una de las sillas, sus piernas temblaban y un nudo en la garganta apenas la dejaba respirar. Los gemidos eran cada vez más alborotados y solo pudo taparse la boca y llorar desconsoladamente.

Su mente estaba nublada, sin poder pensar con claridad, la invadía una mezcla de dolor punzante, enojo, confusión y frustración.

Cuando sintió mejor sus piernas, se incorporó lentamente y se retiró del apartamento, dejando la puerta de entrada entreabierta sin darse cuenta.

Al salir del edificio sintió el ardor en los ojos al contacto con el aire, sus manos temblaban y sentía mucho frío. Miró a su alrededor, pero no pudo encontrarse con nadie.

Cuando el amor se acabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora