La casa y el bosque

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Habíamos llegado hacia 1 día al pueblo, y tuvimos que tomar un taxi desde el aeropuerto más cercano porque la casa del abuelo estaba alejada de la urbanización, más concretamente en el bosque de Cedros Norte, a un kilómetro de la escuela local y a uno y medio del poblado.
Mi abuelo rebuscó entre sus holgados bolsillos las llaves de su casa, un chalet con 2 pisos y un taller/garage, pero a pesar de su tamaño parecía venida abajo debido al descuido de su apariencia, como las ventanas empañadas y la falta de pintura, o un aparente agujero encima del tejado cubierto por una lona. Ciertamente encajaba con la descripción misteriosa y casi pordiosera de su propietario.
Abu logró abrir la puerta luego de unos segundos de búsqueda y entró pateando las cosas que obstruían el paso, como libros de robótica o llaves de mecánica. Estábamos en lo que parecía la sala, un lugar exótico a decir verdad. Luego, los tablones añejos del suelo chirriaron con el tacto de los zapatos de mi abuelo, mientras él se adentraba en la cocina para acomodar un poco los trastos que tenía por encima.

-Bueno hijo, arriba tienes tu cuarto, es el penúltimo a la izquierda, enfrente tienes mi cuarto y al fondo tienes el baño del 2º piso. Ponte cómodo, si necesitas algo, puedes buscarme en el garage-. El hombre sonrió y me dio unas palmadas en la espalda, amagando a una especie de abrazo incompleto.

Yo asentí con timidez, subiendo mi bolso y valija por la escalera que estaba junto a la entrada, pasando por el largo pasillo con empapelados verdes medio despegados, que exhibían distintos títulos o planos, así como fotos en blanco y negro donde se veía a mi abuelo en el mismo estado que ahora junto a gente muy importante, pero lamentablemente no podía distinguirlos porque sus caras estaban arrancadas de las fotos. La única que no tenía esta particularidad era la mujer al lado de mi abuelo, la abuela Sara, de la cual papá me había contado historias de cómo cuidaba los largos jardines de la casa, y sus dulces postres. Extrañaría esas historias ahora que ninguno de los 2 estaba, pero seguramente Evan tendría muchas cosas que contarme de los Sinclair y su trabajo.
Entré al cuarto empujando la gran puerta azul que cerraba el cubículo. Los rayos del sol entraban de pleno sobre la ventana, alumbrando el polvo de la vieja habitación, que parecía tener años sin estar abierta, y por consecuente, no ser limpiada. Parecía como si hubiera quedado estancada en un momento, momento en el que mi papá había escapado de la casa debido a las seguidas discusiones con el abuelo que por las penurias de su trabajo, se había alejado de la familia. Si bien papá nunca me contó estas historias, mi madre, al cumplir una edad considerable me contó por qué yo, de hecho, nunca conocí a mis abuelos.

Ahora, volviendo a la habitación, si bien no era de lo más grande, tenía un buen tamaño y estaba amueblado, con un escritorio, un armario, una cama y varios estantes con cosas pertenecientes a su antiguo ocupante.
Con ansias de investigar el resto de los secretos de la casa, solté de forma brusca los bolsos sobre el acolchado azul de la cama, y bajé las escaleras para visitar a mi abuelo.
La gran puerta que conectaba la cocina con el taller estaba entreabierta, y de esta salían chisporroteos fugaces cada cierto tiempo, similares a los que soltaría una antorcha de soldadura al hacer su trabajo, y sabiendo que se necesitaba el uso de máscaras especiales para el cuidado de los ojos, primero golpeé, pero para mi sorpresa mi abuelo ya había alzado la voz para dejarme pasar segundos antes de tocar, parecía que los tablones me traicionaron antes de mi pregunta.

-¿Qué haces abuelo?-. Pregunté, asomando la cabeza para ver ese enorme taller de colores azulados mecánicos.

-¡Trabajando en un nuevo invento!-. El hombre se movió a un lado, mostrando lo que parecía ser una especie de cacharro con forma humanoide, y cabeza de tostador.-Te presento al Droide de Ayuda Multiusos Inteligente Automático Nuclear, en siglas, D.A.M.I.A.N., en concreto el modelo 17-.

-¿Modelo 17? ¿Cuántas versiones existieron?-. Pregunté mientras ojeaba el garage, hurgando bajo sábanas y lonas.

-Bueno, de este 7, porque el primero es el modelo 10, y no funcionó, no sé por qué-. El mecánico me observó con cautela mientras yo me metía entre sus cosas.

En ese instante, removí una de las telas para ver lo que estaba debajo, y rara fue mi sorpresa al observar aquel monstruo. -¡No puede ser! ¡Una bicicleta BMX! ¡Son imposibles de conseguir en Argentina! ¡Esto es una locura, jaja!.

-Era de tu padre-. Contó mi abuelo con un tono melancólico.-Pero puedes quedártela, hay muchas cosas que él dejó cuando se fue y tu abuela quiso guardar esperando el día en que volviera, y respetando su decisión aún me las quedo... Es como si aún estuviera aquí, guiándome-. Se excusó el anciano, en verdad, él las guardó incluso después de la muerte de la abuela porque en el fondo esperaba con ansias también la vuelta de su único hijo.

-Wow, es algo muy importante para ti, no sé si sea lo correcto-. El anciano asintió con una sonrisa, una sonrisa de angustia que se volvía felicidad, ya que le recordaba a la cara de mi padre cuando le había regalado esa bicicleta-. ¿Puedo, puedo dar una vuelta?

-¡Claro! Pero vuelve antes de las 5, y no te metas mucho al bosque, es peligroso, ahora disfruta.

Rei con inocencia, como a un niño que le dan helado, y me puse el casco que iba a juego con la bici, el cual estaba colgado del manubrio, y me subí vestido en esos jeans de vestir del funeral y una chaqueta de cuero junto con un Walkman en el cual empecé a reproducir rock de la época, adentrándome al bosque.
Si algo compartía con mi padre era el gusto por los autos, las motos y las carreras, por lo que cuando cumplí 8 años me regaló, obviamente, mi primera bicicleta. Tarde poco en dejar las rueditas, y 3 años para aprender a hacer los trucos que veía en las competiciones de bicicross, así que intentando imitar a mi yo de 12 años, intenté levantar el manubrio usando el terreno escarpado del sendero como base para el salto, y di un Tailwhip de 180°, o casi, ya que al aterrizar no amortigüé bien la caída y terminé deslizándome por el sendero de forma dolorosa, adentrándome al bosque mientras la bici quedaba en el camino, sola.

Cuando me levanté adolorido, maldije por lo bajo, desempolvándome, hasta que escuché gritos que venían del sur. En verdad, estuve escuchándolos en la última parte del trayecto, pero no les había dado importancia en ese momento pensando que eran animales, pero ahora era diferente, era más, más humano, y venía acompañado de risas estridentes.
Ahora lo veo como algo estúpido, pero mi yo de ese entonces pensó "Si James Bond puede, yo también", así que me adentré en dirección a los ruidos y terminé en un claro del bosque.

-Fucking argie Scum! You disgust me-. Eran 4 tipos, de unos 17 a 19 años aproximadamente, reunidos en una especie de círculo alrededor de algo o alguien.

-Cerrá el orto ingles gorreado! No sabes ni lo que decís, imbécil-. En el medio, tirado, había un muchacho de unos 16 años, con un acento extremadamente familiar. Estaba golpeado, y luego de esa frase, recibió otra patada al estómago.

-Who the fuck are you calling imbecile!-. El matón de en medio parecía encolerizado, su acento escocés lo delataba, era un patriota descerebrado más, a unos metros tenían sus bicicletas, y el chico de acento español seguía insultando, recibiendo más castigos dolorosos.

-Hey, morón-. Sin mucho más que hacer desde la seguridad de los arbustos, tomé una piedra del suelo y la arrojé a la nuca de los escoceses, hablando en su idioma. Uno de ellos cayó inconsciente, y luego el resto se volteó dejando sin supervisión al muchacho, misión cumplida.

En un segundo, el muchacho de 16 se tomó el estómago y empujó a uno de los tipos abriéndose paso, no era muy grande pero tenía fuerza, y empezó a correr en mi dirección mientras el resto de tipos le perseguía.
"¡Carajo!" pensé, mientras tomaba otra piedra del suelo saliendo de los arbustos, y se la aventaba a los tipos, dándole chances de escapar al muchacho.
¿En qué mierda me había metido?

El Hurto del CiervoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora