Duelo

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Era de noche, habían pasado 2 días desde mi mudanza, y yo seguía pensando en mi última noche en Argentina, sin prestar atención a mis alrrededores.

—¡Niño!¡Niño!¡Presta atención al trabajo!—Los gritos de mi abuelo me despertaron mientras apagaba su soplete y yo soltaba una especie de chasis de brazo.

—Mira... Se que es difícil, pero intenta concentrarte en esto, distenderse le hace bien a todos—.Ambos nos sacamos las máscaras y nos miramos, no podía culparlo ya que después de todo su escape o forma de duelo era el trabajo, y no es malo, pero no queria terminar igual que el gracias a la imposición de esta rara costumbre familiar.

—Traeme el aceite, vamos a tener que lubricar unas cosas en el cacharro este.
—Y... Dónde está el aceite?—.Pregunte mientras mi abuelo se lavaba la cara.
—Busca en la habitación al lado de la tuya, por ahí debe estar.

Entonces mientras mi abuelo volvía al trabajo con el soldador, yo salí del garaje hacia la sala y subí por las escaleras al 1er piso. Mire por el pasillo las habitaciones, la de mi abuelo por un lado,  y 3 habitaciones más por el otro, siendo la mía la más cercana al baño del fondo.
Avance y mire de reojo el estudio de mi abuelo, estaba cerrado con llave. Di un par de pasos más y abrí la puerta entrando a una habitación entre oscura e iluminada. Encima mío había una gran lona que cubría un Boquete en el techo, según el abuelo paso en una tormenta muy fuerte cuando un árbol se cayó sobre el techo, y el nunca tuvo tiempo de arreglarlo.
Avance por el suelo lleno de basura y humedad. Estaba lleno de cajas sobre tablones inflados, muebles viejos y una biblioteca llena de libros carcomidos por plagas y la lluvia.
Decidí rebuscar un poco entre la mugre pero no logré nada, por lo que recordé unas palabras de mi madre, unas palabras de cualquier madre, entonces recite en voz baja su dicho, "Si no lo encontraste busca mejor, vuelve sobre tus pasos". Me hacía gracia que a pesar de haberse ido, ella siguiera dándome clases, pero a su vez me entristecía el hecho de que ya no pudiera sermonearme por estupideces, o que me ayudara a buscar pares de medias perdidos bajo montañas de ropa. Y como dijo mi madre, encontré el aceite de motor que me había pedido al volver sobre mis pasos, pero entonces con una patada mientras intentaba salir de ahí termine derribando una torre de cajas con un gran cajón encima. Solté el aceite y me puse debajo para amortiguar la caída, y a pesar de que no pude evitar que varias herramientas se cayeran sobre mi y el suelo podrido pude salvar varias cosas.
Cuando volví a enderezar la torre sentí un objeto caer sobre mi cabeza, algo de metal, ligero y delgado. Lo agarre con mi mano libre mientras con la otra tomaba nuevamente el aceite, y me sorprendí al ver que era una llave, así que me la guarde y salí del cuarto. Me parecía raro que el abuelo no haya subido o preguntado por el ruido, pero estaba demasiado sumergido en su trabajo así que no le di importancia.

Camine por el pasillo y me detuve frente a las escaleras, mirando de reojo el estudio de mi abuelo, y luego observé la llave en mi otra mano, por lo que ganado por la curiosidad aproveche la distracción de mi abuelo para dejar el aceite en el suelo y probar a abrir  la puerta del cuarto.
Para mí sorpresa se abrió, y me abrí paso por el lugar a oscuras. Las ventanas estaban tapadas y lo único que alumbraba el lugar era la luz del pasillo. Me adentre en aquel cuarto buscando alguna lampara, según lo que me había contado el abuelo, ese cuarto no había sido abierto desde la muerte de la abuela por lo que era normal el hecho de que nada adentro funcionase.

Logré tantear una lámpara de escritorio y jale del hilo para prenderla, alumbrando de mejor forma el espacio, y luego me puse a inspeccionar el lugar. Ojee los libros de mi abuelo, ingeniería mecanica, química, matemáticas, física y todo lo que pudiera darte dolores de cabeza si lo explicaba un profe calvo de nombre Alfonso, o Adolfo, o Alonso, o lo que sea. De esos, el que más me extraño fue uno sobre espiritismo y el alma humana, quiza era de la abuela, como tantas cosas en ese taller, pero Evan no parecía tan creyente de esas cosas para guardarlo.
Intente ojear otro libro, y entonces escuché como atrás mío se abría una compuerta, por lo que me di vuelta velozmente y me apresure a ver que carajos había tocado, al parecer, un compartimento pegado a la habitación sin techo se había abierto, mostrando una caja reforzada con una pila de documentos. Fui a ver ese montón de papeles, tomando uno y abriéndolo.

—Ese tal Deerman... Será por eso que...—. Leí  el documento, cuando un grito me llamo desde abajo.
—¡¡Jorge¡¡ ¿Encontraste el aceite?.
—¡Si! ¡Ahí lo llevo!—.Era mi abuelo, así que antes de ser atrapado salí y cerré la puerta con llave, volviendo a bajar.

El Hurto del CiervoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora