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Dejaron caer sobre la mesa de mi pupitre una carpeta marrón, la misma que dejaron en las mesas de los demás reclutas con los que llevaba compartiendo clases y maniobras los últimos tres meses.

— Ha llegado el momento de vuestra primera prueba trimestral que servirá para daros nota y colocaros en un ranking — dijo el oficial Smith —. La prueba consiste en un caso realista en el que tendréis que resolver quien es el culpable y su localización dentro de la base. Tendréis que armados con pistolas cargadas con bolas de goma, ya que puede que encontréis resistencia por el camino. Empezad... ¡ya!

Abrí la carpeta de golpe, pasando las hojas con rapidez, pero no encontré lo que buscaba.

Observé la sala hasta que encontré lo que buscaba clavado con chinchetas a la pared.

Sonreí y me levanté con rapidez, casi corriendo hasta el mapa, que arranqué de la pared de un tirón justo antes de que otro lo hiciera.

No hay nada como un reto para sacar lo mejor de un hombre — citó el recluta que se había quedado con la mano en el aire viendo como me llevaba el mapa en sus narices —. O, mejor dicho, lo peor de una mujer.

— Ahora dilo sin llorar, querido — le solté en respuesta con una sonrisa ligera mientras volvía a mi sitio con el mapa doblado y bien agarrado.

Me senté y empecé a buscar la información clave para poder identificar el sospechoso adecuado, ya que teníamos a seis sujetos. Aunque todas las pistas llevaban a pensar que era el numero cuatro algo me decía que no podía ser ese, que había algo que se me escapaba.

Una especie de corazonada me decía que el verdadero culpable era el número dos, parecía estar relacionado, pero nunca se le involucraba en nada, como si usara al número cuatro de títere para encubrirse.

Confiaba en mis corazonadas, iría a por el numero dos estuviera donde estuviera, que solo podía ser el sector F del complejo.

Coloqué el mapa sobre la mesa y empecé a trazar el camino a seguir. Estaba claro que habría gente escondida con el objetivo de eliminarnos, así que tendría que encontrar un camino alternativo.

Memoricé el camino y también otro alternativo que no había marcado.

Cuando la mano del recluta de antes pasó como un rayo por mi mesa, cogiendo el mapa de mala manera, hice un esfuerzo sobrehumano para no sonreír.

— Gracias por resolverlo por mí, perdedora — dijo el hombre, que cogió una de las pistolas y salió de la sala con la tranquilidad de quien ya ha ganado.

— Pobre iluso — murmuré sonriendo mientras cogía una pistola y salía también de la sala.

Fui detrás de él hasta el punto que sabía que alguien tenía que estar esperando, entonces me subí a un mueble que había pegado a la pared de la derecha y levanté una de las losetas del falso techo.

Salté, colándome con agilidad por el agujero y poniendo de nuevo la loseta en su sitio.

Repté por el falso techo en silencio, siguiendo al recluta, que derrotaba a todos los enemigos que encontraba a su paso.

Cuando llegamos al punto el recluta y otro más empezaron a disparar contra un pelotón que defendía al que hacía de objetivo, que era el oficial que nos daba las clases de supervivencia.

Solo le faltaban dos enemigos para llegar a él, pero al recluta que iba con el tonto que había robado mi mapa le habían disparado y había quedado descalificado.

Eso quería decir que si te daban con una bala perdías.

Había llegado el momento de salir de mi escondite.

Moví una loseta en silencio mientras el recluta eliminaba a uno de los dos que faltaban.

— Uno, dos, tres — conté mientras aseguraba mis pies y preparaba el arma para disparar con rapidez al recluta y al enemigo que seguía en pie.

Me descolgué rápidamente del techo, quedando colgada del techo bocabajo con el arma sujeta con ambas manos.

Disparé con precisión, dándole al enemigo en el pecho y al recluta en la espalda con dos tiros rápidos.

Alargué la mano sujetándome del borde del agujero del techo y me dejé caer, aterrizando con una pequeña sentadilla, levantándome con la fuerza de la caída como impulso y yendo hacia el oficial que hacía de objetivo.

— Gracias por resolverlo por mí, perdedor — le dije al recluta al pasar por su lado, sonriéndole.

Saludé al oficial, colocándome en la casilla con el numero 1 que había ante él y que servía de meta y posición de llegada.

— Buen trabajo, recluta Black — felicitó el oficial, que anotó algo en su libreta.

— Gracias, señor — respondí con una sonrisa.

Venganza silenciosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora