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El miedo, la tristeza y el remordimiento recorrían mis venas, mezclándose en ellas y haciendo que mi mente diera vueltas, embotándola.

Tragué saliva y miré a mi superior, que me observaba desde el otro lado de su escritorio con las manos entrelazadas sobre la mesa mientras me hablaba.

Debería estar escuchando, sabía que la había cagado y que tenía que hacer algo para compensar mi gran estreno, que había sido una cagada monumental.

— No serás sancionada, pero quedas avisada. En Parabellum no permitimos el fracaso ¿Entendido? — dijo el hombre, mirándome con severidad.

— Sí, señor. No volverá a ocurrir — dije con decisión, agradeciendo a Dios por haber escuchado al menos esta última frase.

— Diríjase a la sala de reuniones, sale de misión hoy mismo. Puede retirarse — ordenó mi superior.

Me levanté y le hice su saludo correspondiente antes de salir, dirigiéndome al lugar indicado.

Me levanté y le hice su saludo correspondiente antes de salir, dirigiéndome al lugar indicado

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Jake volvía a ser mi compañero en esta misión. Sus ojos verdes se encontraron con los míos mientras se abrochaba el cinturón en el helicóptero.

— Supongo que toca redimirse ¿no? — comentó él, intentando quitarle peso al asunto mientras las imágenes del resultado de la anterior misión volvían a aparecer ante mis ojos. Si cerraba los ojos todavía podía sentir sus manos en mi rostro, intentando alejarme de la mujer a la que habíamos ido a rescatar y que había terminado salvando mi vida en la huida sin ella pretenderlo.

No respondí.

¿Qué podía decir? ¿Qué en mis sueños seguía huyendo y que siempre despertaba con sus manos en mi rostro y con él tirando de mí para huir?

Llegamos al destino más rápido de lo que esperaba, volvíamos a la misma base en la que habíamos estado meses antes, en el que habían aprovechado la información obtenida para montar un laboratorio con el fin de crear una nueva droga que distribuirían por nuestros propios canales.

Descendimos y, cuando mis pies tocaron el suelo volví a tragar saliva, paralizada mientras apretaba contra mi pecho el arma de fuego.

Algo apretó mi hombro, haciendo que me volviera y mirara al hombre con la cara parcialmente tapada que me miraba con compresión.

Asentí en respuesta, y Jake avanzó a mi lado, entrando de nuevo en los pasillos de piedra que se perdían en las profundidades de la tierra.

Vamos a colocar las bombas en los pilares clave y salimos. Era un plan tan sencillo que nadie podía salir mal parado de esto ¿no?

Pasamos otra intersección y entramos en la sala donde habíamos encontrado a la mujer meses atrás.

En el centro de la sala estaba el pilar.

Era tan grande que necesitaría otras cinco personas para rodearlo por completo con los brazos estirados y el rostro contra la superficie.

Nos miramos con una sonrisa en el rostro justo antes de empezar a caminar hacia ella. Fue justo en ese momento cuando los escuchamos, numerosos pasos y voces acercándose, demasiados para nosotros dos solos.

Jake tiró de mí, arrastrándome hasta un armario de la pared en el que se metió conmigo, cerrando la puerta y mirando por las pequeñas rendijas que tenían las puertas en la parte superior.

Su mano descansaba en mi espalda baja con firmeza, pegándome a él mientras continuaba mirando el exterior mientras yo no podía apartar los ojos de él, sintiendo como mi corazón bombeaba con fuerza el preciado líquido rojo que me mantenía con vida.

Sacudí con suavidad la cabeza y miré también hacía fuera. Era un grupo de quince personas armadas. Habían entrado en la sala y estaban llevándose varios bidones de una sustancia química.

Este tenía que ser el almacén.

Miré a Jake y gesticulé un "BOOM" con los labios mientras se me escapaba una sonrisa que el me devolvió.

Se inclinó sobre mí y pegó sus labios contra la sensibilidad de mi oreja, todavía con una sonrisa en sus labios.

— Van a salir volando — susurró, haciéndome cosquillas.

Salimos del armario cuando los hombros volvieron por donde habían venido, corriendo y derrapando los últimos metros mientras Jake sacaba los explosivos de su mochila.

Los colocamos con rapidez, activándolos.

Nos levantamos de un salto mientras los números rojos empezaban su cuenta atrás.

No verían el explosivo gracias al grosor de la columna, para cuando se fueran a dar cuenta ya sería tarde.

Echamos a correr por donde habíamos venido sin nadie que nos lo impidiera. Llevaba la cuenta atrás en el reloj de la pulsera y, cuando estábamos subiendo la colina pitó.

Me tiré contra Jake, tirándolo al suelo y rodando contra un matorral cercano mientras la onda explosiva pasaba sobre nuestras cabezas.

Y, al igual que el laboratorio, explotamos, riéndonos sin parar.

Jake rodeo mi cintura, aun en el suelo, clavando sus ojos en los míos y uniendo nuestros labios con fuerza, ahogando nuestras risas mientras el sonido del fuego arrullaba nuestros oídos.

Venganza silenciosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora