Sombra

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Las madrugadas son perfectas para escribir. La ciudad se pausa durante unas horas, las personas descansan y lo único que prevalece es el silencio. A veces les envidio su sueño, desde hace unos años no puedo dormir bien, mi reloj biológico parece alterado. Cree que la noche es el día y viceversa. Mantengo mi ventana abierta, la brisa fresca resulta muy estimulante para mi escritura. La cortina de fondo amarillo y encaje beige se mantiene al margen de la ventana.

Volteo hacia su ventana, en el cuarto piso, las luces aún no se han encendido. No sé porque me siento decepcionada. Creo que esa breve luz me hace sentir menos sola.

El reloj marca las 5 de la madrugada, y su luz nunca se encendió. Es la primera vez en dos semanas. ¿Y si le pasó algo? ¿Qué estoy diciendo? Ni siquiera conozco a la persona, puede que sea una chica, un adolescente o un abuelo, ¡que asco!, pensar en lo último hace que se me revuelva el estómago. Debo parar, esa persona no me conoce «ni tu tampoco» pienso.

Debo centrar mi atención en mi historia. En mi fantasiosa cabeza esta se vuelve el próximo best seller en ventas. Qué bueno que soñar no cuesta nada, porque si no ya estaría en banca rota. Ayer me quedé al principio de mi escena favorita, pero la presencia de su luz escarlata nubló mi juicio y ya no pude seguir escribiendo.

Inhala su aroma como la droga más potente que jamás ha conocido, el cuerpo de Aelen se tensa como respuesta a su gélido aliento. Ambos se desean. Su dedo índice se abre paso entre sus turgentes senos y los estimula sobre la ropa. Xan roza sus dientes sobre el cuello poco resistente. Sabe lo que sigue, lo ha deseado desde hace bastante tiempo. Quiere sus colmillos perforando su suave piel...

Ha regresado. La luz carmesí se filtra hacia el exterior dejándome ver su sombra por la ventana. Se encuentra bien, la sombra me deja ver el contorno robusto de su cuerpo, está aflojándose la corbata. ¡Bingo! Es un hombre,

—Lo sabía

Se dibuja una sonrisa en mi rostro mientras lo sigo mirando, tira la corbata a un lado y mantiene ambos brazos a lado de la ventana. Aunque no puedo ver su rostro sé que está mirándome en la oscuridad. Viendo a la intrusa que de vez en cuando lo espía. Una persona normal cerraría la cortina y se olvidaría de ello. Yo no. La luz se apaga, algo me dice que sigue mirándome.

A lo lejos escucho que comienza a sonar la alarma.

—No entiendo cuál es la función de colocar una alarma. A la que despierta es a mí y yo la termino apagando —dice Aby.

—5 minutos más —me quejo.

—Recuerda que la siguiente semana me mudo y ya no tendrás una roomie que te despierte. Ni que te regañe por quedarte dormida sobre el escritorio.

Me levanto con los ojos cerrados y me dejo caer sobre la cama para sumergirme otros 5 minutos en mis sueños. 

¿A primera mordida?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora