Capítulo 5: Continua el sin sentido

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... Poco a poco mi mundo se oscureció.

Todo era penumbra y el silencio de la soledad susurraba en mis oídos. Los movimientos de las sombras me aterraban, daban vueltas como un depredador que rodea a su presa.

Para mí suerte, una pequeña luz a lo lejos se encendió, era del tamaño de un cerillo, intenté correr, pero mis movimientos fueron tan pesados como el acero. Sentía como si una masa líquida muy densa cubriera mi cuerpo e impedía acercarme aquella que pudiera ser mi esperanza.

No lo entiendo, intenté caminar y aun así no logré avanzar. Me detuve a dar vueltas a la cabeza y en medio de mis ideas escuché la voz de una mujer llamándome. En seguida estuve alerta y traté de buscar algo en medio de la oscuridad, no obstante, ni las sombras que me acechaban pude observar. Lo único que estaba presente era esa pequeña luz lejana.

Nuevamente hice el esfuerzo de moverme usando toda mi fuerza, Dios sabe que fue en vano. En quietud respire profundamente y relaje mi cuerpo, balanceando el peso hacia adelante, cerré mis ojos y con un suspiro me dejé caer; lo que esperaba era sentir el golpe en toda la cara, aunque no me siento decepcionado, la sensación de estar flotando era muy extraña.

Por lo pronto recordé que fui dormido, supuse que el lugar oscuro era mi conciencia. ¡Vaya! que deplorable – pensé – adentro sólo hay una luz que tiene el tamaño de un cerillo. Después de burlarme un poco, sentí una luz en mi cara, por lo tanto, abrí mis ojos y delante mía se encontraba una mujer que me miraba, que decir, explicar con mis palabras la expresión que tenía no es suficiente.

La decepción y vergüenza que transmitía era de una persona que se sentía traicionada. Pude observarla, una mujer de cabellos negros y algunas canas, piel morena y lo más impresionante de todo, muy desgastada.

Con sus manos tomó mi rostro y acercándolo al suyo, me dijo las palabras que me dieron un vuelco en el estómago.

–Pídeme perdón, dime que lo sientes. Y podrás ser feliz el resto de tu vida. – su mirada se volvió más severa, y el agarre de sus manos más fuerte, la tomé de las manos e intenté zafarme de ella, pero no era posible, no tenía casi fuerza y sin mis pies apoyados en el suelo, menor era la posibilidad de escapar.

Sus expresiones faciales se marcaron aún más. Quería huir, sólo su mirada era razón para hacerlo.

Detrás de mí sentí una voz pequeña acercándose, estaba gritando, pero no podía entender lo que decía, hasta que de un momento a otro la figura de un niño se asomó por mi lado izquierdo y gritó con mucha fuerza – ¡DÉJALO! – halo de mi desde el cuello de mi camisa y de manera gradual observaba como la figura de aquella mujer se iba a haciendo más pequeña hasta volverse como una pequeña luz de un cerillo en medio de la oscuridad.

Nuevamente en la oscuridad las sensaciones de mis sentidos ya no existían, mis dudas escalaban sobre quien era aquella acusadora y mi pequeño gran salvador, como hojas en el viento se fueron y no pude decir nada, ahora que lo pienso, creo que no pude hablar.

De pronto pude sentir como me hice más pesado, ya estaba en el suelo, que al parecer si existía, sin embargo, era muy suave. Poco a poco el dolor de mi cuerpo surgió, mi respiración era lenta, pero imponente; mi corazón latió con violencia sacudiendo mi pecho. La sensación de ahogarme escalaba más y más llenando mi mente de desesperación.

Todo eso acabo cuando una sensación diferente apareció, una pequeña y cálida sensación de ternura rosaba mi rostro. Abrí mis ojos y estos estaban humedecidos con lágrimas, mi nariz tapada por la mucosidad y la fatiga de mis pulmones, sólo podía respirar de manera pesada. Volví a sentir el rose en mi rostro y gire mi cabeza a la izquierda y había un niño de cabello negro ondulado, ojos azules como el firmamento del cielo. Se levantó con cuidado y con su mirada puesta en mí dio media vuelta y salió de la habitación apresurado.

–No te preocupes, no es nada personal – giré mi vista a la esquina de la habitación y estaba Thomas sentado con un portapapeles en sus piernas. –Él es un niño peculiar, pero no tiene malas intenciones. Desde que amaneció ha estado supervisándote y cuando empezaste a quejarte dormido me empujó hasta aquí para revisarte.

–Él... ¿él no habla? – creo...que se parece...

–Por desgracia ninguno de nosotros ha escuchado su voz desde que llegó, lo hemos tratado con distintas terapias, pero hasta ahora sólo se ha adaptado a estar cerca de las personas, sin embargo, su comunicación llega a señas de lo que quiere. Cambiando de tema, ¿Cómo te sientes? Anoche fue un poco movido.

Para ser sincero con ustedes creí que estaba bromeando con eso, por eso no conteste pensando que su objetivo era burlarse. Aun así, su mirada expectante me incomodó.

Luego de percatarme de la delgada tensión que se produjo, el Dr. Se levantó de su silla y cogió un maletín que logré reconocer tan pronto lo vi, era el que llevé con mis herramientas de trabajo. Salió de la habitación y con una mirada hacia mí me invitó a seguirlo.

̶ Vamos – dijo – el tiempo apremia a los que viven el presente – y con una media vuelta tomo rumbo al fondo del pasillo, que visto nuevamente resplandece por el impecable mármol blanco jaspeado. Aunque no lo detalle más, todo era tan brillante. Y mi recuerdo de ver la espalda del Dr. es borroso.

Bajamos por el ascensor y por primera vez me fijé que había un espejo, tenía un uniforme muy propio de los enfermeros, que estaba identificado con el número 01. Juré que debía ser el número 02 como mi pasé de visitante, que, por cierto, no lo volví a ver después de la trifulca de anoche. Llegados al tercer piso tuve una extraña sensación que recorría mi cuerpo entero, ya sabía que era, incluso para un primer encuentro considerar el miedo era exagerado, aún así era verdad. Pasamos por unas de las puertas de los cuartos cercanos que al de Elisha y súbitamente escuché gritos que provenían de allí, entré en pánico tratando de pegarme al otro extremo del pasillo para alejarme de lo que fuese que estuviese adentro. Quise interpelar al doctor, pero no conseguí hacerlo, mi voz simplemente no salió, en ese instante él volteó a verme esperando que siguiera caminando.

Pensé en irme, en serio lo hice, no quería seguir experimentando esa mala sensación, pero al mirar atrás lo reconsideré ya que todo se veía muy distinto, no sé la razón de ello. Las paredes estaban desgastadas y viejas, no había luces. Mi mente estaba perdiéndose, necesitaba ayuda. Desesperación, tormento, no surgía nada más que eso; como si de una historia se tratase de las habitaciones surgieron gritos, muchos de ellos exclamaban horror, miedo, dolor y furia, cubrí mis oídos por el ruido, mi respiración se hacía pesada, sudaba a mares, sentía calor y una gran presión sobre mí que empujaba mi cuerpo hasta el suelo.

Hasta que con un simple toque en mi hombro todo cesó. Los gritos y mi malestar habían desaparecido, los pasillos estaban normales y el doctor en frente de mi con un rostro inmutado mirándome fijamente, parece que espera algo...

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⏰ Última actualización: Nov 22, 2023 ⏰

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