Cuentos de Dioses

El valle de las amapolas marchitas

En los restos de su primer deseo, el sufrimiento del tiempo derramó una lágrima y el espacio sin escapatoria dejó caer su sangre.

De la lágrima floreció una hermosa amapola rosa y de la gota de sangre un gigantesco árbol. Pero aquellas eran el inicio de la vida en aquellos aquellas historias sin contar y una trágica historia de amor-

El viento soplaba y justo a este iba polen de aquella amapola rosa. Del polen nació la diosa de las flores, una hermosa chica que allí donde estuviera traía consigo flores y frutos. Por otro lado, de las inmensas raíces de aquel árbol, germinó la diosa de las plantas, con el don era la vida, la responsable de crear bosques, selvas, manglares, entre muchos otros ecosistemas.

Un día, estas dos hermosas diosas se encontraron, al igual que sus dones, el amor floreció y creció entre ellas. Con el paso del tiempo, estas se conocieron y en un casual encuentro, como si fuera obra del destino, estas dos se besaron, de ese hermoso y fantástico beso a lo largo de aquellos deseos olvidados, nacieron miles de hermosas amapolas de infinitos colores, tamaños y formas.

Pero donde hay paz, la guerra siempre habita. Una inminente guerra se avecinaba y juntas lucharon para ganar dos de los doce tronos del reino celestial y después de una ardua batalla, lo lograron. Junto a esta victoria, además de los dos tronos celestiales, se les otorgó el nombre de las diosas de la fertilidad; pero aquellas flores que sembraron con tanto amor, serían cortadas sin ninguna pasión.

La guerra estalló nuevamente, el caos, el olvido y la muerte consumiría la luz y los deseos de múltiples dioses, entre estos, a la diosa de las plantas.

Con su alma y ojos cegados, mató a su querida amada, en aquel inicio de su amor, el valle de amapolas. Una gigante raíz atravesó su corazón sin piedad. Su sangre cubrió y consumió todo lo que había a su paso pudriendo y marchitando. Y así es como ni los dioses pueden salvarse de la perdición.