Llegué al palacio antes de la medianoche.
Anduve cabizbaja a través de ese sitio que me había visto crecer, pero que al mismo tiempo en esos momentos parecía ser simplemente un castigo para mí. Odiaba la incertidumbre, y el miedo. Odiaba no ser capaz de irme de allí, de no tener la suficiente fuerza y falta de empatía como para renunciar a lo que debía hacer y simplemente huir.
¿Huir a dónde?
No tenía ni la más remota idea, ya que los soldados de Carl estaban dispuestos por todos los rincones de Inglaterra; buscando personas a las que atormentar, personas como yo.
Abrí la puerta de mi alcoba totalmente aterrorizada, aún con el pensamiento pulsante de todo lo que el prior Alfred me había confesado. Agradecía que lo hubiese hecho, a decir verdad. Porque sabía que se estaba jugando la vida, y lo que era incluso peor para él, estaba cerrando poco a poco su puerta de entrada al reino de los cielos.
Encontrarme con mi hermano de bruces nada más cerrar la puerta era algo que me esperaba, pero que a la vez no. Si era sincera, estaba más asustada que nunca. Había estado con él millones de veces en una habitación solos, pero hasta la fecha nunca había tenido intención alguna de matarme. O, al menos, eso creía.
—Te estaba esperando, hermanita —murmuró casi irónico, siendo incapaz de dejar atrás ese tono incluso en un día tan triste como aquel—. Se te ha hecho bastante tarde.
Yo asentí con la cabeza, tragando saliva y sintiendo como me hacía cada vez más pequeñita ante las palabras de mi propio hermano.
Lo pensaba una y otra vez y no era capaz de llegar a la propia conclusión de que realmente le había perdido para siempre. Que no quedaba ni un rastro de ese Carl pequeño y bondadoso que nos alegraba las mañanas a todas las personas de la corte.
Ahora solo quedaba odio, y rencor. Y todas las atrocidades que estaría dispuesto a hacerme solo por conseguir su ansiado trono. Aunque, a decir verdad y por mucho que me doliese, ese trono que tanto quería ya era suyo. Ni siquiera había habido opción a debate, la coronación sería antes de que nos diésemos cuenta y entonces Inglaterra estaría sumida en una espiral de vicios, excesos y pobreza.
—Me he quedado rezando unas horas a Santa María —comencé a decir, no queriendo dar muchos detalles y ansiosa por que abandonase mis aposentos lo antes posible—. En momentos como estos parece que eso es lo único que me ayuda a continuar.
Carl frunció el ceño y me miró extrañado, actuando como si no tuviese ni la más remota idea de lo que estaba queriendo decir.
Pero claro que lo sabía. Podía ser mil cosas, porque lo era; era obstinado, malvado y necio en la mayoría de ocasiones, pero no era estúpido.
—¿Momentos como estos? —me repitió, esperando a que le confirmase lo que él ya estaba pensando de por sí.
Yo miré hacia la ventana de mi alcoba, aquella que daba a los campos más verdes y hermosos que había visto jamás. Maldecí una y otra vez porque era de noche, y no había cosa que me hubiese calmado más que ver el sol impactando directamente sobre mis pupilas.
—Quizá se te ha olvidado que nuestro hermano Brad ha muerto —respondí.
Intenté quitarle hierro al asunto. Intenté con todas mis fuerzas que él no se percatase de que yo sabía que me quería eliminar de una forma u otra, porque entonces yo estaría indudablemente acabada. Porque sería capaz de hacerlo ahí mismo, sería capaz de clavarme un puñal y decir que era yo quien había dado el primer golpe.
Y no estaba dispuesta a morir por nada.
Si lo hacía, quería que fuese por algo que valiese la pena. Por algo por lo que había luchado, al menos.
![](https://img.wattpad.com/cover/341630899-288-k56464.jpg)
ESTÁS LEYENDO
CIMIENTOS; paul mescal
RomansaA pesar de todas aquellas vidas que destruía día a día con su espada, en lo único que yo podía pensar era en la manera en la que sus manos creaban las esculturas más hermosas y sensibles que había visto jamás. La manera en la que su cincel acariciab...