El extraño calvo del parque

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-Chale, qué raza tan abusona.

Las palabras del desconocido envuelto en ropas gastadas que se alejaba caminando, quedaron flotando en el aire. Jorge Almácigo trataba de entenderlas. "Raza abusona?" pensó, el no captar bien los términos le sentaba fatal. Le recordaba que se estaba haciendo cada día más viejo.


-Vamos Ariel- dijo a su can, jalando la correa con gentileza y rumiando las palabras del extraño joven.Llegando a su casa, soltó la correa del dalmata y mientras colgaba su saco escuchó la alegre risa de su sobrino viniendo desde la amplia sala.

-Cómo estuvo el paseo, tío Jorge? -preguntó el niño, acariciando la panza del can.

-Estuvo tranquilo, Mathias. Aunque tengo una duda con algo y quizás tú me puedes colaborar...


Luego de contarle la historia, el chico explotó en carcajadas y entre risas, le explicó al mayor en qué consistía esa jerga callejera.

- Tío, eres una persona muy culta pero a veces, siento que te falta calle-concluyó el menor.

-No es que me falte "Calle", jovencito- exclamó Jorge -Simplemente no necesito aprender esos vocablos.

-Pfff, clasista- susurró el menor.

Jorge hizo como que no escuchó y se dirigió a su recámara con indignación. Aquel jovencito petulante no heredaría su fortuna si seguía insistiendo en aprender sobre la "Raza" y sus costumbres. Después de un domingo que pasó sin pena ni gloria entre los dos únicos habitantes de esa enorme casa, Jorge se dispuso a salir con su mascota como cada tarde, cuando un comentario sarcástico lo detuvo en la puerta.

-Deja que la raza se te una, tío Jorge.

Se dio la vuelta y vio a Mathias en el pie de la escalera adyacente a la sala, vestido de domingo. Suspirando, decidió hacer caso omiso a las palabras de su sobrino y empezaron a caminar.Llegando al parque municipal, se sentaron en una banca mientras veían a la gente pasar y Mathias sujetaba al dalmata por la correa.

-¿Fue aquí donde te encontraste a ese vato, tío?

-No, estaba cerca de la casa cuando pasó. Igual estábamos andando en distinto sentido.

Las voces de los niños gritando y jugando se hacían eco entre los árboles del lugar.

-Sabes tío, creo que un grupo de amigos más diversos te haría bien- el menor evitaba mirar al mayor a la cara, ya conocía la respuesta a eso.

-Y un grupo de amigos más acorde a tu nivel también te beneficiaría, Mathias.

El mencionado volteó los ojos y el mayor continuó con su sermón.

-Eres un Almácigo, vas a la preparatoria más prestigiosa de este vecindario y eres el mejor de tu clase. ¿Qué ganas con seguir manteniendo esas... Amistades de barrio? Nada bueno sale de relacionarse con personas de otro código postal, chico. Y no -exclamó viendo la molestia en la cara del joven- no lo digo por ser clasista. Es un hecho que las personas pobres nos odian y sólo nos buscan por su propio beneficio. Algún día lo entenderás, cuando crezcas.

- Lo que entiendo es que eres un...

Ninguno pudo seguir discutiendo después de ver cómo la correa se deslizaba de las manos del joven y un asustado cachorro de dalmata corría despavorido, siendo seguido por un enorme Pitbull blanco cuya correa iba arrastrándose por el piso.Una mujer venía corriendo detrás del perro, gritando. Sin tiempo, reaccionando por puro instinto, ambos se levantaron y empezaron a correr tras de los dos animales. Desafortunadamente, cuando llegaron a la zona de juegos infantiles, el Pitbull estaba atacando a su pobre mascota con ferocidad.

Destino y casualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora