El Tizas tomó un último suspiro y se colocó la nariz roja de plástico. La peluca le picaba y la pintura blanca se había pegado a su piel como un caracol a la hoja de una planta. Afuera, los gritos y chillidos de un centenar de niños retumbaban por el anfiteatro de la escuela de Mathias.
Bajo la camisa y los pantalones abombados con tirantes, el moreno sudaba a mares.
—Las cosas que hago por el carnalito -se dijo para darse valor y en cuanto escuchó la señal, abrió las pesadas cortinas rojas para que el monólogo del payasito Tizas diera comienzo.
Su día, sin embargo, había empezado de una forma completamente distinta.
Luego del fracaso con las flautas de esa mañana, ninguno de los tres se reunió para cenar. Mathias tenía demasiada tarea, Jorge estaba compensando las calorías que había ingerido saltándose la cena y al Tizas se le solucionó el hambre compartiendo pan con Coca-Cola en compañía del Tunas antes de llegar a la casa de los Almacigo.
Sentado en su habitación, Jorge miraba el libro de tapas verdes que descansaba sobre su escritorio. Se trataba de un libro de recetas veganas.
En su mente había varios conceptos claros:
Primero que nada, tenía a una persona viviendo bajo su casa. Una persona claramente desempleada y seguramente en necesidad de poder adquirir su propio dinero para lo cual estaba impedido por tener el brazo herido.
En segundo lugar, dicha persona había demostrado tener una buena mano para la cocina.
Por lo tanto, la conclusión lógica a la que había llegado era contratar al Tizas para cocinar en la casa. Esto solucionaba el problema del desempleo y seguramente mejoraría la convivencia entre ellos.
El único problema en esos momentos era la nula habilidad del Tizas para cocinar recetas saludables y por ello, esa misma tarde se había pasado un buen rato preguntando en las librerías del centro de la ciudad. Había decidido comprar un libro de recetas veganas para obsequiárselo al joven.
Aunque puede ser mejor darle tiempo al tiempo. Mejor se lo doy mañana, pensó y guardó el libro en una bolsa de regalo.
Mientras tanto, escaleras abajo, el moreno miraba por la ventana de su habitación y su mente pensaba en la forma de resolver el dilema de los desayunos. Ciertamente él quería ayudar y uno de sus pocos talentos era precisamente tener buena mano en la cocina. No obstante, lo que él cocinaba no parecía ser del agrado del dueño de la casa. Aunque esto lo puso triste momentáneamente, se consoló pensando de que pronto encontraría la manera de devolver a estas buenas personas -porque lo eran, a pesar de todo- la forma en la que habían cuidado de él todo ese tiempo.
Al recordar el comentario que su amigo había hecho sobre su ropa, no pudo evitar ver aquel gesto de los Almácigo como una muestra de aprecio hacia su persona. Después de todo, si odias a alguien no le vas a estar regalando ropa, ¿Verdad?
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Los mensajes en el chat grupal del colegio de Mathias eran tantos que el joven no lograba concentrarse en aquel ejercicio de matemáticas. Se paso las manos por la cara y decidió darse un descanso revisando su teléfono, solo para asombrarse con los más de 1000 mensajes que tenía el aparato.
No iba a leer todo eso, por supuesto.
Así que se quedó solamente leyendo los últimos mensajes. Al parecer mañana se iba a realizar el agasajo de los estudiantes de primaria y su salón había sido encomendado por el director para organizar un espectáculo de entretenimiento. El problema radicaba en que todos sus compañeros habían estado metidos en sus cosas durante tres meses y nadie, ni siquiera el presidente del salón, había preparado nada.
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Destino y casualidad
FanficUn peludo amigo fue la casualidad que hizo que los caminos de Jorge y el Tizas se cruzaran. Ambos vienen de códigos postales diferentes y en una ciudad tan grande como la CDMX, cualquier cosa puede pasar. Personajes tomados de un meme, nombres origi...