Interludio - La reunión

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En el corazón de una ciudad que rodeaba una imponente montaña, la vida nocturna se desplegaba en todo su esplendor.

Las calles estrechas se iluminaban con faroles que arrojaban destellos dorados sobre los adoquines gastados, creando un mágico sendero de luz.

El bullicio llenaba el aire mientras la multitud se apresuraba en su frenético ir y venir, creando una sinfonía caótica y emocionante.

Los mercados nocturnos cobraban vida, desplegando una amplia variedad de productos: telas brillantes, objetos artesanales y exquisitos manjares.

Los aromas embriagadores de las delicias culinarias tentaban a los transeúntes curiosos, invitándolos a explorar los sabores exóticos que se desprendían de cada puesto.

A medida que los candidatos de las espadas-ego deambulaban por las concurridas calles, podían sentir la electricidad en el aire, una vibrante anticipación que flotaba como un velo invisible.

Los rumores y susurros sobre la siguiente reunión en el Templo Sagrado se extendían por toda la ciudad, generando un aura de expectativa y emoción.

La reacción de los habitantes, que podían presenciar con sus ojos la transformación de algunas de las espadas, era de emoción y admiración. Eran leyendas vivientes que mantenían a salvo la ciudad.

Los edificios que bordeaban las calles estaban adornados con símbolos y emblemas que recordaban la presencia y el poder del linaje de las espadas sagradas.

Muros cubiertos de enredaderas florecientes y balcones adornados con telas elegantes se alzaban como testimonio de una opulencia sutil pero indiscutible.

El diseño arquitectónico, con sus arcos elaborados y sus detalles intrincados, confería a la ciudad un aire de encanto antiguo y misterioso.

Sin embargo, en la distancia, se alzaba el imponente pico de la montaña, envuelto en neblina.

Era en ese lugar sagrado donde las espadas-ego, tomando forma humana, se elevaban hacia lo más alto, dejando atrás a sus candidatos en la ciudad.

La montaña, custodiada por árboles antiguos y criaturas pequeñas aparentemente inofensivas, formaba parte del camino ascendente hacia el Templo Sagrado.

Mientras las espadas-ego ascendían por el sendero empinado hacia el Templo Sagrado, varios de sus candidatos optaban por quedarse en bares o deambular por las calles, evitando ser reconocidos por las personas.

La ciudad palpaba con una energía especial durante esa noche, como si estuviera impregnada de la presencia reunida de todas las espadas-ego.

"Demonios, deberían de hacer las escaleras más abajo...", susurró una de las espadas-ego mientras se apoyaba en un árbol para descansar.

"¿Qué? ¿Te cansaste?", preguntó la espada-ego que iba delante de ella, mirándola con curiosidad.

Era extraño que su hermana se sintiera cansada por algo como esto.

"¡No! Pero llevar este barril encima es algo... fastidioso", respondió la espada-ego, frustrada.

Entre las espadas-ego que subían caminando, una de ellas llevaba un gran barril sobre sus hombros. El objeto parecía pesado y engorroso, pero la espada-ego se esforzaba por mantener el equilibrio.

"¿Necesitas ayudas?", pregunto la espada-ego que iba adelante con una sonrisa llena de orgullo.

"Estoy bien", respondió la otra espada-ego sin dudar.

"¿Segura?", preguntó nuevamente manteniendo su sonrisa.

"Claro, no es la primera vez que llevo algo así", afirmó con confianza.

Tengo la Espada Sagrada?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora