Prólogo

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Recordaba esos gritos aterradores saliendo de Alexander Morgan. Esos que me dejaban en evidencia delante de todos. Esos llantos tan molestos que retubaban en mis oídos y me dolía saber que mi padre lo estaba escuchando y no me defendía.
Solo tenía ocho años y llegué a pensar que no debería estar en esta vida. Creo, sinceramente, que si no estuviera yo aquí la gente sería más feliz. También recuerdo cuando mi madre llegó a casa llorando cuando le dijeron que tenía que sobrevivir con esa enfermedad, yo no entendía lo que los mellizos podría padecer, eran bebés de tres meses. Mi padre sufrió demasiado: su trabajo, cuidarnos, ya qué, mi madre, casi ni se movía. Tampoco quería preocuparle más con lo que pasaba en el colegio. Todo era horrible menos el baloncesto. Que era mi lugar seguro.

Una Ocasión Perdida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora