«—¿Puedes esperar un momento aquí? Voy a decirle algo a Jenn —dijo con total naturalidad».
Fue imposible no grabarme las palabras de Anna; cada vez con algún detalle diferente, pero siempre con la misma intención: dejarme a un lado, para luego así ir a susurrarle algún secreto a una de sus amigas en el oído. Siempre actúe como si no me importara en lo absoluto, soy una completa mentirosa. Desde las veces que hablaban sobre los lugares a los que habían salido el fin de semana, hasta llegar a ver esas ridículas pulseras de la amistad. Todo eso calaba en lo más profundo de mi corazón, formando otra espina en un jardín lleno de rosas marchitas.
No todo el tiempo fuimos así, hubo una época en donde realmente éramos unidas. Cuando mi madre falleció en un accidente, mi tía decidió hacerse cargo de mí. Anna —mi prima— me ayudó incontables noches para alejar esas molestas pesadillas. Nuestra relación se hizo mucho más fuerte con el pasar de los años: jugábamos juntas a las muñecas, nos dormíamos tarde viendo películas mientras nos atragantamos de dulce, hasta esos ridículos collares a juego. Fui una tonta pensando que sería así para siempre; pero como todo niño que crece, conoció nuevas personas que eventualmente se convirtieron en sus mejores amigas. Me ilusioné al pensar que podía ser parte de su grupo, supongo que no cumplía con los requisitos.
Aún me pregunto todos los días: «¿qué fue lo que realmente hice mal?»
—Este vestido te quedaría hermoso —comenta una de sus amigas—. Aunque, ¿qué estoy diciendo? Todo lo que te pongas te quedaría espectacular.
—No es cierto —contesta Anna.
Permanezco sentada en la tapa del retrete, escondida en uno de los cubículos esperando desde hace veinte minutos que se vayan. Pero están tan concentradas maquillándose y mirando ropa desde una tienda en línea, que parece que no están pensando en irse en un buen rato. Agregando a mi mala suerte que el timbre sonó hace diez minutos y debería estar en la clase del señor Griffin. El señor Griffin odia la impuntualidad. Realmente soy una cobarde al no poder salir, pero sí sigo de esta manera terminaré reprobando la asignatura y no necesito otra lista de preocupaciones en mi cabeza.
Vamos, Beatrice... tú puedes. ¡Deja el miedo, no les debes absolutamente nada!
Muy bien. Voy a salir.
Levantándome, tomo mi mochila tirada en el suelo para así colocarme las tiras en los hombros. Es entonces que pongo mi mano en el pestillo e inhalando y exhalando unas cuantas veces trato de relajarme un poco. Finalmente, le quito el seguro. Abriendo la puerta salgo del cubículo dirigiéndome hacia los lavamanos. Ellas ni siquiera se percatan de mi presencia, solo siguen riéndose, mirando el teléfono y retocándose el maquillaje.
—Realmente te envidio Anna. Además de bonita eres la presidenta de la clase —comenta Emma, lanzando un suspiro—. Sigo sin entender ni una sola palabra que sale de la boca de la señora Martínez.
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Canción del Invierno
FantasiaMientras intenta escapar de los soldados del Palacio Avolire, una estudiante de preparatoria se ha dado cuenta que se ha vuelto una fugitiva en tierras extrañas. *** En el momento que Beatric...