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Tengo más de dos horas encerrada tras unos barrotes, mi estómago no está ayudando en la situación y otra vez tengo ganas de llorar

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Tengo más de dos horas encerrada tras unos barrotes, mi estómago no está ayudando en la situación y otra vez tengo ganas de llorar. Me gustaría estar soñando, pero me he pellizcado el brazo más de una vez para comprobar que no es cierto. Tengo los ojos tan abiertos como un búho y ese pequeño descanso en el autobús me ha dado energías.

Mi entorno es realmente horrible, empecemos porque huele demasiado mal hasta el punto de querer vomitar, he visto una que otra cucaracha caminando por el suelo y todo es tan lúgubre que la única lucecita que entra anunciando el día es de una pequeña ventana que convenientemente, está bastante alto para mí.

Definitivamente este no es mi día.
Con desesperación tomo mi cabello y lo sacudo varias veces tratando de poder pensar en algo, todavía no entiendo ni una pizca de lo que está pasando y realmente estoy muy asustada. En la celda frente a mí hay un muchacho que no aparenta tener más de veinte años y sorprendentemente, como si no le importara un comino lo que está pasando, está dormido o... eso creo.

¿Debería lanzarle un zapato a ver si realmente está muerto? No, no. Es una mala idea.

Una vez más, saco el celular del bolsillo de mi chaqueta para verificar otra vez la señal y como si el universo conspirara contra mí, no hay.

De pronto unos pasos se escuchan en la lejanía y a medida que avanza se comienza a iluminar el lugar; opto por guardar de nuevo mi celular en el bolsillo con rapidez antes de que pueda llegar. Al darme cuenta, un hombre con una antorcha se posiciona a fuera de la celda observándome con rencor y furia, parece querer asfixiarme con sus dos manos aquí mismo. De pronto suelta un escupitajo a mi dirección y si no fuera por estar un poco lejos me cae en la cara, pero convenientemente termina aterrizando en mi zapato.

—Sucia bruja, anhelo con ansías el anochecer para contemplar el fuego consumirla—dice con desdén—. Cada parte de su cuerpo gritando entre las llamas, todos querrán venir a deleitarse mirando cómo agoniza hasta la muerte.

Mi corazón comienza a latir con rapidez y mi garganta se siente seca, de repente tengo miedo. Sé que cada cosa que dice no es verdad, pero el simple resentimiento de sus palabras, el cómo las pronuncia anunciando la manera en la que moriré, me aterra.

Trago saliva observando al hombre, éste tiene una cicatriz que cruza su ojo y parece tener alrededor de unos cincuenta años. Las canas en su cabello se hacen presente al igual que unas arrugas en sus pómulos. Al mirarlo su mera presencia me hace estremecer de terror, no tengo ni idea de lo que pasa, lo único que necesito son respuestas, pero cada vez que alguien abre la boca solo me traen más dudas.

¿Por qué me llaman bruja? ¿En dónde estoy? ¿Por qué quieren asesinarme?
Sigo sin entender nada.

Agradezco que sea lo único que haya dicho, porque tan pronto como se marcha al escuchar a alguien más llamándolo, me deja un mal sabor de boca.

Como si no fuera poco, las lágrimas que me amenazaban desde hace rato comienzan a salir una tras otra. Tengo demasiado miedo y odio llorar en frente de los demás, pero como si fuese una pequeña niña, chillo parada desde mi lugar. El miedo me está consumiendo lentamente las venas, de pronto me estoy comenzando a sentir tan mal que la respiración se me corta poco a poco y un aire frío me congela la columna.

Canción del InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora