🃧 𝐈𝐈 🃧

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La falta del joven pelinegro lo había amargado, toda esa fachada optimista que se propuso a seguir se estaba disipando. Quien diría que un crío se había incrustado en sus pensamientos tan rápido.

La despedida que tuvieron tampoco fue la mejor. Veía a simple vista como Aphelios se dejaba manipular como muñeco de trapo por su hermana, entendía de donde venía eso, pues el chico tenía miedo de perder al único familiar por el que guardaba afecto.

Pero Sett había visto la malicia de la albina al momento de juzgar a las personas, era una fanática a la que no le importaba pisotear a los demás si se trataba de esparcir falacias en el nombre de Dios.

Conocía bien la mirada de aquellos que discriminaban a una persona por razones que nadie podía controlar, y aquel día que Alune los descubrió juntos, la sintió de nuevo. Él ya estaba acostumbrado, pero esa mirada también fue dirigida a Aphelios, eso sí que lo sacaba de quicio.

Le llenaba de cólera que se atreviera a juzgarlo de tal manera, especialmente porque sabía que Aphelios prácticamente la tenía en un pedestal, antes que a Dios, antes que a su religión, y antes que a él mismo.

Así que cuando vio a Aphelios por fin deambulando solo por la escuela, tomó la oportunidad para poder hablar con él.

—Aphelios, tenemos que hablar.

El nombrado dio un respingo, no esperaba que Sett lo buscara. Sus ojos se llenaron de esperanza, pero recordó a su hermana y dio un paso hacia atrás.

—No tenemos nada de que hablar. —Le dolía rechazarlo, pero no quería volver a sentirse así de sucio.

—Claro que sí. —Sentenció el vastaya mientras tomaba su muñeca con fuerza.

Jadeo al notar la delgadez de estas y las heridas de alergia que contrastaban con su piel blanca.

—¿Qué te pasó Aphelios? —Sonaba preocupado.

—Nada. Déjame en paz por favor.

Pudo ver como esos ojos obsidiana se humedecían y decidió arrastrarlo contra su voluntad hacia el armario de limpieza.

—Esto no está bien Aphelios. —Dijo mientras apuntaba a sus heridas—. Y ella tampoco. —Esta vez apunto a la puerta del armario, refiriéndose a la albina—. Te está arrebatando la vida.

—¡¿Tú que sabes?! —Alzó la voz—. Si no eres más que un exconvicto, quien sabe que cosas no habrás hecho tú.

Se sentía enojado de que Sett tratara de culpar a Alune, pero muy en el fondo sabía que sus palabras estaban cargadas de verdad. No quería juzgarlo igual que los demás, pero esperaba que con el veneno en sus palabras podría alejarlo y así hacer feliz a su hermana.

—Tú no sabes lo que se siente tu propia familia te rechace, que seas el rarito, el que siempre hace todo mal. —Lagrimas gruesas brotaban de sus ojos nocturnos, incapaces de cesar—. Tú no sabes lo que es tener que mendigar por migajas de amor, tú no sabes...

Sus palabras de resentimiento se interrumpieron por un inesperado choque de labios, un beso que sellaba toda la toxina que salía de su boca.

Era una sensación que nunca antes había experimentado, a pesar de no ser profundo, ese beso le causó un escalofrío en todo el cuerpo.

Tenía los ojos bien abiertos, pero a medida que avanzaban sus sentimientos, los fue cerrando. Ese contacto le estaba dando una paz inhumana, su mente se puso en blanco.

Los ásperos labios del vastaya por fin le dijeron adiós a los del pelinegro, prometiendo volver a reencontrarse.

—Es la única forma que se me ocurrió para callarte. Dios. —Su tono parecía entre enojado, emocionado y cómico.

Clean.⚝  ꜱᴇᴛᴛᴘʜᴇʟ ᴛᴡᴏ ꜱʜᴏᴛ  ⚝Donde viven las historias. Descúbrelo ahora