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YoonGi despertó en el momento en que JiMin se movió. No habló cuando el Omega lo miró tristemente por un par de segundos, como si temiera su tarea. YoonGi esperó a que JiMin tomara la horrible decisión. Es cierto que YoonGi había sido un cobarde por dejar que este arreglo continuar durante tanto tiempo como lo había hecho.

Ese era el problema de la codependencia. YoonGi podría ser el Alfa, pero había confiado en que JiSung estaría a su lado por mucho tiempo. Cuando su bote salvavidas se hundió, YoonGi no tenía nada a lo que recurrir.

Mucho después de que el accidente automovilístico había terminado y los policías llevaron su trasero a la cárcel, se sintió como si toda su realidad se hubiera estrellado. Curiosamente, YoonGi sabía que el mundo continuaba, pero se movía a un ritmo lento, aun negándose a creer la desagradable verdad. Alguna medida de razón volvió a él, lo obligó a llamar a JiMin de la cárcel.

Lo último que YoonGi esperaba era que JiMin lo liberara de la cárcel.

Ayudándolo a ordenar el desastre. Sin la ayuda del Omega, YoonGi estaría tan perdido... y estaba sucediendo de nuevo. YoonGi comenzó a tomar la presencia de JiMin por sentado. Sin darse cuenta, YoonGi comenzó a esperar con ansias la salida del trabajo para ver a JiMin en casa, caminando hacia él, diciéndole que adivinara lo que iban a cenar.

Ninguno de ellos sabía cómo cocinar. Rotaron las salidas y eventualmente llegaron a un horario agradable.

La noche anterior le aterrorizaba. YoonGi se había enfrentado a mierda aterradora, monstruos de la vida real y psicópatas, pero nunca antes al miedo que le había golpeado el estómago como lo había hecho anoche.

Lo de ayer nunca debió de haber sucedido.

Cuando se dio cuenta de que JiMin había entrado en su habitación, debería haber mentido, haberle dicho a JiMin que estaba bien y que volviera a la cama. En cambio, esperó hasta que JiMin se metió en su cama: su cama, la de JiSung y la suya. Pero JiMin se sintió tan cálido y acogedor, y pasar las peleas solo lo dejó atrapado a lo grande. Peor aún, YoonGi conocía a JiSung mejor de lo que él mismo se conocía. Su antiguo compañero no querría que se quedara atrapado en el pasado.

JiSung lo habría animado a seguir adelante, a ser feliz.

¿De verdad iba a dejar ir a JiMin?

Al entre abrir sus ojos, YoonGi dio un vistazo. JiMin se asomó por la puerta y se agarró a la perilla con tanta fuerza que el metal comenzó a traquetear. 73

Maldita sea. YoonGi no podía pasar por esto. Un mejor hombre, dejaría salir a JiMin sin problemas. La idea de nunca ver a JiMin caminando por sus pasillos o sentarse junto al brazo del sofá lo asustó más que la revelación de la noche anterior, de que JiMin podía ser su compañero. Tal vez, YoonGi lo supo en un momento. Su lobo sin duda lo intuyó, pero YoonGi había estado en contra de la idea de que fuera así.

Los shifters se apareaban para toda la vida después de todo. Un hombre por toda la eternidad, o más bien, hasta el final de su vida. Sin embargo, YoonGi no podía seguir ignorando cómo su corazón comenzaba a latir un poco más rápido cuando JiMin estaba cerca o cómo cuando quería destrozar a cualquier bastardo que mirara a JiMin tan equivocadamente.

Silenciosamente, YoonGi deseó que JiMin volviera a la cama. El Omega respiró hondo y salió. YoonGi escuchó atentamente. Los pasos de JiMin sonaron en el piso, luego en la alfombra, moviéndose a un ritmo lento. Una o dos veces, hubo un ruido sordo o dos y JiMin soltó una maldición.

YoonGi imaginó a su obstinado y pequeño Omega haciendo efectos con la lengua mientras se agachaba para recoger algún objeto que accidentalmente había dejado caer.

Substitule Omega | YMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora