23 - Colgado

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No me dediqué a elegir vestimenta o maquillar mi rostro, solo tomé un baño y me puse una camisa de cuadros sobre un top deportivo, un short y los converses negros que tenía guardado en el motel. Es más divertido cuando estás cómoda. ¡Y sí qué tenía que estar cómoda hoy!

Cuando salí de cepillar mis dientes en el baño, encontré a mi "ex" con un tubo de tinte rojo en la mano. Le dediqué una mirada sorprendida.

— No te favorece.
— El truco no está en que me favorezca. — sonrío y se metió al baño sin cerrar la puerta.
— Lo prefiero como está, pero es tu decisión. — me encojo de hombros y me acerco para darle un beso de despedida. — Tengo que irme, te quiero.

Tomo la mochila y el móvil antes de salir a la recepción. Llamé a un taxi y una hora después estaba frente a mi Mercedes en el instituto. Obvio que no iría en taxi a la fiesta de victoria del equipo, además tampoco pensaba emborracharme. No era una buena noche para eso.

Conduje con calma hacia las ruinas de Custom y no me sorprendió que, incluso antes de que se viera la casa sobre el horizonte, ya podía escuchar la música. No sabía los detalles de la fiesta realmente, nunca fui de tener la gran iniciativa de organizarlas, eso se lo dejaba a otra persona. A pesar de ello, iba a ser una celebración excéntrica. Tenía la sensación de que Gael Lamott había aportado su granito de arena.

Y no me equivocaba.

Mantuve la boca abierta desde que salí del auto hasta que entré por la puerta. La maldita mansión estaba llena jóvenes con las hormonas alteradas y ropa extravagante. Yo quería pasar inadvertida con mi vestimenta y ahora soy diferente. Los que no estaban al punto de follar en el mismo suelo, se emborrachaban con la fuente de whisky o la de ron. Casi no se podía ver la decoración del lugar, con excepción de la iluminación roja y azul, porque habían colocado suficiente dispositivos como para llenar la casa de humo rosa.

— Vaya forma de derrochar dinero por parte de estos infelices. — murmuro e intento llegar al otro lado.

Escuché que pondrían un minibar cerca de las escaleras, algo suave me vendría bien después de todo. Sin embargo, alguien me llama por mi nombre y arruina mi estrategia antisocial.

— ¡Kayyylaaa! — vuelve a llamar Gael. Me giro, buscándolo, pero unas manos rodean mis muslos y un segundo después estoy sobre los hombros de Lamott. — ¡¡Chicos y chicas, ha llegado nuestra estrella!! — anuncia levantando mis manos con las de él.

El bullicio no se hizo esperar y todos comenzaron a rodearnos. No supe en que instante mi humor cambió repentinamente, ahora disfrutaba de las atenciones y la emoción de la victoria. Incluso llegaron a elevarme por los aires varias veces mientras gritaban vítores. En aquello también cayó Gael, que muy voluntarioso se dejó cargar por la multitud. He de decir que el espectáculo se hizo más divertido cuando Lamott acabó sin camisa y tuvieron que bajarlo porque ya estaba mareado. Sin embargo, decidió que me quería mantener encima de la multitud un rato más y volvió a subirme en sus hombros. Entre cantos, saltos y el confeti que caía del techo, casi olvidé todo el asunto de mi madre. Pero algunos rostros en la multitud me recordaron que no es posible estar feliz todo el tiempo.

Miré a Gael desde arriba, él también los había visto; el equipo de las Águilas se coló en la fiesta como si fuera su casa. Chocaron su vista conmigo y desaparecieron entre los estudiantes. ¿Qué mierda hacían ellos aquí? Observo de nuevo la reacción de Lamott, iba a buscar problemas. Lo golpeo en la cabeza.

— Quieto, Lamott, no es momento ni lugar. — gruñe e intenta seguir con la diversión, esta vez de forma forzada. Yo lo imité hasta que otro problema, más impulsivo, se fue abriendo paso a nosotros.

— Eso era lo que querías ¿no, Kayla? — en la voz y los gestos de Joey se notaba que llevaba unas cuantas botellas arriba y quizás, algo más. El silencio comenzó a apoderarse del lugar — Te acostarás con cada uno de los Kit Boy's, te llevarás las victorias de cada partido, seguirás rompiendo las reglas, reuniéndote a escondidas con la directora, tu madre y Gael... Tu estúpido ego no te dejó pasarme la pelota porque sabías que si yo aceptaba el gol, no serías el centro de atención. — hizo una pausa, esta vez se dirigió a Gael — ¡Eres un sucio traicionero! — Hugo se acercó por detrás para calmarlo, pero no lo logró y se llevó un buen empujón — ¡A ti también te engatusará! ¿O ya lo hizo? Los buenos instintos en la portería no te sirven para nada, Hugo. Ambos lo sabían. Sabían que la haría mía pronto y aún así... — Gael dio un paso al frente y lo tomó de la camisa antes de que terminara la frase. Lo detuve.
— Bájame. — le ordeno — Qué me bajes. — insisto con más fuerza cuando se queda callado unos segundos y por fin me deja en el suelo, de forma que él queda detrás de mí y soy yo quien le da la cara a Joey. El débil y tóxico de Getty estaba acabando con mi paciencia.

Silenciosa y Peligrosa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora