Un Vínculo Prohibido

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La luna se alzaba majestuosa en el oscuro cielo, iluminando el bosque con su resplandor plateado. En medio de la densa vegetación, se encontraba el claro donde la manada de lobas se reunía durante las noches de luna llena. Ese lugar sagrado, donde se compartían historias, se celebraban rituales y se fortalecían los lazos de hermandad, sería testigo de un vínculo prohibido.

Amelia, una joven y valiente loba, caminaba con cautela por el claro. Su pelaje oscuro resplandecía bajo los rayos de la luna, y sus ojos ambarinos brillaban con determinación. Había algo en el aire esa noche, una energía eléctrica que alimentaba su corazón con emociones contradictorias. No podía resistirse más a lo que sentía por Elena, una loba de pelaje dorado y ojos profundos como el océano.

Elena era una loba de la misma manada, pero su amor por Amelia estaba condenado por las reglas ancestrales que prohibían los lazos románticos entre lobas del mismo género. A pesar de la atracción arrolladora que sentían la una por la otra, sabían que debían ocultar su amor en lo más profundo de sus corazones, protegiéndolo del escrutinio y los prejuicios de la manada.

Aquella noche, el destino conspiró a su favor. Mientras el resto de la manada se encontraba inmersa en sus rituales, Amelia y Elena se escabulleron sigilosamente hacia el borde del claro, donde la frondosidad del bosque les brindaba un manto de privacidad. Se detuvieron cerca de un arroyo que fluía con suavidad, su murmullo sirviendo de fondo para su encuentro clandestino.

Amelia se acercó a Elena con pasos lentos y suaves, temblando de anticipación. El corazón de ambas latía con fuerza, como si compartieran un latido sincronizado. Se miraron intensamente, dejando que el silencio hablara por ellas, comunicando sus deseos más profundos sin necesidad de palabras.

Con una mezcla de anhelo y valentía, Amelia extendió su hocico y rozó suavemente el cuello de Elena con el suyo. Fue un gesto lleno de ternura y pasión, un acto de entrega y complicidad que rompía las barreras establecidas por la manada. Elena cerró los ojos, dejándose llevar por el roce de los hocicos, entregándose a la conexión que tanto anhelaban.

El susurro del arroyo se mezclaba con el sonido suave de sus jadeos contenidos. Amelia y Elena se abrazaron, sintiendo el calor mutuo que emanaba de sus cuerpos. Sus lenguas se entrelazaron en un beso furtivo pero apasionado, como una llama que amenazaba con incendiar sus corazones. En ese instante, todas las dudas y los miedos se desvanecieron, y solo quedó el amor que las unía.

Pero el tiempo era fugaz, y las responsabilidades llamaban. A regañadientes, Amelia y Elena se separaron, sus miradas reflejando el dolor de la despedida. Se prometieron que aquel vínculo prohibido no sería olvidado, que lucharían por su amor contra viento y marea.

Con la promesa flotando en el aire, las lobas regresaron al claro, cada una con su lugar designado, manteniendo su secreto a salvo. Sabían que el camino que tenían por delante no sería fácil, pero el amor que compartían era más fuerte que cualquier obstáculo. Juntas, enfrentarían el desafío de desafiar las convenciones y encontrar la manera de vivir su amor libremente.

Mientras la luna se ocultaba en el horizonte y los primeros rayos del sol anunciaban un nuevo amanecer, Amelia y Elena se adentraron en el bosque, entrelazando sus colas y desapareciendo entre la maleza. Unidos por un vínculo prohibido pero inquebrantable, seguirían su camino, desafiando las normas y luchando por un amor que se negaba a ser silenciado.

Aullidos de Pasión: El Vínculo de las LobasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora