III- Diablos danzantes

28 3 64
                                    

____エ🌟🌸🌟エ____

Los diablos iban avanzando por las calles y danzaban al ritmo y repique de instrumentos como la caja y tambores típicos. Las casas estaban completamente vacías pues todos se encontraban reunidos bailando o haciendo escándalo desde sus balcones.

Los diablos de Yare iban vestidos enteramente de rojo y llevaban máscaras variopintas con expresiones exageradas y caricaturescas e iban encontrándose con distintos altares acompañándolos en su recorrido representando la constante disputa del bien contra el mal.

Los diablos llegaron a una especie de catedral erigida a Wanadi mezclando estética yekuana y algo de la católica, empleando también tocados en piedras preciosas y se detuvieron frente a ella en señal de rendición, se quitaron sus máscaras y se arrodillaron para orar.

Cuando las oraciones terminaron Gladis se situó frente a todos con una bandeja cubierta en las manos la cual, en teoría, llevaría regalos traídos de los cultivos los cuales serían ofrecidos a Wanadi en señal de agradecimiento.

Sin embargo, a la hora de revelar las ofrendas se dieron cuenta de que elementos como el trigo se encontraban completamente podridos, inmediatamente revisaron otras ofrendas más pequeñas hechas a base de carne y se dieron cuenta de que su estado era prácticamente el mismo que el del trigo; Completamente putrefactas y comenzando a llenarse de moscas.

No tenía sentido, habían elegido lo mejor de lo mejor y las ofrendas fueron preparadas antes de iniciar la fiesta, no deberían verse así, no tenía sentido.

Inmediatamente un pueblerino irrumpió en la catedral, estaba alterado, parecía estar temblando y dió un temible anuncio en medio de gritos:

— ¡Algo le está pasando al árbol! ¡Algo no anda bien!

[...]

Gladis, el pueblerino y casi el pueblo entero se reunió frente al araguaney que, efectivamente, no se encontraba bien: Las hojas amarillas comenzaron a perder ese brillo solar que les caracterizaba, varias de estas comenzaron a tornarse negras y a caerse. El tronco comenzó a pudrirse y sus ramas perdían fuerza. El agua dejó de se cristalina y fresca para empezar a oscurecerse y parecer agua de caño y los recursos que proveía tampoco tenían la mejor calidad del mundo.

Los murmullos se hicieron presentes entre aquellos que presenciaban este extraño caso, muy preocupados y tratando de encontrar una explicación lógica.

Las nubes del cielo se tornaron grises y el pueblo empezó a perder su color.

— Mi señora... ¿Qué hacemos? —Le preguntó un hombre a Gladis.

— Yo... Ehh... No... No lo sé. —Titubeó.

La única orden que era capaz de dar fue hacer que todo el mundo recogiera sus cosas y regresara inmediatamente a casa.

🏵[...]🏵

Esa noche Fernando pensaba en lo ocurrido durante la fiesta y no sacaba de su cabeza aquella vez en la que una rama le cayó encima. No había que ser un genio para saber que aquello que estuviera aquejando al árbol afectaría directamente la calidad de vida de la gente y todo aquello hecho gracias a la magia del árbol -es decir, todo el pueblo-.

Durante su recorrido por la casa Villanueva intentando detener esa lucha mental consigo mismo acabó tropezando con una criada que llevaba consigo varios trastes y cosas viejas, dejando cae varias al suelo.

— ¡Lo siento mucho! -Se disculpó y recogió su desastre.

— No te preocupes, de todos modos no son objetos de valor. Tu hermana me pidió que los llevara al sótano.

AraguaneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora