Me gusta llorar, me gusta derramarme por los ojos y sentir mi pecho derretirse. Lo malo es que me cuesta hacerlo, porque tengo tantas ganas en mi garganta y bien secas las pestañas.
Pero lloro por cosas tontas cuando me he aguantado las lágrimas atoradas por mucho tiempo. Lloro por cachorros que hasta grito, lloro por que no me sale un giro, lloro porque me doy cuenta que existir a veces no se siente tan bien.
Lloro en lugares donde no se debe llorar. Cuando estoy sola y acompañada de gente desconocida a mi al rededor.
Lloro en el camión, siempre lloro en el camión en la fila de asientos de la izquierda, con boleros llegando a mis oídos, con los ojos cerrados que no detienen el ahora brote infernal de mis amigas saladas. Lloro con mucha energía, a veces sólo quieta dejando ser a mi tristeza, algunas otras lo hago encorvada porque quiero llorar más y pienso que apachurrado me salen más sentimientos.
Lloro sola, y todos se dan cuenta por que hipeo, lloro sola y nadie se da cuenta al final.
