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Al final, lo que más te devora por dentro es la sensación de que por mucho que lo intentes nunca será suficiente. De repente un día la burbuja en la que estabas explota, llega el alfiler de la realidad y ¡pop!, todo lo que parecía tener importancia desaparece, y a estas alturas habías subido tan alto que es inevitable no sentir pánico a medida que caes.

Quizá porque apenas recuerdas cómo eran las cosas antes de formar esa burbuja. ¿De qué sentimientos era yo amigo antes de todo esto? ¿Con cuáles estaba flotando y cuáles están esperando ahí abajo a que me estrelle contra el suelo?

Lo cierto es que es difícil pensarlo mientras sientes que te precipitas al vacío, mientras ves como todo se desmorona. Pero, ¿lo peor?
Que no tienes posibilidad de detenerlo, porque sorpresa, esa decisión por desgracia, se la has dado a algúien que parece disfrutar del riesgo y  las alturas, y al final lo único que esperas es que ese alguien esté ahí abajo para recoger tus trozos y te ayude a volver a crear esa nube en la que estabas.

Masoquismo, si me preguntan a mí.

A corazón abiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora