♕ 04. Deseo

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JULIETTA

Dos días se resumieron a menos de veinticuatro horas cuando el príncipe dejó en claro que no tenía tiempo para esperar, al parecer, todo lo que necesitaba era asegurarse de que fuese mayor.

Julia no me habló luego de que destrozó mi espalda. La tenía en carne viva, la ropa me molestaba y tenía que morderme los labios constantemente para evitar gemir de dolor. Menos de veinticuatro horas no fueron suficientes para prepararme. Ser propiedad de Even Dachs Vandery era una maldición. Y no solo lo decía por todos los rumores a su causa en nuestro mundo, ni porque hubiese matado a cientos o fuese el responsable de la muerte de miles de civiles en la última guerra. Lo decía porque era la clase de hombre que no se conformaba con poco, iban a por todas y él no iba a descansar hasta romperme.

Hasta convertirme en lo que él quería.

¿Qué era lo que quería? ¿Una dócil esposa que lo esperara desnuda todos los días para que pudiera llenarle el coño luego de una follada rápida? ¿Una dócil esposa que iba a traerle hijos con rapidez mientras él mantenía su vida de libertinaje?

No era un secreto los deseos desviados del príncipe, se sabía y escuché muchas veces mencionar lo mucho que le gustaba el espectáculo, incluso, tenía ocho sumisas a su disposición a todo momento.

Se creía el maldito rey del mundo con su maldita sonrisa come mierda.

Bufé molesta, me miré al espejo con el fuego hirviendo debajo de mis venas.

Iba a molestarlo todo lo que pudiera, iba a joder su paciencia y follarme su control, hasta que entendiera que no era un juguete más a su disposición. Y me importaba muy poco lo que McCaney tuviera para decir. Haría hasta lo imposible para que Even desistiera de casarse conmigo y luego entonces, me las arreglaría con mi padre.

El vestido rojo se abrazó a mi cuerpo como una segunda piel, tenía una abertura en V sobre mi pecho, la silueta de mis senos pequeños quedaba al descubierto gracias al escote y el vestido terminaba lo justo debajo de mi trasero; me coloqué unos tacos blancos de tiras y sonreí con enojo.

Los hombres como Even eran fáciles de enfurecer, eran controladores y posesivos e iba a volverse loco ante mi elección de vestuario para nuestro compromiso ante el mundo. Mi cabello cayó lacio tras mi espalda y mis labios en color carmín se ensancharon ante mi sonrisa despiadada.

La sonrisa cayó cuando la puerta de mi habitación se abrió y Julia se quedó en el marco, al verme cerró la puerta y se acercó, como si me hubiese vuelto loca.

—No puedes vestirte así.

Me encogí de hombros, pero ella siguió insistiendo.

—Es un maldito príncipe, Julietta, serás su mujer no su puta. ¿Qué es lo que quieres demostrar?

—Si no le gusta lo que encuentra que lo devuelva.

Julia respiró con fuerza y apretó el puente de la nariz.

—Escucha —dio un paso más cerca y me sostuvo uno de los hombros —. Sé que probablemente te sientas fuerte y capaz en este momento, pero no es buen momento para molestar a McCaney, si haces algo que enfurece al príncipe, va a matarte.

Levanté la mirada con braveza y volví a encogerme de hombros.

—Julietta...

—¡No quiero este matrimonio, Julia! ¿Es que no lo entiendes?

Odié la lastima con la que me miró, la empujé lejos de mí.

—Va a solucionarse en poco tiempo.

Me reí con burla, ¿de verdad eran tan estúpidos?

Los reyes de la traición  [SPIN OFF]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora