Expiación.

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La luna particularmente hoy iluminaba el campo más de lo usual, acompañada del perspicaz brillo de las estrellas quienes se veían opacadas por ella. El aire mecía las ramas de los árboles con un frescura impecable y ahí, justo en el medio de todo aquella tranquilidad, en lo que hace unos pocos minutos era contemplar el cielo nocturno en las afueras de Nockfell, había estallado todo.

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El impulso no permitió medir la fuerza de Travis cuando éste tomó con ambas manos los costados de la fría prótesis de Sal, acercándola peligrosamente a su propio rostro.

¿Con qué intención? Ni siquiera estaba seguro.

Tal vez era ese deseo de poder ver un poco más allá de aquella malla oscura en las cuencas de ese plástico que impedían contemplar con claridad el azul celeste que alguna vez alcanzó a distinguir fugazmente.
Tal vez buscaba la confortabilidad de una mirada que no fueran dos vacíos oscuros que sentía que devoraban su alma. Su horrible y pecadora alma...
Tal vez era porque buscaba ver aquella sonrisa que solo había podido escuchar o aquellos gestos de ese tan lindo entusiasmo que solo podría haber imaginado con su voz.

—¡¿NO LO ENTIENDES?!

Pero claro, sus agresivas acciones siempre contradecían sus pensamientos y no hizo más que reaccionar de la única manera en la que sabía hacer.

—¡¿QUÉ TAN DIFÍCIL ES?!

La voz exasperada de Travis retumbaba con una dureza implacable en su tono, mientras sus manos temblaban y sentía que sus latidos golpeaban tan fuerte su pecho que serían capaces de romper sus huesos y destrozar su piel.
Sus ojos trepitaban en busca de ver más allá de la oscuridad de una molesta red, que sus labios se congelaron entre abiertos sin saber qué hacer.

—¡SAL YO-

Pero como si un conjuro le arrebatara la voz, sus palabras se quebraron a medias.

Su corazón confundido no pudo reprimir más tiempo sus sentimientos y como protesta, sus ojos se humedecieron en cuestión de segundos en busca de desahogar el mar de culpa que había estado acumulando desde hace tanto tiempo.

...

Sal estaba completamente confundido, perplejo, parpadeó varias veces detrás de la máscara. La repentina acción lo había tomado por sorpresa que le impidió mover un solo dedo. Ahí, estático, no podía creer lo que sus ojos estaban presenciando.

Podría esperar esto de cualquiera, incluso una persona totalmente ajena y aleatoria, pero definitivamente no de él.

Travis estaba llorando.

Sus ojos no se apartaron ni un solo momento de aquellos irises marrón que lo miraban con un dolor desgarrador, su sola mirada era una clara súplica de ayuda. Su respiración se puso pesada y de pronto sintió que le faltaba el aire

—Travis... ¿Qué pasa?...

Sin poder responder, Travis soltó a Sal y se desvaneció en el suelo. Una vez más había perdido frente a su peor y mayor enemigo.

De rodillas, Travis se inclinó hacia delante usando sus manos como barrera para ocultar la inmensa vergüenza que sentía ser él. Lo odiaba con todas sus fuerzas. Sin embargo, para su mala suerte, esta vez no existía ninguna puerta que lo pudiera escudar de su oprobio. Sollozaba sin buscar escapatoria. No podía contenerlo más. Todo el cúmulo de sentimientos lo estaba asfixiando que se sentía morir. Ardiendo en culpa, dolor y desagrado.

—Lo siento... Lo siento tanto.

Absolutamente todo; culpa, odio, rencor, miedo, ilusión, impotencia, confusión, amor... Era un martirio diario que no podía soportar más.

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