Diez días antes...

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Las cosas durante este año fueron increíbles, eso no se los podría negar: fiestas que terminan a las dos de la madrugada cada fin de semana, plagio de exámenes de la intelectual de la clase, alguna que otra decepción que se reparaba con visitar un pub todos los viernes, y hacer que los profesores hagan el ridículo todas las veces posibles.
Era mágico, porque yo era joven y rebelde, viviendo mi último año de instituto para luego fugarme con mi novio a Francia.

O algo así lo creía yo, antes que me citaran en la oficina de la directora un viernes por la tarde después de clases, cosa que no era tan extraña, ya que siempre me metía en líos, (y las detenciones a esa hora se presenciaban en la biblioteca), pero ésta vez fue distinto porque ni siquiera se habían dignado a decirme qué había sucedido.

Mis tíos ya venían en camino, sin duda. La secretaria les pidió tanta urgencia, que podría ser que ellos se preguntaran qué acto de vandalismo había cometido esta vez.

Pero que yo recuerde, no era nada, ¿o si?

No, no podría ser nada aún.
Veamos, nadie sabe que yo fui quien comenzó la pelea de comida la semana pasada en la cafetería. No. Eso no.
Tampoco sabían que fui yo quien robó las toallas de los baños de los muchachos, porque inculpé a uno de primero.
Pobre Carl, pero debe de aprender que no siempre estar a salvo de detenciones es lo más divertido.
Algún día me lo agradecerá, lo sé.

Oh Dios, ya sé que es.

La directora sabe que fui la que pintó con queso en aerosol su oficina hace tres días.
Por el día del queso.
Dios.

Pero, al final de todo, no es como si me importara tanto, (en peores problemas he estado).

Además, soy YO la que hace que los demás se expresen libremente dentro de las asfixiantes paredes del instituto y sé que, cuando me vaya, este lugar será probablemente la secundaria más aburrida de todo Suffolk, y eso sería si me considero amable al decirlo.

Qué lata me da estar encerrada aquí, sin nadie con quien charlar. Sentada. En una silla barata dentro de la oficina. Con la secretaria mirándome de reojo, como si de repente hubiese programado una bomba para matar a todos aquí. Patética.

Y cómo si mis deseos fuesen ordenes, todos habían llegado a la fiesta dento de la monótona oficina amarilla, con cierto hedor lejano a queso rancio.

"Por favor, tomad asiento.",dijo la Sra. Donne, de baja altura y ojos marchitos, con un tono increíblemente cansado a mis parientes. Ella siempre usaba palabras extravagantes y un acento americano al hablar con los padres de familia. No sé a quién quería engañar, si todos sabíamos que era de Felixstowe. Sé que mi madre me dijo que dejara a la gente vivir como se le diera la gana, pero su existencia tan falsa me molesta, y creo que me molesta más el hecho que ella le guste ser así, pero bueno.

Inmediatamente, ellos obedecieron al sentarse a mi lado frente un escritorio pequeño de madera con una lamparilla azul y miles de malas calificaciones en un sobre marrón. Me pregunté de quien serían todos esos "reprobados" pero se me dio que, al fin y al cabo, no me interesaban para nada.

Mi tía Elizabeth sujetó mi mano, tranquilizadora.

Para serles sincera, no sé por qué aún están aquí para mí, apoyándome en todo. Sé que son mis tíos, pero no entiendo por qué no se han cansado de mi osada actitud, siempre intentando revelarme ante la autoridad que mi madre les obsequió, cuando se marchó a Rusia el año pasado.
Pero no importa ya, de todas maneras me iré en menos de dos meses de Ipswich, y lo que suceda después ya no será su problema.

"Los he llamado, no para hablar del comportamiento de Tarsa, ya que desde la última vez que hablamos, hace un mes, los maestros no han presentado quejas sobre ella." comentó la directora, serena.

-Rayos,- pensé, -Entonces, ¿a qué se refiere?-

"De acuerdo," dijo mi tío Charles, "¿Qué es lo que sucede entonces?"

"Bueno, pues, creo que esto no es un tabú, porque ustedes saben cómo es su comportamiento en la casa y creo que lo que menos hace Tarsa es estudiar, en el sentido explícito del verbo."

"Tiene razón, Sra. Donne. Pero ¿cuál es el punto de todo esto?" preguntó mi tía, un poco molesta. Seguramente se le hacía muy tarde para ir a traer a Emily, mi prima, a su clase de ballet.

"El punto, Sra. Loughty, es que su sobrina reprobará año. No se graduará del instituto, lamentablemente." Lo dijo con una sonrisa malévola que no creía posible que ella "lamentara" la noticia.

"¡¿Cómo que no me graduaré?!" grité atónita, levantándome de mi asiento.

"No lo hará, Tarsa. Mire, el asunto es, que su promedio no es lo suficientemente alto para graduarse. Ya sabemos que ha copiado en la mayoría de sus exámenes, no lo trate de negar. Pero el problema real es que usted no aprobará año si no hace sus exámenes finales. Y le informo que no los hará en compañía de sus amigos en clase. Los realizará dentro de dos semanas, no la semana siguiente. Le recomiendo prepararse, pues en la batalla que se avecina, usted podría resultar decapitada."

¿Cómo diantres yo reprobaría decimotercero?
Por favor, yo sé que no iba de lo mejor del mundo, pero no iba tan mal. Si, no entregaba tareas, y mi conducta no era la más indicada, pero por esas cosillas no te pueden reprobar, ¿o si?
No lo creo.
Dios.
Estoy tan mal. Mi madre me matará. Mis tíos me matarán. Dios. Me están mirando con cara de: "Por Dios, Tarsa, ¿realmente reprobarás tu último año?"

Si, si lo haré. Lo siento.

Dios.

"Bueno, pues, has oído bien, Tarsa." dijo mi tío Charles, con una mirada penetrante y castigadora que sin duda significaba 'A tu madre no le agradará esto, señorita irresponsabilidad'.
"Muchas gracias por la oportunidad de, a pesar de todo, permitirle hacer los exámenes a Tarsa, Sra. Donne."

"Es una oportunidad que a ningún alumno se le puede negar, Sr. Loughty.
¿Quieren saber cuál es el promedio hasta ahora?" mencionó esa señora.

"Si, queremos."

"Bueno," buscó entre sus papeletas hasta que lo encontró luego de 13 espeluznantes segundos, "Aquí está." leyó. "Es una F, en su mayoría. Ha aprobado sólo dos materias. Pero las que ha reprobado las tiene con un promedio de 49. Un punto para D. Su promedio final, por el momento, es de 49.2." nos miró, como si le agradase que yo tuviera esas calificaciones.

"Creo que ya no tenemos nada más que discutir. No te presentarás la próxima semana, Tarsa. Y deseo que estudies mucho. No me gustaría volver a verte por aquí." declaró ella.

-Tampoco a mí me gustaría volver a verla,- pensé.

Finalmente se levantaron y estrecharon sus manos como de costumbre, y el trío se alejó por los pasillos solitarios de ese lugar.

Lo menos que quería hacer era abrir las puertas del automóvil para ir a casa. Lo menos que quería tener era la charla de lo irresponsable que era. Lo menos que quería vivir era pasar encerrada en mi habitación la noche de un hermoso viernes mientras todos mis amigos salían a divertirse en los pubs.

Y adivinen qué:

Eso fue lo que tuve.

Morir a tu Lado Sería un PlacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora