LA REUNIÓN.

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Tal y como Arthur le había dicho a su hija, el consejo se reuniría el mismo día en que las clases debían comenzar en la antigua academia especializada en entrenar a los guerreros ángel.

Como siempre, esta reunión se llevaría a cabo en el lugar que, casi desde el principio de los tiempos, Ying había designado como guarida secreta de su ejército: una muy antigua y casi olvidada pirámide que se ubicaba en el desierto de Egipto, y la cual, para el ojo del hombre común, permanecía oculta con una ilusión creada por la misma vigía, para que solamente fuese vista como un lugar en ruinas y abandonado, y de ese modo, no despertase en ellos el deseo de siquiera atreverse a entrar a explorarla.

Al lugar arribaron rápida y puntualmente todos los miembros invitados del gran consejo de guerreros, entre ellos Arthur Green, así como todos los padres y madres de quienes, a su vez, se encontraban con Anne Green celebrando el principio de año escolar.

El último en llegar, como ya era tradición, fue el sumo sacerdote Saito, quien presidiría la reunión, y una vez de pie al centro de la pirámide, y con la atención de todos los demás sentados a su alrededor, comenzó a hablar:

-Lo primero es darles la bienvenida a todos ustedes. Sé que no era hoy el día en que más deseaban reunirse, y créanme, si por mí hubiese sido, tampoco los habría convocado, y ahora me encontraría con sus hijos celebrando el comienzo de nuestro nuevo año... Pero existen una serie de temas que ya no podemos seguir ignorando...

Como sabrán, en estos días se cumplirán ya dieciocho años en los que no hemos sabido nada del vigía de las almas, y en el último sueño en que la maestra contactó conmigo, me dijo que ahora sí la situación es angustiante hasta para los demás vigías. Me dijo que, aunque los ángeles creados por él para asegurarse que todo marche como debe hacen lo que pueden, ya no se están dando abasto con los viajes de las almas humanas que deben hacerse diariamente entre los mundos...

-Con todo respeto, maestro.- Dijo Hanzo Inugami (el padre de Juro) interrumpiendo al sumo sacerdote.

-No entiendo qué podemos hacer, o lo que espere la maestra que hagamos exactamente... ¿cómo espera ella que encontremos a un vigía, que ni siquiera los de su raza han podido localizar?.-

-Esa es una gran pregunta hasta para mí, señor Inugami, y es una pregunta que, si me permite continuar podría resolverle con mucho gusto.- Respondió Saito, causando así la vergüenza del japonés, quien ya tenía todas las miradas encima, y simplemente guardó silencio.

-Yo mismo me encargué de hacerle esa pregunta a la maestra, y su respuesta... Es una que te compete a ti directamente, Arthur... Tiene que ver... Con la hija de ustedes dos...

-Entiendo...- Respondió afligido Green, pues había comprendido, en efecto, el rumbo al que iba Saito al decir eso.

-Sé lo que se espera de mi familia... Pero aún es muy pronto...

-Nosotros no somos nadie para elegir estas cosas, Arthur... Y estoy seguro, que, ni la misma maestra desearía poner en esta clase de predicamento a su propia hija. Tú la conoces mejor que cualquiera aquí.

-Así es...- Murmuró nostálgico Arthur para sí, y comenzó a recordar:

*Años atrás*

-No sé si pueda volver a resistir dejarlo ir así, madre.- Decía una desesperada Ying a la vigía de la luna.

-Por fin lo he conocido personalmente, y ahora estoy más convencida que nunca de que... Yo lo amo, y será inútil seguir mintiéndome.

-Hija mía. Tú sabes muy bien cómo ha marchado cada historia de amor en la que algún vigía se involucra con un ser humano, en especial con uno del estilo de él... Lo conoces desde hace milenios, quiero decir, conoces a su alma, y sabes que es un alma de guerrero... No de uno de tus guerreros, sino de un guerrero y ya... Pero, si estás dispuesta a afrontar cualquier adversidad por él, si tu desesperación es tal que estás dispuesta a realmente cualquier cosa que debas soportar por tu amor... Entonces creo que no soy quien para detenerte, Ying.-

LOS GUERREROS ÁNGEL.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora